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jueves, 16 de abril de 2020

Rubem Fonseca / Lúcia McCartney

Rubem Fonseca

Lúcia McCartney




I

Abro los ojos: Isa, bandeja, tostadas, plátanos, café, leche, mantequilla Me desperezo. Isa quiere que coma. Quiere que me acueste temprano. Piensa que soy una niña.

Desde que se fue su marido se dedicó a controlarme cada vez más. Isa dice que él volverá, pero me cuesta creerlo. Primero, ella no estaba casada con su marido. Segundo, me parece que no se gustaban mucho: Isa de vez en cuando hacia chapas y él desaparecía durante días. Para mí que esta vez desapareció para siempre. Isa espera que el marido vuelva en cualquier momento. Las camisas de él están todas bien planchadas en la cómoda y mandó arreglar los prismáticos, porque se volvía loco por las carreras de caballos. Ella ya no sale de casa, ni para hacer una chapa de puta madre, pero él no da señales de vida.


René me telefonea para que haga una chapa esta noche. Le digo que muy bien. Apunto la dirección.

En la playa está toda la pandilla. Quedan en ir a Zum Zum. Digo que tal vez vaya. Si acabo pronto con mi cliente, iré. Pero no les digo nada de la cita que tengo. Ellos están en otra cosa. Dos ya se acostaron conmigo, pero sólo dos. Vamos a la discoteca, bailamos, bebemos y después me vuelvo a casa. Más camaradería que otra cosa. Bromeamos, nos divertimos y punto.

II

El departamento es muy bonito. Somos cuatro muchachas y ellos son cuatro también. No conozco a ninguna de las otras muchachas, pero seguro que también las mandó René. Como nadie conoce a nadie, comienza el problema de elegir, siempre lo mismo. Los clientes de René son todos viejos, muy educados pero la mar de lentos para decidirse.

Diálogo posible (pero inventado)

Un viejo

¿Desea quedarse con la morenita de
pelo corto?
Aunque reconozco sus innegables
encantos, mis predilecciones se
Mi estimado amigo se inclinan por la joven rubia de
ojos verdes.
acepto cualquier arreglo. Quédese
con la morenita.

Otro viejo

En ningún momento pensé en privarlo
de su elección. Se la cedo
Qué va, qué va, con inmenso placer.
mi distinguido y La rubita es realmente un encanto.
querido compañero La morenita tiene un aire
melancólico que me seduce. Y la
rubia es un ser espléndido, lleno
de luz, que me atrae como si yo
fuese un libélula.

Bebemos y conversamos. Tres de ellos son cariocas y uno paulista. El paulista es el que menos habla. A mí no me gusta mucho el paulista, es ignorante y bruto como todos y se cree que con dinero puede hacer lo que quiera. Hago cruces para que el paulista no me elija. Me mira y soy capaz de meterme el dedo en la nariz para disgustarlo. Pero no me lo meto y hasta le sonrío, una risa de muchacha tímida que sé hacer. Los cariocas están entreteniendo al paulista, sin darle coba, deben de ser todos de la misma calaña.

Diálogo (Verdadero)

Viejo Paulista

(A ti)
¿Eres carioca?
¿Qué te gusta?
¿Qué poetas te gustan?
Tú ¿Te gusta Kafka?
(a ti) Eres la primer señorita que dice
haber leído a Kafka y lo ha leído.
¿Has leído a Pessoa, etc.?


(A mi)
Yo Si.
Me gusta la música y la poesía.
Me gusta Fernando Pessoa,
Beethoven, Lennon & McCartney.
Me hago llamar Lucía McCartney.
Jafka también me gusta. íPobre
hombre que se vuelve insecto!
(Cuento la historia llamada
Yo Metamorfosis).
(a mí) No soy señorita ni lo he leído. Un
muchacho me contó la historia.
Siempre causa un gran efecto en la
conversación.
He leído a Pessoa, etc.

