Gustavo Petro y Claudia López |
Claudia López vs. Petro el Chantajista
López vs. Petro
Tras el estreno del protocolo de López para el Esmad está la guerra entre ella y Petro.
Mauricio Vargas
19 de enero de 2020
Un mes y medio antes de la votación de octubre pasado, Claudia López parecía haber perdido la carrera por la alcaldía de Bogotá contra Carlos Fernando Galán. Con la agudeza con que suele leer la política, comprendió que si seguía atrincherada en la izquierda, Galán se iba a quedar con todo el voto de centro y la iba a derrotar. Y jugó sus cartas: mientras Galán optó por decir poco, casi nada, ella lanzó durísimas declaraciones contra Gustavo Petro, a quien no bajó de chantajista. López tomó así distancia de la izquierda radical y sedujo con ello a una franja del centro, lo que le bastó para pasar a Galán y quedarse con la alcaldía.
Petro el Chantajista |
De paso, se sacó un clavo: en 2018, ella apoyó a Petro para la Presidencia en la segunda vuelta, lo que suponía que el exalcalde haría lo mismo con ella para la alcaldía en 2019. En cambio, Petro lanzó su propio candidato, Hollman Morris, y consumó lo que López y sus seguidores leyeron como una traición. Desde entonces, la enemistad anidó entre los dos dirigentes y ahora que ella asumió la alcaldía, Petro ha decidido desafiarla en las calles.
López lo sabe y por eso se negó a renunciar al uso del Esmad, el escuadrón antidisturbios de la Policía, como le pedían muchos de sus socios políticos. A cambio, dictó un protocolo que, en resumen, establece que si una manifestación bloquea, por ejemplo, TransMilenio, las autoridades distritales intentarán convencer por la vía del diálogo a los marchistas para que suspendan esa acción y, si fracasan, pedirán la intervención del Esmad.
El jueves en la tarde, cuando una marcha bloqueó TransMilenio en la NQS de la capital, voceros de la Secretaría de Gobierno entraron en conversaciones con los manifestantes, y convencieron a muchos para que dejaran de taponar el paso de los buses. Pero como una parte de los manifestantes mantuvo el bloqueo, la alcaldesa ordenó el siguiente paso del protocolo: el Esmad entró en acción, lanzó gases lacrimógenos y, a la fuerza, desalojó la vía y abrió el paso. Con todo derecho, López salió a cobrar el resultado.
Es una buena lección para quienes piden que se acabe el Esmad: toda democracia –las mejores y las peores– cuenta con una fuerza antidisturbios. Otra cosa es ponerle reglas y límites, para evitar tragedias como la de Dilan Cruz, en una de las marchas de noviembre. Renunciar al Esmad equivale a dejar las calles de las ciudades en manos de cualquier grupo de vándalos que se quiera poner de ruana la vía pública, como teme –con bastante razón– la alcaldesa que pretendan los grupos de choque del petrismo que, en las protestas del año pasado, ya mostraron de cuánta violencia son capaces.
López sabe que, por mucho que a ella y a su equipo les simpaticen los marchistas, no hay alcalde que resista frecuentes bloqueos a TransMilenio. Impedir esos taponamientos no tiene nada de antidemocrático: el derecho a la protesta de unos cuantos cientos no puede estar por encima del derecho a la libre movilización de cientos de miles. Además, si los bloqueos a TransMilenio se vuelven pan de cada día, la popularidad de la alcaldesa caerá por el piso, que es justamente lo que Petro quiere.
Por ahora, el protocolo funcionó. Y es deseable que siga operando con la misma eficacia. No está claro cómo actuará el Esmad cuando los radicales vandalicen estaciones de TransMilenio o revienten las vitrinas del comercio, pues, ante ese tipo de acciones, no hay espacio para un diálogo preventivo. Pero más allá de esas dudas, la alcaldesa acertó y les ganó a los petristas este primer pulso. Petro registró el golpe y contraatacó vía Twitter, con una foto de la presencia del Esmad en el lugar: “La repetición de lo mismo”, trinó. Como quien dice, que López es igual a Enrique Peñalosa. Esta historia continuará.
EL TIEMPO
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