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viernes, 19 de noviembre de 2021

El déjà vu de los candidatos africanos al Nobel de Literatura

 

Ngugu wa Thiong'o


El déjà vu de los candidatos africanos al Nobel de Literatura


SFQU
12 de septiembre de 2014

Empiezo a sentir una especie de déjà vucada vez que se anuncian las apuestas para ganar el Premio Nobel de Literatura, en relación con los posibles nombres que se barajan en general y en particular por parte del continente africano. Si clikais aquí, aquí aquí vais a entender en seguida el porqué.

La diferencia fundamental está en el orden, en 2010 el primero de los autores africanos con posibilidades era el keniata Ngũgĩ wa Thiong’o y parece que ocurre lo mismo este año. En cambio, en 2013 se le adelantaba la argelina Assia Djebar. El somalí Nuruddin Farah, en cambio, siempre ha estado en un discreto medio. En las apuestas de Ladbrokers para este año (es muy significativo que los posibles ganadores salgan de los resultados que arrojan los apostantes, lo que ahonda en la imagen que el propio premio refleja para muchos) aunque el japonés Haruki Murakami sigue estando el primero, sorprende que el segundo y tercer puesto lo ocupen escritores africanos, podría deberse a algún tipo de filtración, ya que a estas alturas los candidatos, que han sido nominados por miembros de la propia Academia Sueca, profesores de literatura en importantes universidades, sociedades literarias de gran prestigio o los propios autores premiados en ediciones anteriores, se han reducido a 5 nombres.

Si bien la lista repite posibles ganadores, sin introducir ninguna novedad por el momento (el año pasado se mencionó que también estaba Mia Couto-a recordar que ha ganado el «Premio Internacional Neustadt de Literatura» 2014-conocido como el Nobel americano, Ben Okri o Chimamanda Ngozi Adichie), no propiciará la polémica que surgió el año pasado en el continente africano. Cuando, tras la muerte de Chinua Achebe,  Wole Soyinka desveló, en una entrevista para «Sahara Reporters», que había recibido peticiones y solicitudes por escrito para que él, como ex ganador del premio, utilizara su posibilidad de nominar candidatos y apoyará el nombre de Achebe para concederle un premio póstumo. Soyinka consideró tal petición como algo «obsceno e hipócrita» y que, en el fondo, le hacía un flaco favor al ya universal nigeriano; Chinua Achebe no necesitaba ganar ningún premio póstumo para ser considerado un gran escritor, su obra ya hablaba por él.

Este año se apunta con fuerza, de nuevo, hacia Ngũgĩ wa Thiong’o. Su primera novela fue escrita en 1962 Weep not Child (traducida al euskera por la editorial Txalaparta, bajo el título Negarrik ez, haurra), en la que contaba la oposición de los Mau Mau frente a la autoridad colonial británica, después vinieron, entre otras, Un grano de trigoEl diablo en la cruzMatigari o su hilarante, brillante y genial El brujo del cuervo, cuya historia transcurre en la imaginaria República Libre de Aburĩria. Su faceta de pensador ha alumbrado varios títulos como el ensayo Decolononising the Mind: The Politics of Language in African Literature y también ha escrito obras de teatro como Ngaahika Ndeenda Ngaahika Ndeenda (Me casaré cuando yo quiera), que fue representada en Kenia y motivo de su encarcelamiento. Lo más reciente lo ha publicado en 2012 con la segunda parte de sus memorias, In the house of the interpreter. En Ngũgĩ, se une una alta calidad literaria con una vida de compromiso y denuncia.

Si bien no es una mujer (13 ganadoras de un total de 113, de las que sólo una ha sido africana: Nadine Gordimer, ninguna africana negra), escribe en su lengua materna, gikuyu o kikuyu. Para un premio en el que la mayoría de los ganadores son escritores en lenguas europeas (el top lo tiene el inglés e idiomas como el árabe solamente tienen un ganador en nómina, el también africano Naguib Mahfuz), un ganador que se negó a usar la lengua del colonizador, desafiando la hegemonía del inglés, y apostó por el uso de una lengua propia, con los obstáculos para la difusión que suelen acompañar a este tipo de opciones, sería una victoria y un reconocimiento también para las miles de lenguas que en el mundo siguen vivas y tienen voluntad de perdurar y seguir siendo vehículo de expresión literaria.

Pero, tan injusto como el olvido de tantos otros nombres que deberían de haber figurado como ganadores, eternos candidatos que nunca lo lograron, puede ser el hecho de que  Ngũgĩ wa Thiong’o pase a ser recordado como una rara avis; algo así como «el Nobel que escribía en un idioma africano», es decir, como otro exotismo más que unir al continente. Me estoy adelantando, lo sé, pero es mejor decirlo desde ya: Ngũgĩ wa Thiong’o es un gran escritor, que ama su cultura y que además escribe en su lengua materna: una lengua africana, gikuyu. 

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