Cada cual se va a un cuarto. René sabe que a mí no me gusta la promiscuidad. Voy al cuarto con el paulista. Me siento en un sofá. El también se sienta. Después apoya la cabeza en mi hombro, dice que no tiene ganas de hacer nada, "esos tipos insistieron en que hoy tenía que ir con una joven a la cama, pero sólo vamos a conversar, ¿está bien?". Le digo que está bien. Dice que no quiere estropear las cosas. Le digo que está bien. (Quiero ir a Zum). Le paso la mano por el pelo. "No quiero hacerlo", dice quitándose la ropa. Yo también me quito la ropa y nos acostamos, él sigue diciendo que no quiere, pero me penetra igual. Después de lavarnos, cada uno por su lado, se viste y pone dinero en mi bolso. Se queda muy callado, con un aire medio distraído, medio cansado, medio en otra parte, como hacen los viejos. Vamos a la sala y todos los demás ya están allí, pero nosotros hemos perdido mucho tiempo por culpa de su indecisión. Están todos bailando. Me mira un poco y dice: "puedes irte". Le pregunto si no quiere mi teléfono y se queda pensando un buen rato, mirándome y mirando a la sala donde están los otros, este tipo es un indeciso de verdad, y después de no sé cuanto tiempo dice: "¿cuál es?".
Estoy en el Zum Zum con los muchachos. De vez en cuando pienso en el viejo. ¿Qué será lo que hace?

III

Lo que más me gusta en el mundo es dormir. Despertarme a mediodía e irme a la playa. Hoy es 4 de diciembre y fuera hay un sol fenomenal. Me desperezo. Isa llega con una bandeja. "Te hice una yema batida", pone el plato hondo delante de mí, "ahora ya no llegas antes de las seis, perdiendo el tiempo con esos pendejos". Me gusta bailar, a ella no le gusta; me gustan los hombres (guapos, jóvenes, fuertes), a ella le gusta el marido, que ni siquiera es su marido y nadie sabe por dónde anda; a mí no me gusta quedarme sola, a mí -"íIsa, por el amor de Dios, no seas pesada!"-, me levanto, pongo un disco y comienzo a bailar, me gusta pasarme el día entero escuchando música, necesito escuchar música, es como el aire que respiro. "Te lo digo por tu bien". "Ya sé que me lo dices por mi bien". "Nadie aguanta este tren de vida que estás llevando". "No veo nada de malo en ella". Piensa en el futuro". "El futuro me importa un comino y no me fastidies más; si no, me voy". "Llamó José Roberto, el tipo ese de Sâo Paulo que estuvo contigo anoche".

A Isa le gustaría saber cosas sobre el paulista, pero prefiero mantener el misterio para que deje de incordiar. Tampoco yo sé mucho sobre el tal José Roberto. No sé siquiera si es paulista. No sabía que se llamaba José Roberto. José Roberto no es nombre de viejo. Seguro que telefonea de nuevo.

Telefonazo

-Dígame
-¿Quién habla?
-¿Con quién quiere hablar?
-Con Lucía, por favor.
-¿Quién quiere hablar con ella?
-José Roberto.
-Con ella habla.
-¿Cómo estás? ¿Estás bien?
-Bien ¿Y usted?
-Bien.

(Él se calla. Yo también me callo. Me pongo nerviosa:)

-¿Qué hay de nuevo?
-Quería verte.
-¿Cuándo?
-Hoy.
-¿A qué hora?
-A la hora que puedas.
-Puedo a cualquier hora. Después de las cuatro.
-¿Prefieres por la tarde o por la noche?
-A cualquier hora.
-Por la noche, entonces. ¿A las 8? Podemos cenar juntos.
-De acuerdo. Usted se pasa por aquí, yo me paso por allí... ¿Cómo hacemos?
-Pásate por aquí.
-¿La misma dirección de ayer?
-No. Apunta, por favor.

IV

El huele bien y habla muy suavemente conmigo. Estamos solos. Dice que ayer había demasiada gente, "quería quedarme a solas contigo". Parece estar medio apenado, como si nunca hubiera salido con una chapera. Se sienta lejos de mí. "íNunca has salido con una chapera?". "Sí, he salido con un montón, muchas, no sé cuántas". "¿Por qué finges entonces?". "No estoy fingiendo nada".

Prepara las bebidas. Encima de la mesa de la sala veo una pila de revistas y un papel, José Roberto: Vine a verte y no te encontré, llámame, besos, Suely. Cojo el billete, hago un rollito con él y lo tiro por la ventana. La noche está muy oscura, no veo el mar pero siento su olor. De noche el mar tiene un olor diferente, el mar cambia de color varias veces al día.

