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Wilbur Smith / Un hombre que conoce su negocio
Wilbur Smith
Un hombre que conoce su negocio Es uno de los autores de best sellers más exitosos del mundo, con 80 millones de ejemplares vendidos. A raíz de la presentación de su último libro, El soberano del Nilo , mantuvo con PERFIL una charla desopilante sobre fama, moral, religión y literatura, donde confiesa sin pudor desconocer completamente quién es Jorge Luis Borges.
17 de mayo de 2007
Wilbur Smith y su esposa, Mokhiniso Rakhimova. Fotografía de Graeme Robertson/Wilbur Smith tiene algo aniñado en su manera de presentarse, sonriente como un diplomático. Da la sensación de estar ante un pastor evangélico , y no ante un escritor que antes de convertirse en un fenomenal suceso editorial trabajaba de contador . Nació en Africa central en 1933 y desde 1964 se dedica a producir un libro por año . El último: El soberano del Nilo , que a poco de aparecer, como es costumbre, ya figura en la lista de best sellers de las librerías de Buenos Aires. —¿A qué atribuye usted el éxito de ventas de sus novelas? —Mi éxito se debe en gran parte a la suerte, y la otra parte al trabajo duro. —¿Cuántos ejemplares estima que lleva vendidos? —Han sido sólo unos cuantos ejemplares –responde con un ojo en los cielos y el otro en la oficina de impuestos. El marketing editorial asegura que ha vendido 80 millones de sus 31 novelas. —¿Cree que sus obras lo sobrevivirán? —No soy Shakespeare, mi obra durará sólo un poco más que yo, la trascendencia nunca fue una preocupación para mí. Soy plenamente consciente de que mis novelas no pasarán la prueba del tiempo. —¿Qué escritores lo influenciaron? —Yo me identifico con el narrador oral cuyo propósito consiste en entretener a la audiencia y, quizá, transmitir una pizca de la poca sabiduría que tenga. —Ha recibido muchas críticas por las afirmaciones sexistas y racistas contenidas en sus libros. —Eso viene de personas que no conocen mi pensamiento en profundidad, y la envidia también juega su parte. Esos conceptos los expresan personajes de una acción situada hace cuatro mil años. —Sexo y violencia son dos ingredientes obligados en sus novelas. ¿Eso ayuda a vender? —La violencia y la crueldad es lo que más me conmueve. Sobre todo cuando es impune. —¿Por ejemplo? —El suicidio de un hombre bomba es demasiado rápido para compensar el daño que causa. Me parecería más justo que sufra durante, digamos, unos treinta años. —¿A qué atribuye la existencia de estos asesinos suicidas? —Fíjese en lo que pasó en Virginia. Este jovencito… no recuerdo cómo se llama (se refiere al surcoreano Cho Seung-Hui, que acaba de despacharse a una treintena de compañeros y profesores de una universidad). En el mundo de hoy no está permitido el castigo corporal a los niños y en un restaurante andan molestando a todo el mundo ante la mirada indiferente de sus padres. Cuando yo era niño, mi padre castigaba mis transgresiones azotándome en la parte trasera de mis piernas con su cinturón. Ahora hacen lo que les viene en gana, y he aquí las consecuencias. —¿Es usted moralista? —No soy un moralista sino un hombre de arraigados principios fruto de la educación paterna. —¿Religioso? —Soy religioso pero mi credo no tiene nada que ver con las iglesias organizadas, me acerco más al animismo. En este momento hace su entrada a la suite su esposa, Mokhiniso . Una bella y joven mujer oriunda de Tajikistán, un pequeño país montañoso entre China y Afganistán. Los profundos ojos de esta menuda mujer contrastan con la mirada aparentemente cándida de su marido. Ella interviene y opina toda vez que le parece , y Smith la celebra sonriente . Cuando las preguntas resultan algo inquietantes, Mokhiniso le acaricia una pierna y él pide volver a temas literarios . A pesar de los 38 años que los separan , Smith y Mokhiniso tienen toda la apariencia de una pareja bien complementada . —¿Qué opina de Borges? —¿De quién? —Borges, un escritor argentino muy conocido. —No lo conozco. —Muchas personas dicen que un escritor de ficción es un mentiroso profesional. —Estoy de acuerdo con la idea. El narrador siempre le agrega sal y pimienta hasta al relato más veraz. —Sin embargo, en su última novela, “El soberano del Nilo”, la lucha entre el bien y el mal se establece entre la verdad y la mentira, en ese orden. —Es que el lector debe vivir la novela como si ocurriese de verdad. —Alguna crítica ha sostenido que su literatura resulta empalagosa. —Es posible, pero está probado que hay muchísima gente a la que le encantan los dulces. —¿No teme que tanto éxito termine por marearlo? —Nunca me olvido que antes de ser un hombre de éxito era un fracasado. El éxito y el fracaso son dos impostores. —Rudyard Kipling. A la mención del poeta inglés nacido en la India, en cuyo poema Sí habla del triunfo y el fracaso como dos impostores, Smith sonríe como un niño al que han pescado robando un caramelo. —¿Ningún problema con el éxito? —El aplauso no me confunde, pues debo vivir veinticuatro horas al día conmigo mismo. —Sabemos lo que el éxito da, ¿qué quita? —(Mira a Mokhiniso y sonríe) No puedo pensar en nada que me haya quitado. Todo lo contrario, sólo me ha dado cosas. —¿Qué pregunta nunca le hicieron que le gustaría le formulen? —Todas las preguntas han sido formuladas. —¿Cuál es su mayor temor? —Una vejez solitaria en un asilo de ancianos. —¿Quién es Wilbur Smith? —Soy un entertainer. Un hombre que conoce su negocio. Wilbur Smith, Londres,1991. Fotografía de John Minihan
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