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David Cronenberg
Vigo Mortensen
16 de abril de 2016
TRATÁNDOSE de David Cronenberg (Toronto, 1943), la originalidad, el ingenio, la preocupación por la tecnología y la carnalidad sin concesiones de su primera novela no deberían sorprender a nadie. Es una obra de arte atrevida y provocadora que tiene el alcance y la exactitud poética de las mejores novelas de Nabokov, la capacidad para intranquilizar y desarmar al lector y conseguir finalmente su complicidad. Sin embargo, en algunos medios seguramente será acusada de cualquiera de esos pecados que se inventan para compensar el miedo que muchas personas sienten ante el complejo funcionamiento y la inevitable decadencia de su cuerpo y de su mente.
'Consumidos' es tan eficiente por su contenido y estilo como las películas de su autor –e igual de provocativa por lo que se refiere al terreno que explora–, aunque con la riqueza añadida de las descripciones detalladas y las subtramas que la prosa narrativa permite. Las primeras páginas me produjeron el mismo efecto que los primeros 10 minutos de sus películas: al principio me desorientaron por su lenguaje especial, su tono coloquial y la aparente ausencia de un hilo conductor que me indicara con claridad la forma que iba a adoptar el argumento. Cuando me di cuenta, sin embargo, ya estaba totalmente inmerso en la doble y detallada realidad que se estaba desplegando, deseoso de seguir sus vueltas y revueltas, y decidido a saber qué iba a sucederles a aquellos personajes, inicialmente enigmáticos.
Cuando la terminé, tenía la impresión de haber devorado el equivalente a varias películas de Cronenberg. Sin embargo, la novela consigue mucho más que evocar uno de sus lienzos cinematográficos. Cuesta explicar con palabras la ambición que ha plasmado y el magnífico resultado que ha obtenido creando una historia que es brutalmente única. Yo nunca había escrito tantas ni tan variadas notas en los márgenes de las páginas de un libro. 'Consumidos' contiene muchos pasajes notables. Uno que me gustó en concreto fue: “Tú ves un cadáver, un cuerpo muerto, mutilado, anónimo, y sí, enfermo. Pero yo no. Yo viví en el paisaje de ese cuerpo muchos años. Cuando cambió ese paisaje, cambió mi vida con él”. Algunas páginas incluso me hicieron pensar en la música expresionista, en esa pieza emocionalmente turbadora y progresivamente disonante que es el segundo 'Cuarteto para cuerdas' de Arnold Schönberg, o en la obra de pintores como Ernst Ludwig Kirchner. 'Consumidos' seguramente provocará reacciones muy subjetivas en cada lector y es poco probable que deje a nadie indiferente.
Llama la atención que Cronenberg nunca haya sido nominado como director para el Oscar. Y ello a pesar de una trayectoria excepcionalmente coherente como autor de películas audaces y aclamadas por la crítica durante cuatro largos decenios y de haber sido reconocido como uno de los más grandes cineastas vivos. Si no ha sido nominado por ninguno de los tres filmes en los que he tenido la suerte de colaborar con él ('Una historia de violencia', de 2005; 'Promesas del Este', de 2007, y 'Un método peligroso', de 2011), que seguramente han sido sus aportaciones más 'asequibles' a la cinematografía mundial, es probable que ya no lo sea nunca. Y sospecho que va a tener la misma suerte como novelista. Por decirlo con sencillez, está demasiado adelantado a su tiempo, y su obra como escritor inquieta a los críticos y al público tanto como sus películas, por mucho que les atraiga su singular enfoque de la narrativa. 'Consumidos' acaba de ser publicada en España por la editorial Anagrama.
NICOLAS GUERIN
Felicidades, David; 'Consumidos' es una hazaña extraordinaria. He llegado a conocerte un poco, a ti y tu sensibilidad literaria, por haber trabajado en tres películas tuyas y a través de nuestra correspondencia durante los últimos 12 años, y no me sorprendió en absoluto comprobar que el libro es original y está muy bien escrito. Nabokov decía que “algunos pensamientos son como un tumor maligno: los manifiestas, los extirpas y vuelven a aparecer, más peligrosos que antes”. ¿Qué te impulsó a escribir esta novela? ¿Creció a partir de alguna frase, de algún párrafo que se transformó en tumor?