"Para ti", José Roberto me da un frasco de perfume Joy. Me encanta el perfume. Me pongo en el brazo. "¿Quieres escuchar música?". Me lleva a un cuarto donde hay una grabadora enorme, me pone en la cabeza unos auriculares que cubren totalmente mis orejas y oigo la música más bonita del mundo. "Es maravilloso, voy a quedarme aquí toda la noche" -se ríe-, "¿por qué te ríes?" -él responde algo, pero no llegó a oírlo-, "¿qué? ¿que?", entonces me quita los auriculares: "No hace falta que grites tanto". Con esos auriculares uno piensa que habla, pero grita como un sordo. Debe de haber ocurrido lo mismo con otras muchachas.

Escena (Subjetiva)

-¿Eso ha ocurrido con otras muchachas?
-¿El qué?
-Que estén con los auriculares puestos y que griten igual que una sorda, como lo he hecho yo.
-No. Ocurrió con mi madre, pero ella no es lo que se dice una muchacha.
-¿Tienes madre?
-¿Piensas que soy muy viejo para tener madre? -¿Y ha venido aquí?
-Sí.
-¿Y traes a tu madre al mismo lugar adonde traes a tus... a esas...?
-Yo vivo aquí. Cuando estoy en Río. ¿Esas qué?
-Me parece que estás mintiendo. Esas callejeras.
-Yo no miento nunca.
-¿Y quién es Suely?
-¿Suely? Nunca he oído hablar de Suely.
-Mentiroso.
-Yo no miento nunca.
-Pues que te vaya bien. Adiós.
-Espera. No me dejes. ¡Por favor! 

Me quito los auriculares.

Escena (Verdadera)

-¿Eso ha ocurrido con otras chicas?
-¿El qué?
-Que estén con los auriculares puestos y que griten igual que una sorda, como lo he hecho yo.
-Ocurre siempre. Por eso me he reído.
-¿Con todas las muchachas que vienen aquí?
-Con todas.
-¿Son muchas? ¿Miles?
-Miles no. Muchas.
-¿Y quién es Suely?
-Es una amiga mía.
-Yo soy muy celosa. Tiré el billete de Suely, así te quedarás sin su teléfono.
-Lo llevo en la agenda. De cualquier forma, muchas gracias por los celos.
-Si supiese cocinar te haría la comida. Me gustaría quedarme aquí.
-Pido la cena por teléfono. ¿Te gusta el champán?
-Me da lo mismo.

Dos camareros llegan con fuentes, cubos para el hielo, botellas. íQué comida! "Tengo una cruda tremenda". "Entonces no bebas más, que lo que vamos a hacer ahora debemos hacerlo muy lúcidos". José Roberto me lleva al cuarto.

"Me llamaban Astilla". "La astilla más bonita del mundo" dice besándome. Voy de cuerpo entero hacia él, me entrego; me doy, él está dentro de mí, rezo para que tarde bastante, pido "¡tarda bastante, mucho! ¡no te vengas todavía!", me vuelve loca, me derrite y el corazón me late en el pecho, en la garganta, en la tripa, ¡y más, más, más, más, más!

Diálogo

-Nunca he visto a José Roberto. Telefonea y dice: Mándeme una chica, ya sabe cómo me gustan.
-¿Cómo le gustan?
-Inteligentes, guapas y viciosas.
-Yo no soy viciosa.
-Si es muy inteligente, no hace falta que sea muy viciosa, dice él.
-Le he encantado.

(René lanza una carcajada).

-¿Qué tipo de persona es?
-No lo sé. El otro día le mandé una virgen. La muchacha estudia. Ya estaba en la cama cuando él descubrió que la muchacha se había ido de pinta. Se puso hecho una fiera. Le dio una lección de moral a la jovencita, hizo que se vistiese, le arrancó la promesa de que no haría más novillos y la mandó al colegio. Además le pagó el doble, sin tocarla siquiera. Ese tipo es muy raro.

V

José Roberto está en Sâo Paulo. Ya han pasado siete días. Isa decidió mudarse a Ipanema. Consiguió departamento, compró un fiador (de esos que se anuncian en el periódico) y se quiere mudar esta misma semana. He recibido carta de José Roberto.

