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sábado, 2 de enero de 2021

La hija única, de Guadalupe Nettel / La aceptación como revelación



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“LA HIJA ÚNICA”, DE GUADALUPE NETTEL: LA ACEPTACIÓN COMO REVELACIÓN



Gustavo Yuste
17 de noviembre de 2020

A partir de un relato sensible, Guadalupe Nettel logra presentar a la maternidad como un tema que tiene muchas más aristas de las que se quiere hacer creer. Detallista en los estados de ánimo, esta nueva novela de la autora mexicana ganadora del Premio Herralde en 2014 abre la idea de la aceptación de cada una de las protagonistas, incluyendo a la propia narradora. Una historia luminosa que no le teme a los momentos más crudos e incómodos de la vida. 

¿Quién puede decir que se conoce a uno mismo a la perfección? Siempre hay momentos límites en donde la revelación puede tomar la forma de la aceptación de aquello que pensábamos contrario. En el caso de La hija única (Anagrama, 2020) de la autora mexicana Guadalupe Nettel, el autodescubrimiento de las protagonistas de esta novela se da en torno a la maternidad, ya sea con la idea de concebir un bebé como el vínculo adulto con la madre. A partir de la historia de Alina, la mejor amiga de Laura -la narradora del libro-, a quien le avisan cerca de la fecha que su bebé no iba a sobrevivir al mismo, se abre un entramado de vínculos y sensaciones a la par de los acontecimientos. 

Además, transcurre el drama familiar de una madre y su hijo que también se introduce en la vida de Laura, una joven académica que desde siempre supo que no quería tener hijos. En muy poco tiempo, se ve sorprendida por la decisión de Alina de ser madre, así como su interés por acercarse a ese niño que escucha todos los días discutir y llorar en su edificio, el cual va a ir en aumento a lo largo de La hija única. También en simultáneo, la narradora se replanteará el vínculo con su propia madre, caracterizado por la frialdad y la distancia.

Guadalupe Nettel trata una serie de cuestionamientos que se desarrollan en la novela de manera sutil, sin caer en golpes bajos ni en el terreno pantanoso de lo panfletario. 


Esa vida de familia estaba ahí, al alcance de mi mano. Bastaba dejar el preservativo sobre la mesita de noche, quizás una sola vez, para cruzar el umbral de la maternidad. De manera similar a alguien que sin haber pensado jamás en el suicidio se deja seducir por el abismo en la terraza de un rascacielos, sentí la tentación del embarazo, cuenta Laura al principio del libro, dejando en claro su idea al respecto: ser madre puede ser algo similar a un impulso suicida. Alina, quien compartía esos ideales, ahora la deja sola en ese terreno, abriendo una serie de cuestionamientos que se tratan en la novela de manera sutil, sin caer en golpes bajos ni en el terreno pantanoso de lo panfletario. Es en este punto que aparece el otro gran núcleo central de la novela junto a la idea de la maternidad: la aceptación de cada una de las protagonistas consigo mismas, una suerte de revelación mucho más grande que la que podría surgir de la astrología e incluso de la terapia tradicional -disciplinas que desfilan en el libro- . Es el propio devenir de la historia lo que coloca a cada una frente al filo de su identidad y personalidad, replanteándose todos los puntos seguros que pensaban que constituía su propia vida. ¿Acaso sigue existiendo la idea de “para siempre” en el siglo XXI?

Alina, quien pensaba que no quería tener hijos, sigue adelante con el parto aún sabiendo que su bebé no va a sobrevivir , sin saber lo que esa decisión va a provocar en su vida en el futuro cercano: cambios radicales en su pareja, en la idea de familia, en su forma de vincularse con el mundo. Doris y Nicolás, esa dupla de madre e hijo vecinos de Laura, llegan al punto de conocerse y enfrentar el duro pasado en común: el fantasma de un marido y padre violento que falleció en un accidente y los dejó solos frente al mundo. Laura, testigo activa de ambas historias, protagoniza la propia con su madre, a quien descubre en un giro feminista que empieza a acercarlas y transformar su relación.

Es el propio devenir de la historia lo que coloca a cada una frente al filo de su identidad y personalidad, replanteándose todos los puntos seguros que pensaban que constituía su propia vida. ¿Acaso sigue existiendo la idea de “para siempre” en el siglo XXI?


Basada en una historia real de una amiga muy cercana a Nettel, esta historia se enriquece con todos los recursos de la ficción, principalmente una narración prolija y sensible que permite centrarse en los detalles emotivos y cruciales de las distintas historias que se entrelazan en la narradora. La aceptación de cada una con su pasado y su presente dejan que el futuro sea un problema lejano a resolver, similar a los consejos que le dan los doctores a Alina en relación a la vida con su bebé: vivir y enfocarse en el presente. Transitar la sorpresa que produce el autoconocimiento después de tomar decisiones límites, parece decirnos esta novela, requiere paciencia y contemplación.

De esta manera, en La hija única la idea tradicional de familia y de maternidad, así como de deseo, amor y pareja, es puesta en jaque con la sutileza de toda buena literatura que sabe hasta dónde hay que mostrar y cuándo es mejor dejar abierto a la interpretación del lector. Por su parte, con este libro Gualupe Nettel confirma que es una de las voces contemporáneas más interesantes de la región. 



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