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miércoles, 30 de diciembre de 2020

Ali Smith / Otoño / Estado de confusión permanente

 


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OTOÑO









Christine Keeler, involucrada en el escándalo sexual conocido como Profumo Affair, llega a declarar en octubre de 1963.
Christine Keeler, involucrada en el escándalo sexual conocido como Profumo Affair, llega a declarar en octubre de 1963.  EVENING STANDARD/ GETTY IMAGES

Estado de confusión permanente

La escritura de Ali Smith, la más interesante y arriesgada de todas las autoras actuales en lengua inglesa, es una oleada de frescor e independencia en esta novela con el Brexit como telón de fondo

José María Guelbenzu
23 de octubre de 2020


Ali Smith es una escritora que no pone las cosas fáciles: exige al lector que se merezca la lectura. Es una escritora que no se casa con nadie, que no teme adentrarse en problemas expresivos y que está en las antípodas del tradicional esquema narrativo de exposición-nudo-desenlace. Y, sin embargo, en esta novela admirable no se recata en mostrar su devoción a Charles Dickens. Es inteligente, es lúcida, es única.

Otoño, novela que pertenece a una tetralogía titulada Ciclo estacional, utiliza como hilo narrativo (no hay argumento directo, la relación entre sus escenas es intuitiva) la relación afectuosa entre un anciano de más de cien años (Daniel), que se encuentra en una residencia, y una mujer de treinta y pico (Elisabeth) metida de lleno en la vida real. Y la vida real transcurre en un estado de confusión permanente propio de una época de decadencia como es la que ha llevado al extinto Imperio Británico a acabar dando en el Brexit. Se ha dicho que esta novela es una plasmación del posreferéndum que consagró el Brexit y fracturó la sociedad inglesa, pero esa es una interpretación menor de una novela mayor.

Ali Smith escribe con entera libertad y capacidad de ruptura, semejante a la de uno de los personajes reales que aparecen en la obra: la artista pop británica Pauline Boty, “la Bardot de Wimbledon”. Boty, feminista y artista en los cincuenta y sesenta, vital, activista y amiga de pintores emergentes como David Hockney, fue olvidada y luego reconocida tiempo después de su muerte a los 28 años.

La otra estrella invitada es Christine Keeler, la “acompañante” del secretario de Estado para la Guerra, un escándalo a lo Mata Hari que acabó con su carrera política. Dos mujeres bien contrarias, como contrarias son las dos ciudades (Londres y París, orden y revolución) de la novela de Dickens que Elisabeth está leyendo a Daniel en la residencia donde se halla retirado de un mundo dividido entre la nostalgia del Rule Britannia: aislacionista, xenófobo, arrogante, insensible, propiedad de la élite tradicional, y, al otro lado de la división, la gente que dijo no en el referéndum.

Pero ese es el telón de fondo porque lo importante es la relación entre Daniel y Elisabeth, un sólido pecio en el naufragio general, y, en segundo plano, de la madre de ésta (generación intermedia) y su amiga Zoe. Ali Smith no hace sociohistoria sino literatura, se salta todas las convenciones sin miedo y su estilo responde con agilidad y entusiasmo a esa actitud. La escritura es una oleada de frescor e independencia, su capacidad de sugestión es tal que no necesita intriga tradicional y seduce al lector como lo haría la más tradicional de las intrigas.

El humor se integra admirablemente en la trama, un humor refinado, inteligente y también descarado. La escena en la que Elisabeth acude a renovar su pasaporte es impagable. El humor está presente en toda la novela en la medida justa, la mala uva de la autora también. Ali Smith tiene la costumbre de apoyarse en grandes autores y consigue que encajen en el relato como un guante. Su escritura, en fin, es una obra de arte. Es una de las grandes escritoras en lengua inglesa actuales y la más interesante y arriesgada de todas ellas. Su Ciclo estacional, del que esta es la primera entrega, promete ser una pieza del todo excepcional.

EL PAÍS


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