(No tiene fecha ni nada)

Hoy me dieron ganas de escribirle a una persona que no conociese o que, en caso de conocerla, no volviese a verla nunca más. Fui al cine y volví al departamento. La película era mala. En mi agenda tengo un montón de direcciones, pero no le telefoneé a nadie. Hay una muchacha que se llama Neyde, guapa e inteligente. Siento (¿o sentía?) una gran atracción por ella. Nuestra piel, nuestros gustos, nuestros órganos sexuales coinciden. Tres o cuatro veces hice ademán de marcar el número, pero no la llamé. En la mesa del teléfono había una hoja de papel donde yo dibujaba círculos y cuadrados. El tocadiscos estaba sonando, Eleanor Rigby, llovía, cómo llovía, círculos y cuadrados se habían convertido en Lucía, Lucía, Lucía, LUCIA, etc. No llamé a Neyde -¿lo pasado pisado?-. La soledad es buena (pero) siempre que antes me haya vaciado o llenado con una mujer. Yo estaba solo, y no quería, como siempre he querido, una mujer cerca de mi para disfrutarla física y espiritualmente y luego echarla y esa es la mejor parte, echar a la mujer y luego quedarse solo, pensando y pensando. Pensando en ti que es lo que estoy haciendo ahora. Tú eres mi Minotauro, siento que he entrado en mi laberinto. Alguien será devorado. ¿Adiós?


José Roberto


Alucino con la carta de José Roberto. Me parece lo mejor de lo mejor. "Por qué estás llorando?", pregunta Isa. "Extraño a José Roberto". "Ese tipo está loco", dice Isa después de leer la carta, "tú eres otra loca, siempre he vivido rodeada de locos, deja de llorar, pedazo de idiota". Isa mete la mano en el bolsillo de la bata, se pasa el día entero vestida así (seguro que el marido se piró por culpa de la bata), y cuando algo le da rabia mete la mano en el bolsillo con fuerza y descose la tela, "ímierda, ya se me rompió de nuevo el bolsillo!, ípedazo de idiota!".

"¿Te parece que vaya a verlo de nuevo?". "íNo me dirás que estás enamorada!". "íSí, sí, lo juro!, estoy enamorada". A Isa le parece que es una tontería, que sólo estoy deslumbrada por José Roberto es diferente de los pendejos de la pandilla, tiene más mundo, más experiencia. "Y oye lo que te digo: si por casualidad aparece, no te abras de piernas porque sí, a los hombres no les gusta la mujer que se regala". 

Quedo de acuerdo con Isa en que, si José Roberto me busca, lo trataré con dulzura, pero haciéndome la indiferente.

Telefonazo

-¿Sí?
-¡José Roberto! ¡Querido!
-¿Cómo estás?
-Yo, bien, pero te estoy extrañando mucho.
-Yo también te he extrañado.
-Tu carta me encantó. Ya la leí más de cien veces. Hasta cuando voy a darme un baño la llevo conmigo.

(¡El se queda callado!)


-¿Dónde estás?
-En el departamento.
-Voy a verte.
-Estoy a punto de salir.
-Quiero verte.
-Hoy no, hoy no es posible.
-Por favor. Necesito verte.
-Lo siento mucho, pero es imposible.
-Estoy triste, José Roberto, me siento muy infeliz, deja que te vea.

(Isa coge el teléfono, "caballero, a ver si de una vez por todas deja en paz a mi hermana, ya está medio ida y lo único que usted hace es confundirla más, sepa que he leído su carta y usted también está loco. ¿Cómo?, ella ya ha cogido un taxi y va hacia allí" -salgo corriendo para vestirme, vuelvo a la sala. Isa irritada me pasa el teléfono "dijo que no se cree lo del taxi, que te llame, que si no me cuelga el muy cabrón")

-He venido por un negocio y ya debo irme.
-Estás ahí con una mujer.
-Voy a Sâo Paulo y estaré de vuelta dentro de cinco días. Dentro de cinco días, aquí en mi departamento, a las 8.

¡Tiene la voz tan bonita! Estoy en Le Bateau, en medio de un ruido terrible, pero sólo oigo su voz. (En el interior de mi cabeza).

La pandilla dice que estoy en la luna, bailando con los ojos cerrados y riéndome sola. íNo saben nada! íNo saben lo que es el amor! Son todos unos tontos.