Aunque me gusta mucho Nabokov y también el uso metafórico de las enfermedades, no pienso en el origen de este libro como en el desarrollo de un tumor, con toda la negatividad y las implicaciones patológicas que tiene esta imagen. La verdad es que me resulta difícil precisar el germen de la novela. Hace algo más de diez años empecé a escribir un guion basado muy libremente en las figuras de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Siempre me ha parecido que su relación era muy interesante, muy misteriosa y potente, y quise conectar con ella, jugar con ella, aunque de un modo muy indirecto y muy cambiado por necesidades argumentales, por cuestiones artísticas. Obviamente, los personajes no tardaron en cobrar vida y exigieron una historia propia, y de ese modo se distanciaron totalmente de la vida real de Sartre y Beauvoir. Frente a ellos puse a otra pareja, dos periodistas gráficos estadounidenses, relativamente ingenuos, que encuentran a la pareja de filósofos tan fascinante como yo a la pareja de la vida real, y en consecuencia se ponen a investigar su vida. En esto me siento influido por Henry James, que a menudo oponía la espontaneidad y el idealismo ingenuo de los personajes estadounidenses a la mundanidad decadente de los europeos. En cierto momento me vi incapaz de seguir escribiendo el guion y retrospectivamente –una impresión romántica y seguramente imaginaria– he llegado a creer que tropecé con las limitaciones de la estructura fílmica y que necesitaba pasar a la estructura novelesca si quería explorar en profundidad todas las complejidades que estaba descubriendo con mis premisas iniciales. Aunque es innegable que hubo un arranque emocional y un crecimiento incontrolado (o sea, que existió el factor tumor) en las primeras fases de la redacción, no tardó en calmarse, como debía ser, y en discurrir por cauces más controlados y rítmicos, durante unos ocho años (en ese tiempo hice cuatro películas), un proceso que parecía más el saludable desarrollo de un niño que la evolución de una enfermedad. Espero.
Los protagonistas de tu libro, Nathan y Naomi, son periodistas 'online' y adictos a los medios, que escriben sobre crímenes inusuales y escándalos sexuales. Poco a poco se van implicando en la vida de los notables individuos que investigan, hasta el extremo de que se vuelven cómplices voluntarios de sus crímenes y particularidades sexuales. Nada parece estarles vedado mientras preparan sus denuncias fotoperiodísticas. En tu opinión, ¿hay algún terreno prohibido cuando se busca el conocimiento ecléctico y la satisfacción de deseos o fetichismos personales?
Naomi y Nathan se han educado en el vacío de Internet, que es, más o menos como el inconsciente de Freud, el Ello, un lugar en el que no existen la moral ni la ética y donde la satisfacción simbólica del deseo de poder es moneda corriente. Si te gusta el cine y quieres ser crítico cinematográfico, empiezas un blog o creas una página web, dices que eres crítico y ya lo eres. Nadie te ha dicho que no sabes ortografía, que tu sintaxis es un desastre y que no tienes la menor idea de historia del cine. Por eso creo que mi joven pareja no es ni perversa ni malvada, ni siquiera que viole la ética profesional a sabiendas. No han llegado al periodismo gracias a películas como 'Todos los hombres del presidente' y no saben nada de los imperativos del periodismo profesional. Se han formado con la taimada imagen de los periodistas como estrellas mediáticas de la Red y, como muchos de su generación, se sienten fascinados por el poder y la fama reales, son atraídos por su fuerza de gravedad y, en consecuencia, deformados por ella. Y en una época en que el periodismo 'empotrado' (es decir, infiltrado) parece ser la norma, infiltrarse literalmente en la cama del sujeto al que investigas parece un movimiento inocente cuyos únicos obstáculos son las consecuencias emocionales, no las consecuencias éticas.
Después de leer 'Consumidos' te pregunté si tenías intención de convertirla en película. Respondiste que era factible pero complicado. ¿Has vuelto a pensar en la posibilidad?
