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martes, 16 de junio de 2020

‘Sharp’ / El club de las mujeres más listas de la fiesta

Ilustración de portada de Sharp, con algunas de las autoras reseñadas: Hannah Arendt, Susan Sontag, Nora Ephron, Renata Adler, Joan Didion y Dorothy Parker. 

‘Sharp’: el club de las mujeres más listas de la fiesta


Un libro homenajea a las 10 escritoras y periodistas más brillantes del panorama anglosajón: De Didion a Hanna Arendt, pasando por Dorothy Parker o Renata Adler, esta es una oda a las plumas femeninas que han hecho de tener una opinión todo un arte.


NOELIA RAMÍREZ 

23 ABR 2018 08:33

Siendo adolescente, a Hannah Arendt la expulsaron de su centro de estudios porque organizó un boicot contra un profesor que se dedicaba a insultarla porque a ella le gustaba rectificar su temario delante del resto de alumnos. La reseña de Sonrisas y Lágrimas en Vogue de Joan Didion fue tan cáustica que provocó su despido («lo más embarazoso es la impresión de que la historia no afecta a gente como Julie Andrews y Christopher Plummer. Solo silba una canción feliz y olvídate de la anexión nazi de Austria», escribió). Pauline Kael, la temida crítica cinematográfica del New Yorker, corrió la misma suerte por cargarse la misma película en la revista McCall’s. El Women’s Wear Daily estuvo a punto de demandar a Nora Ephron por una irónica columna en Cosmopolitan, donde despellejaba a la revista rival: la llamó «sucedáneo de zorra» (lo hizo porque Helen Gurley Brown, la popular editora de Cosmo, estaba harta de que el WWD la menospreciase). A Dorothy Parker tuvieron que sacarla de Vogue y trasladarla a Vanity Fair porque hasta en los pies de foto se burlaba cínicamente de la moda. Cuando a Renata Adler el editor del New Yorker, David Remnick, le desaconsejó publicar un ensayo sobre el caso Monica Lewinsky-Bill Clinton porque ya había «demasiadas piezas» sobre el escándalo en la revista, decidió escribirlo para Vanity Fair. Su Decoding the Starr Report le valdría un premio de ensayo.
Renata Adler y Joan Didion, fotografiadas juntas el 17 de mayo de 1978.
Pese al distinto bagaje y orígenes, a todas estas críticas culturales y escritoras les une característica incuestionable: hicieron de exponer su opinión todo un arte. A ellas, y otras cuatro históricas firmas anglosajonas más –Mary McCarthy, Janet Malcolm, Rebecca West y Susan Sontag– les rinde un documentado homenaje la periodista Michelle Dean en el reciente Sharp (Grove Atlantic), un compendio de retratos biográficos sobre unas féminas que «si pudieron alcanzar en el siglo XX su estatus todavía las hace más notables» porque «nacieron en un mundo que no estaba especialmente dispuesto a escuchar las opiniones de una mujer sobre nada».

Hannah Arendt y Mary McCarthy, una de las amistades más férreas entre dos mujeres ilustres. FOTO: GETTY
Dean no solo analiza los logros profesionales y batallas ideológicas de estas mujeres de forma autónoma. También disecciona sus alianzas y rivalidades («estas mujeres eran espíritus en oposición y, precisamente, no tendieron a agruparse juntas»). McCarthy fue íntima de Hannah Arendt (en español Lumen publicó en 2015 su prolífica y brillante relación epistolar en Entre amigas), pero sentía total desdén por Dorothy Parker. Sontag, por su parte, detestaba a McCarthy. El pique entre Renata Adler y Pauline Kael fue histórico.
Tampoco tenían por qué compartir su visión sobre el feminismo: algunas se identificaban con el movimiento, pero otras no. «Rebecca West consideró a las sufragistas tanto feroces y admirables como imperdonablemente mojigatas. Sontag escribió una defensa del feminismo, pero entonces rectificó y bramó contra Adrianne Rich sobre ‘la simpleza mental’ del movimiento. Hasta Nora Ephron confesó sentirse incómoda ante los esfuerzos de las mujeres para organizarse en la convención demócrata de 1972», escribe Dean.

Janet Malcolm, la periodista experta en psicoanálisis que más temen los periodistas. FOTO: GETTY
Sharp, publicado en inglés y todavía no traducido al castellano, es un auténtico festín para los amantes del género periodístico. Aquí se atan los cabos sueltos de las biografías aisladas de estas mujeres y se conectan espacio temporalmente. También se expone la necesaria incomodidad, exenta de sumisión, que estas firmas despertaron en su entorno, ya fuese en lo profesional o lo social. Los productores de Broadway odiaban a Dorothy Parker. Los compañeros de Mary McCarthy en el Partisan Review escribían reseñas paródicas con sobrenombre burlándose de su exitosa novela (El Grupo, etiquetada por muchos con la antesala de Sexo en Nueva York). Nora Ephron detestaba que en el New York Post le recordasen continuamente que no utilizase la primera persona (algo que hizo durante toda su carrera) y dejase de convertirse en el centro de la historia. A Pauline Kael sus homólogos no la consideraban «lo suficientemente seria». Contra Janet Malcolm cargaron multitud de columnistas coetáneos despotricando contra su afirmación de que «el periodismo explota la vanidad de sus sujetos». Las quejas sobre Los que sueñan el sueño dorado, uno de los ensayos más aplaudidos de Joan Didion, inundaron el buzón de sus editores.

Pauline Kael no le tenía miedo a nadie: ni a Renata Adler, compañera de redacción en el New Yorker, ni a Joan Didion. FOTO: GETTY
No están todas las que son (algunos críticos han echado en falta voces como Camille Paglia o Virginia Woolf), pero Dean reconoce los huecos. «No son una muestra demográfica perfecta, estas mujeres tienen orígenes similares: blancas, normalmente judías y de clase media. En un mundo más perfecto, por ejemplo, una escritora negra como Zora Neale Hurston hubiese sido reconocida como miembro de esta cohorte, pero el racismo ha mantenido sus escritos al margen», lamenta en el libro. Lo que sí tiene claro es por qué las ha recopilado: «porque incluso ahora, en la era del (discutido) post-feminismo, necesitamos más mujeres como ellas».

Nora Ephron en su estudio. FOTO: GETTY




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