VI

Han pasado ya cuatro días. Nos mudamos a Ipanema y estamos sin dinero, pues el departamento es más grande y necesita muebles nuevos, y tuvimos que darle un mes adelantado al fiador que Isa compró. Isa está haciendo una chapa por día, de tarde, con unos viejos amigos. Ella es una mujerona, no le faltan clientes, pero no le gusta salir de noche. Creo que sigue a la espera del marido.

Recibo carta de José Roberto.

La soledad es muy importante. El teléfono sonaba sin parar. Las criadas habían salido. El timbre de la puerta sonaba. Fui a escuchar música con los auriculares para alejarme del mundo exterior. Pero a cada rato me quitaba los auriculares y SIEMPRE sonaba un timbre, alguien me buscaba. ¿Quién sería? ¿Lo pasaría mal?
Decidí salir de casa, irme a un lugar donde seguro que no encontraría a quien quería encontrar. Sólo una de las pistas del boliche estaba ocupada (por tres jóvenes.) Ocupé la pista más alejada. A cada tirada, el recogedor de los bolos batía palmas lentamente, con pereza; yo sólo veía a sus piernas delgadas, protegidas por unos pantalones descoloridos y cortados a la altura de las rodillas.
Llegó una muchacha y se sentó en una mesa próxima. Varias veces intenté, sin éxito, una jugada que la impresionase.
"¿Quieres que te apunte los tantos?", preguntó la muchacha sentándose frente a mi marcador.
"Puedes apuntarlos", le dije.
Seguí jugando y ella apuntaba. Después de la décima jugada le pregunté: "¿quieres jugar tú?". Ella respondió: "No. Ya he jugado demasiado a los bolos. Fijate en la pizarra: hace más de seis meses que estoy a la cabeza y nadie supera mi marca. Ninguna mujer, claro". En la pizarra podía leerse ELIETE 275 11 DE MAYO. "Me enfadé ', prosiguió, "me dejé crecer las uñas..."
Jugué una partida más, mientras hablábamos de trivialidades. Terminada la partida, llamé al camarero, pedí una coca, me quité la chaqueta y la corbata. La muchacha desapareció. Me quedé frustrado. Un desconocido total no puede hacerte mal. Además, ella tenía una sonrisa guapa, sabía hablar (sonido) y cruzar las piernas. Logré un puntaje alto y llamé al recogedor. Asomó la cabeza y río: tenía pocos dientes. Lo saludé con un aplauso, por la actitud perezosa y burlona con que me habían tratado.
Ella estaba en la puerta esperándome.
"Doscientos setenta y cinco no es moco de pavo", dije yo.
"Jugaba todo el día", dijo ella.
Empezamos a andar.
"Eliete", dije.
"Y tú ¿cómo te llamas?"
"José Roberto"
"Te he dicho Eliete como quien dice el león es el rey de los animales".
"¿Quieres beber algo?", le pregunté.
"Sí, quiero", dijo ella.
Eliete usa el pelo corto, como tú, y sus ojos tienen un brillo negruzco, como los tuyos. Es buena esa sensación de quedarnos frente a frente, sin prisa y sin mentira, disponibles, recíprocos, mientras bebemos y el mundo fluye suavemente.
Te extraño mucho, Lucía, Lucía, ¿El león es el rey de los animales?


José Roberto


Qué bien hace recibir una carta inteligente como ésa. Una vez me pelee con un novio que tuvo la audacia de escribirme una carta que comenzaba diciendo: espero que estas líneas mal escritas, etc. No lo pude mirar más a la cara. José Roberto me hace pensar. El cree que yo puedo pensar, que sé pensar. ¿Se habrá ido a la cama con la muchacha del boliche? Seguro que ha ido. Ah, Dios mío, yo podría haber estado allí con él, apuntándole los tantos, en lugar de esa bruja. ¡Parecida a mí! Voy a cortarme el pelo como un niño, cortito, no habrá otra que tenga mi cara, ya vera, ya verá.