Al principio me pareció que sería maravilloso y único. ¿Cuántos directores consiguen hacer películas basadas en sus propias novelas? Pero muy pronto me di cuenta de que era lo último que se me ocurriría. El libro se había terminado, estaba completo. No necesitaba una película para validarlo. Sería como hacer un 'remake' de mi último largometraje, un proceso aburrido e ingrato. Por el contrario, empecé a pensar que sería mucho más interesante que se encargara de él otro director. Ha habido conversaciones sobre la posibilidad de transformarlo en serie de televisión. En ese caso seguramente intervendrían varios directores, además de un 'showrunner', que es un coordinador general, una especie de guionista-productor. No me interesaría ni siquiera dirigir un episodio de esa serie, aunque creo que, en las manos apropiadas, el resultado sería interesante.
En 'El mito de Sísifo', Albert Camus afirma que “solo hay una cuestión filosófica realmente seria y es el suicidio”. ¿Estás de acuerdo en todos los aspectos? ¿Es un tema que te interese explorar en literatura o en cine?
Pienso que cada vez que creas algo te haces ese planteamiento filosófico. Quiero decir que has afirmado tu deseo de existir y de crear a pesar de la idea existencialista de que la vida humana es básicamente absurda y carente de sentido. Un tema subyacente en todas mis películas es que mis personajes buscan un significado, unas veces mediante el crimen y la violencia, otras mediante la aventura científica, otras mediante la filosofía. Yo creo que el sentido de la vida es la vida misma, y eso es razón suficiente para seguir viviendo de manera productiva. No hay ninguna necesidad de suicidarse.
Para presentar la novela has viajado a varios países, donde los periodistas y otras personas que la han leído te han hecho preguntas. ¿Has visto en ellas algún nexo? ¿Cómo relacionaban sus observaciones, si es que las relacionaban, con tu obra cinematográfica?
La verdad es que no han dejado de sorprenderme las preguntas a propósito del libro, y eso me ha gustado mucho. Cuando se trata de una película, las preguntas de los periodistas acaban siendo muy previsibles. No sé si es porque los críticos literarios interpretan las cosas de un modo más variado o solo porque aún no estoy acostumbrado a que me hagan preguntas como novelista. En realidad, siempre salen a relucir mis películas y se hacen comparaciones. A un periodista le dije que estaba esperando el día en que me abordara un crítico que no hubiera visto ninguna de mis películas para poder concentrarnos exclusivamente en el libro. “Le deseo suerte”, me respondió. Pero aún no he conocido a ese crítico.
¿Cómo te ves en el terreno creativo en el futuro inmediato? Si se presentara la oportunidad, ¿qué preferirías en este momento, hacer otra película o escribir otra novela?
He hecho una veintena de películas, pero soy incapaz de decir cómo surgen cuando llega el momento. Me parece algo tan inaudito ahora como cuando me limitaba a fantasear con ser cineasta. No sé si es porque ya he hecho muchas, o porque hacerlas se ha vuelto hoy insoportablemente difícil, o simplemente porque he vuelto a ser el novelista que pensaba que sería cuando era joven y ahora no se me ocurre pensar en otra cosa. La verdad es que trabajo en otra novela y no tengo ningún proyecto cinematográfico.
¿'Consumidos' viene a ser una consolidación de tu pensamiento tras años investigando como persona, cineasta y guionista? Cuando repasas tu trayectoria profesional, ¿qué temas te han preocupado más y cuáles crees que has analizado mejor? ¿Qué sido lo más importante en el plano personal, al margen de las reacciones de crítica y público, y qué dirección creativa te inspira en este momento?
No es por eludir la cuestión, pero todavía no me siento capaz de mirar atrás y repasar mi trayectoria. Puede que nunca lo logre. Pero, en términos muy generales, aún no puedo separar mis juicios de las opiniones que muchos críticos han emitido a lo largo de casi 50 años, sobre todo en lo relativo a mis temas y mis presuntas obsesiones (siempre he dicho que no soy un obseso, sino simplemente un curioso). Aún no estoy seguro de lo que significa en el fondo un ser humano y me dedico a tratar de averiguarlo.
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Traducción del inglés de Antonio-Prometeo Moya
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