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viernes, 9 de abril de 2021

Hemingway / El revolucionario

 

Ernest Hemingway

Biografía

El revolucionario




      En 1919 viajaba por los ferrocarriles de Italia. En los cuarteles generales del partido le entregaron un trozo de hule escrito con lápiz indeleble en donde se decía que se trataba de un camarada que en Budapest había sido muy perseguido y castigado por los reaccionarios, y al mismo tiempo se pedía a los camaradas que lo ayudasen en cualquier forma. Lo usaba en vez de billete. Era muy tímido y muy joven y los guardafrenos lo pasaban de una línea a otra. Como no tenía dinero, le daban de comer detrás del mostrador de los restaurantes de las estaciones.


       Le encantaba Italia. Decía que era un país hermoso, de habitantes muy cordiales. Estuvo en muchas ciudades. Anduvo mucho y vio muchos cuadros. Compró reproducciones de Giotto, Masaccio y Piero della Francesca, que llevaba envueltas en un ejemplar de Avanti. Mantegna no le gustaba.
       Se me presentó en Bolonia y lo llevé conmigo a la Romana, donde yo tenía que entrevistar a cierta personalidad. Hicimos un viaje agradable en la época más propicia: los primeros días de septiembre. El muchacho simpático era húngaro y era muy tímido. Los hombres de Horthy le habían hecho algunas cosas desagradables, pero de eso habló poco. A pesar de lo que sucedía en Hungría, creía con fervor en la revolución mundial.
       — ¿Y cómo marcha el movimiento en Italia? —me preguntó.
       —Muy mal —le contesté.
       —Pero mejorará —dijo—. Aquí tienen de todo. Es el único país que ofrece cierta seguridad. Será el punto de partida de lo que va a venir.
       No expresé mi opinión.
       En Bolonia nos dijo adiós antes de tomar el tren para Milán y Aosta, desde donde iba a atravesar solo el paso que lo llevaría a Suiza. Le hablé de los cuadros de Mantegna que había en Milán.
       —No —me respondió con su apocamiento característico—, Mantegna no me gusta.
       En un papel le escribí la dirección de varios camaradas de Milán y la de un sitio donde podría comer. Me agradeció muchísimo lo que hacía por él, pero ya estaba pensando en la travesía del paso. Estaba ansioso por llevarla a cabo mientras duraba el buen tiempo. Adoraba las montañas durante el otoño. La última noticia que tuve de él fue que los suizos lo encarcelaron cerca de Sion.


(“The Revolutionist”, 1925)
In Our Time (New York: Boni & Liveright, 1925)



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