VII

Llego el departamento antes de las ocho. Me recibe con una revista norteamericana en la mano. Me dan ganas de reír cuando lo veo, y río feliz, abrazada a él. José Roberto apenas sonríe, divertido y sorprendido por mi entusiasmo y por mi cara nueva. Me pasa la mano por la cabeza, intenta sujetarme los cabellos, suelto mi cabeza siempre abrazada a él, mi cuerpo pegado a su cuerpo, ardiente. "¿Cuántos años tienes?". El tiene 36 años pero a mí no me preocupa, él puede ser viejo pero es mejor que los demás. "¿Y tú?". "Dieciocho años", repite lentamente, como si estuviese pronunciando una palabra mágica.

"He salido todas las noches, del Zum Zum a Le Bateau, de Le Bateau al Sachiña, todas las noches, ¿te parece mal?". "Tú sabes lo que puedes y lo que no puedes hacer". "Quiero darte celos". Se ríe misteriosamente, me besa en la cara, no sé qué está pasando o sintiendo, pero celos seguro que no existen en su corazón (en su cabeza).

Yo no quiero saber qué hace. El dice que tal vez sea espía ruso (o norteamericano) o trapecista de circo o poeta o fotógrafo o farmacéutico. Puede ser todo eso y otra cosa cualquiera. El es extraño, a veces habla por teléfono en inglés, en francés, y creo que una vez lo hizo en alemán. O en portugués, frases cortas, enigmáticas. Pero nada de eso me molesta puede ser lo que se le antoje, el secreto me atrae todavía más.

Ir con él a la cama es cada vez mejor. Sabe hacer el amor, me vuelve loca, horas seguidas. Me deja como muerta -duermo bien y cuando me despierto lo veo muy calmado leyendo un libro, o fumando en pipa y escuchando música con esos auriculares suyos, dispuesto a hacerme el amor de nuevo.

Mañana se va a Sâo Paulo, o a Buenos Aires, o a Lima, el asunto ese no quedó muy claro. Es medianoche y dice que tiene qué hacer, que tiene que salir. Sólo eso, "tengo que salir". Deja un montón de dinero en mi bolso: "para que vayas a la discoteca". Bajamos juntos. El lleva una cartera y me besa en la cara y me mete en un taxi. En ese momento veo un enorme coche negro que se acerca, y a él sube José Roberto. Gracias al semáforo en rojo, mi taxi queda al lado de su coche. Su chofer está todo de negro, con gorra negra, ropa negra y una cara muy ruda. José Roberto me ve, le hago señas. El me hace señas a su vez, distante, ajeno, cerrando los dedos sobre la mano abierta, como hace la reina de Inglaterra en el cine.

Diálogo (inventado después de un sueño)

Cliente (José Roberto)

¿Por qué haces programa?
¿Por qué eres prostituta?
¿Por qué vas a la cama con los hombres?

Prostituta (yo)

Porque gano poco en la oficina
gano poco en la tienda
en la tele
Porque me perdí
Porque me gusta
Porque perdí el empleo
tengo un hijo que mantener
estoy preparando un nombramiento

Yo no soy prostituta
¿No vas a quitarle la ropa, mi bien?

Cliente (José Roberto)

¿El dinero que ganas es fácil?
mucho?
vil?

¿Sabes qué es el complejo de Edipo?

¿Has oído hablar de él en Freud?
¿En Sófocles?

En seguida me la quito

Prostituta (yo)

Gano
regularmente
más que una mecanógrafa
más que un director de banco
más que una obrera
más que un coronel del ejército


Conozco a los dos pero prefiero a Sócrates (porque bebió
cicuta)

¿No vas a quitarte la ropa mi bien?

Cliente (José Roberto)

En seguida me la quito.
¿La prostituta es una mujer inmoral?

Prostituta (yo)

No me da vergüenza ser prostituta

Mi trabajo no es peor que
el de una lavandera de calzoncillos
el de una masajista
el de una mujer que limpia retretes
el de una dentista
el de una ginecóloga

¿Qué piensas del amor libre?
¿No vas a quitarte la ropa, mi bien?

Cliente (José Roberto)

El amor libre
no acabará con la prostitución
es una iniquidad

El amor libre es injusto 
con los feos
con los pobres diablos
con los pobres de espíritu
con los pobres

te trata mal sino no eres 
galán de cine
guapo
conquistador
rico
poderoso
famoso

En seguida me la quito.

Prostituta (Yo)

¿No vas a quitarte la ropa, mi bien?

