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viernes, 8 de octubre de 2021

El colonialismo en África a través de cuatro escritores

 

Chimamanda Ngozi Adichie


El colonialismo en África a través de cuatro escritores

Igual que Abdulrazak Gurnah, premio Nobel de Literatura, otros escritores africanos como J. M. Coetzee, Doris Lessing, Ngugi wa Thiong'o y Chimamanda Ngozi Adichie han denunciado, cada uno a su modo, el racismo

Ngugi wa Thiong'o
Ngugi wa Thiong'o.José Aymá


Este jueves ha recibido el Premio Nobel de Literatura el escritor tanzano Abdulrazak Gurnah, reconocido por su "interés en el colonialismo y los refugiados". El despertar lento pero imparable de la literatura con raíz africana viene haciéndose sitio, a codazos, desde hace años. No muy rápido pero sin desmayo. Y no solamente sus integrantes son negros: ahí está J. M. Coetzee, escritor sudafricano y Premio Nobel en 2003 cuya novela Desgracia (Debolsillo) mostró sin contemplaciones la violencia en el país, el apartheid con toda su crudeza: el pavor ante quienes, cuchillo en mano, nada tiene nadan que perder, urgidos por la miseria, por la envidia, por el rencor. O por quienes intentan conservar sus privilegios. La venganza como respuesta ante el blanco privilegiado que vive en guetos. La desconfianza mutua constante.

Con seis años llegó la británica Doris Lessing (Nobel en 2002) y su familia a Rodesia del sur (hoy Zimbaue) y allí vivió hasta los 30. Y de aquel mundo escribió en Dentro de mí, la primera parte de sus memorias, y en Risa africana. En el prólogo de este libro, que mezcla memoria e historia, Lessing recuerda que los colonizadores blancos llegaron en 1890 y que el propósito era que se cumpliera el sueño de Cecil Rhodes, "conquistar toda África para el Imperio británico". Entraron en conflicto dos modos de entender el mundo, el de los nativos, que consideraban que la tierra era de todos, y el de los blancos, que "trajeron consigo conceptos de propiedad privada: vallas, límites, títulos de propiedad".

Llegó el desarrollo con patrones europeos, guerras de independencia, Mugabe accede el poder, corrupción, las llamadas limpiezas étnicas o guerras tribales, más corrupción, bancarrota del país, créditos que ofrece el Banco Mundial y el FMI con intereses que no pueden pagar... Zimbaue como metáfora de buena parte de África. De ese país en llamas, decíamos, escribió con conocimiento de causa Doris Lessing también en Canta la hierba, pues regresó en cuatro ocasiones para seguir tomando el pulso al país. "En la vieja Rodesia del Sur la actitud de los blancos respecto a los negros era extrema, llena de prejuicios e ignorancia", leyó en la conferencia recogida en 'Las cárceles que elegimos' (Lumen).

Otro caso. El del keniano Ngugi wa Thiong'o (83 años). Aún sin el Nobel, aunque lo ronde. Que sea el quinto hijo de la tercera de las cuatro esposas que tuvo su padre no era tan extraño entonces en su país. Ni que tuviera 24 hermanos y hermanastros. Menos aún que recorriera 10 kilómetros para ir a la escuela entre campos sin fin de maíz, patatas, guisantes y alubias. Junto a rebaños de cabras. Un hermano suyo huyó y fue encarcelado por ser miembro de los Mau Mau. Su madre también conoció la tortura. Las tierras de su familia fueron expropiadas por colones ingleses.

El propio Ngugi wa Thiong'o, que recordó en una entrevista con EL MUNDO en mayo de 2019 que "todas las noches nos reuníamos en torno al fuego de la cabaña" y cuando uno acababa con una historia otro decía: "Eso me recuerda cuando...", fue encarcelado sin juicio previo y entre rejas escribió, en papel higiénico, El diablo en la cruz (Debolsillo). También allí tomó otra decisión: no volver a escribir en inglés. Lo haría en gikuyu, su lengua materna, como protesta ante el colonialismo. Para más detalles lean Descolonizar la mente (Debolsillo), nada que ver con la edulcorada Memorias de África (Alfaguara), de la aristócrata danesa Karen Blixen.

Pese a todo, Thiong'o tuvo suerte pues aprendió el inglés en una universidad, asociada a la de Londres, en Makerere. Y pudo conocer al padre de la literatura africana, Chinua Achebe (1930-2013), el autor de Todo se desmorona, durante un encuentro de escritores africanos en 1962, donde se debatió sobre la lengua y no sólo. Porque, como dijo en la entrevista, a propósito de la publicación de La revolución vertical (Rayo Verde) y unos encuentros en Madrid y Barcelona: "La lengua es la base. Si conecto con la lengua conecto con el mundo. Y cuando hablo de lengua hablo de política, de economía, de cultura. África necesita su propia base para conectar con todo. Los colonizadores siempre han impuesto su lengua". Nada alejado de alguna de las razones por las que hoy el Nobel haya recaído en el tanzano Abdulrazak Gurnah "por su conmovedora descripción de los efectos del colonialismo en África".

El caso de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie es el de mayor relumbrón. Es un icono a sus 44 años. Porque además de denunciar el racismo es una de las abanderadas del feminismo. También aborda la inmigración, que conoce: a los 19 años, con su familia, viajó hasta Estados Unidos. Tiene otra mirada, otra perspectiva. Quizá de mayor alcance. De ello dan fe La flor púrpuraMedio sol amarilloAmericanah o Todos deberíamos ser feministas (todas en Literatura Random House). África y Estados Unidos. El continente negro y Europa. De esto se trata.


EL MUNDO


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