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miércoles, 10 de noviembre de 2021

Hubert Selby / Réquiem por un sueño


Hubert Selby Jr. 
RÉQUIEM POR UN SUEÑO
Por Francesco Spinoglio


“Evidentemente, yo creo que perseguir el sueño Americano no es sólo fútil sino autodestructivo, porque en último término destruye a todo y a todos los que participan en él. Por definición tiene que serlo, porque lo cultiva todo excepto esas cosas que son importantes: integridad, ética, verdad, nuestro auténtico corazón y alma. ¿Por qué? El motivo es sencillo: porque Vida/vida es dar, no conseguir”.
   Así es como el autor introduce su novela en el prefacio deRéquiem por un sueño, obra magistral de la literatura americana publicada por primera vez en español por Sajalín editores (www.sajalineditores.com) y disponible en las librerías a partir de diciembre de 2009.

  Ya desde las primeras páginas tenemos la sensación de hallarnos frente a algo sorprendente, una especie de río impetuoso que se lleva por delante toda idea preconcebida sobre puntuación, diálogos y técnica narrativa. De hecho, a Selby esas cosas le importaban más bien poco. Solía decir que conocía bastante bien el alfabeto, y por eso decidió hacerse escritor. Dicha afirmación podría sonar rara, sobre todo a los oídos de uno de esos estetas de la literatura que hacen metaficción y se sientan en los cafés y piden un bollo de chocolate y no beben alcohol y hacen disertaciones sobre la estética y el arte por el arte y todas esas cosas efímeras con las que por supuesto no me voy a detener. Y así todo el tiempo, saboreando un cruasán de mierda y tertuliando de la jodida estética y el cabroncete del arte. Selby hace algo ligeramente mejor: plasma la humanidad de sus personajes y los demonios que los atormentan en el papel, y lo hace de forma magistral, adentrándonos en la historia, haciéndonos sufrir y vibrar por dentro con los sueños y las ilusiones de los cuatro protagonistas: Sara Goldfarb, una viuda que ambiciona salir en la tele tras recibir un extraño formulario, su hijo Harry, la novia Marion y el amigo inseparable Tyrone, los tres unidos por la creciente y destructiva adicción a la heroína. Es como si cada uno de ellos nos agarrara por un brazo y nos llevara a ese tobogán de inquietudes para empezar juntos el lento e irrefrenable descenso hacia el infierno, un infierno que no se aleja demasiado de la realidad y nos muestra los escombros de un mundo sin identidad que sin duda resulta muy familiar. En un pasaje leemos:

   “Yo creo que ése es uno de los problemas del mundo de hoy, que nadie sabe quién es. Todo el mundo anda por ahí en busca de una identidad, o tratando de tomar una de prestado, lo que pasa es que no lo saben. En realidad creen que saben quiénes son, ¿y qué son? Sólo una panda de vagos.

   Y más adelante:
 
 “Cuando alguien pillaba tenía que ir a la seguridad de su casa, o de algún sitio, donde pudiera metérselo sin que nadie echara la puerta abajo, le robara la droga y a lo mejor lo matara si no quería compartir algo que era más precioso, en aquel momento concreto, que su vida, pues sin ello su vida era peor que el infierno, mucho peor que la muerte, una muerte que parecía un premio más que una amenaza, ya que ese proceso de retrasar la muerte era la cosa más aterradora que podía pasar”.

  Esta es, pues, la historia de cuatro individuos que fueron tras el Sueño Americano y, en lugar de escuchar las voces de sus corazones, se empecinaron en seguir por el camino de la mentira y de la ilusión, y como resultado acabaron perdiendo todo lo que de valioso tenían.

Un libro imprescindible y extraordinariamente humano que, más que leerse, se bebe como un chupito de tequila reposado Jose Cuervo: intentas explicar el escozor de la garganta, pero cuando lo haces el tequila ya ha desaparecido por los pasadizos que llevan al estómago y no hay marcha atrás. Con Selby ocurre lo mismo: tratas de racionalizar la experiencia de la lectura, pero la historia ya se ha mudado en otra cosa, tal vez en un fantasma de sí misma, un fantasma que te ha ensalzado el alma justo antes de desvanecerse por los mares de la memoria.

   No recomendado para los adeptos de intrigas y códigos secretos ni para los amantes del arte por el arte. Podría ser demasiado fuerte para vosotros, chicos, así que mejor id a cascárosla a algún café.

FRANCESCOSPINOGLIO






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