Cliente (José Roberto)

En seguida me la quito.
Prostituta (Yo)

Mi vida 
da para una telenovela 
linda
triste
edificante
pornográfica
nueva
hermética

sirve para la samba (de festival)

es amarga
amar es sufrir
es un puñal de dos filos fatales

amar es sufrir
no amar es sufrir más

¿No vas a quitarte la ropa, mi bien?

Cliente (José Roberto)

¿Cuáles son los mejores clientes?

En seguida me la quito.

Prostituta (yo)

Tú... eres el mejor cliente.

No vas a quitarte la ropa, mi bien?

(El cliente se quita la ropa y bajo la camisa tiene otra camisa y bajo el pantalón tiene otro pantalón y bajo los zapatos tiene otros zapatos. Las ropas llegan ya hasta el techo. José Roberto sigue quitándose ropa del cuerpo a un ritmo cada vez mayor y diciendo cosas importantes en alemán).

Carta (Reconstrucción mnemotécnica)

Ilmo. Sr.
D. Isaac Zaltman
Programa HOY ES DIA DE ROCK
Radio Mayrinck Veiga
Presente


Estimado Sr. Zaltman:

Siempre oigo su programa HOY ES DIA DE ROCK, el mejor de la radio brasileña. Muchas gracias por transmitir diariamente la música de THE BEATLES. Ojalá siga siempre así.

Lúcia McCartney

Carta (ipsis litteris)

"Palabras, palabras, palabras", dice Hamlet a Polonio en el segundo acto.
Palabras, palabras, palabras, dirás tú, víctima también de la misma duda existencial del personaje shakesperiano, cuando leas esta carta.
Uno de los poemas de John Lennon cuenta la historia de una chica que abandona a la familia en busca de fun. "No le faltaba nada", dicen los padres perplejos al leer la carta de despedida. Es un viernes, la chica ha salido subrepticiamente, apretando el pañuelo contra su pecho y sintiendo no haber podido decir en la carta todo lo que pretendía. Ha quedado con un hombre que representa para ella fun, alegría, diversión. "Fun is the one thing that money can't buy". La letra entera está en la cubierta del disco. Seguro que la conoces. La música de tu hermano (¿o ex-novio?) McCartney, es también muy bonita.
Saliste de casa (que era un edificio de ladrillos, convenciones y miseria) para entrar en un circuito cerrado, sin luz ni aire, como el túnel de un topo. Túnel que no puede ser el camino de la liberación individual que tal vez estés buscando.
Enfrenta la realidad con sus dificultades y asperezas.


José Roberto

"Qué tipo tan pedante y tan bruto", dice Isa después de leer la carta. "Es más bruto y presumido que loco. Un charlatán. Un viejo degenerado. Un insolente". "No es un viejo". Isa tiene cita con José Roberto. Piensa que si yo le gustase se convertiría en una especie de protector mío. Qué palabra horrible. Mi protector. Mi tutor. Si pudiese, yo sería su tutor. Pobre Isa. No necesito un protector, lo que yo necesito es amor. Pero todo empezó mal. ¿El túnel es que yo sea una puta? ¿La liberación individual es portarse bien? ¿Tener un empleo decente? El no me entiende, Dios mío, cómo es posible, si no me entiende él, ¿quién me va a entender? "Llora llorona", dice Isa, saliendo del cuarto y cerrando la puerta de un golpe.

Isa está cada vez peor, protestando porque llego tarde (o temprano) todos los días. Estoy muy feliz y quería ver a José Roberto. Paso los días escribiendo cartas (para José Roberto). En cuanto me despierto (mediodía), comienzo a escribir cartas (que no envío). Hoy me siento muy angustiada. No tenia por qué despedirme como si yo fuese un criado (¿una criada?).

LOMBRIZ QUE RODEA MI CUELLO 
LAGARTIJA QUE ANDA EN MI PECHO
CUCARACHA QUE SE ENREDA EN MI PELO 
RATON QUE ROE MI BOCA:

Diálogo

-Ha estado aquí José Roberto.
-¿A qué hora?
-Por la tarde.
-¿Por la tarde? Pero si él sabía que hoy tenía la primera clase del curso de inglés.
-Se va, Lucía. Vino a traer un cheque para ti. Dijo que se va a quedar varios años fuera.
-¿Varios años? ¿Eso dijo?
-Dijo que tal vez no volvería. Dijo yo no soy dueño de mí, ni de nadie, dígaselo a ella.
-¿Qué significa esa frase?
-No lo sé.
-¿Estaba triste?
-No lo sé. Su cara no decía nada.
-No lo creo, no lo creo. El me quiere.
-¡Habla despacio! No puedo entenderte.

"Seis de la mañana, éstas no son horas de llegar a casa", repite Isa Yo grito: "me voy, me voy a pasar un buen fin de semana lejos de todo, donde nadie me joda, voy a hacerme humo, si José Roberto telefonea (¿de dónde?), dile que me morí. Tengo que irme, Isa; de lo contrario, cuando él llegue (¿de dónde?) y me busque, voy a salir arrastrándome, te lo juro, me está doliendo el cuerpo de tanta añoranza por ese hombre".

Isa: "Estoy rodeada de locos por todas partes".

VIII

En Sâo Paulo, en casa de mi tía. Estoy aquí hace una semana. La nevera tiene candado. Mi tía llama idílica a la parte de la casa donde viven las criadas. El pasatiempo de ella (mi tía) es hablar mal de las criadas, de los vecinos, del gobierno, del marido y de los artistas de cine, radio y televisión. Mi tío llega todos los días alrededor de las siete, con el Estado de Sâo Paulo bajo el brazo y dice siempre la misma frase: "uf, qué día, no he tenido tiempo de leer el periódico", siempre con la misma inflexión y la misma falta de significado o destinatario. (Como el periódico, que mi tía vende al peso los fines de semana).

Mi tío enciende la televisión.

Escena (Verdadera, con ligeras adaptaciones)

Locutor: ¡El Presidente de la República pide la unión de todos los brasileños!
Mi tío: ¡Este país no tiene remedio!
Mi tía: ¡Son todos unos ladrones! Mi tío: íY siempre terminamos pagando nosotros!
Locutor: ¡Gloriosos destinos de la nación brasileña!
Mi tía: ¡El dinero va a parar a casa de las queridas y de parientes!

(En el comedor, durante la cena)

Mi tía: ¡La hija está preñada y lo quieren tapar a toda costa! íSe creen que los demás somos tontos!
Mi tío: ¡Pobres! ¡La única hija!
Mi tía: ¿Pobres? No ve lo que va a ocurrir quien no quiere verlo. ¡Esa zorra no podía acabar de otra manera!

(De nuevo frente a la televisión)

Una cantante: Laralí, laralá, etc.
Mi tía: ¡Mucho laralí, laralá, pero la policía la descubrió con droga!
Mi tío: ¿Fulana?
Mi tía: ¡Fulana, sí señor! ¡Tú no te enteras de nada! ¡Se gastaron una fortuna para frenar el escándalo!

Hoy es el séptimo día de mi destierro. Soy la mujer más infeliz del mundo. No tengo padre ni madre. (Pero me parece bien que hayan muerto, así no serán iguales a mis tíos. No hace falta padre ni madre. Un hermano sí, por eso Isa es como mi hermana para mí, un poco burra y latosa, pero es mi hermana: si no en la sangre, sí en el corazón).

Paso los días y las noches escuchando música en la radio a pilas y escribiendo cartas. Querido José Roberto, te quiero, quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero. LA ROMPO. Querido José Roberto. No puedo vivir sin ti, me gustaría quedarme a tu lado, quizá como criada o cocinera o limpiabotas o lavandera o alfombra o pipa o pantufla o perro o cucaracha o ratón, cualquier cosa de tu casa no tienes por qué hablar conmigo ni mirarme. LA ROMPO. En tu lleva casa no hay cucarachas, ni perros, ni ratones. ¿Perro lleva tilde? ¿Tilde lleva tilde? Soy muy ignorante para escribirle. (Me olvido de que no sé dónde está).

No se dónde está.

Mi corazón está hecho pedazos. El aire que respiro atraviesa una senda podrida cancerosa que comienza en la nariz y termina con una punzada en algún lugar de mi espalda. Cuando pienso en José Roberto, un rayo de luz se clava en mi corazón. Ilumina y duele. A veces pienso que mi única salida es el suicidio. ¿Fuego en la ropa? ¿Barbitúricos? ¿Salto desde la ventana? Esta noche iré a la discoteca.


Rubem Fonseca
Lúcia McCartney, 1967




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