Olga Tokarczuk |
Olga Tokarczuk: “Internet es cada vez más una historia contada por un idiota”
La premio Nobel de 2018 reivindica en su discurso el poder de la literatura para unir y dar sentido a un mundo fragmentado
Carlos Geli
Barcelona, 9 de diciembre de 2019
Olga Tokarczuk suele armar sus novelas a partir de la tensión entre opuestos: razón-locura, hogar-desarraigo, naturaleza-cultura. Y bajo el mismo armazón se mueve de algún modo estos días en Estocolmo durante los actos previos a la inédita doble concesión este año del Nobel de Literatura de 2018 (el suyo) y el de 2019 (el de Peter Handke). A la autora polaca de 57 años se la divisa solo a media luz por la sombra de la polémica posición sociopolítica proserbia del austriaco sobre la guerra en la antigua Yugoslavia, controversia que se arrastra desde la designación en octubre y que este jueves se acrecentó después de que Handke se encarase por ello con la prensa en la tradicional rueda de prensa previa a la ceremonia de entrega, que tendrá lugar el próximo martes.
Hoy sábado la autora de Los errantes pudo mostrar a la luz su perfil completo con la lectura de un discurso en el que enhebró muchos de los males de la sociedad actual, como el individualismo, la fragmentación, las fake news o la destrucción del medioambiente. Ante esto contrapuso un único antídoto: el poder unificador de una literatura protagonizada por “el narrador tierno”.
Como buena novelista, Tokarczuk (vestida toda de negro, pelo bien atado atrás, gafas redondas de pasta oscura) empezó evocando una fotografía de su madre embarazada de ella, pero de rostro triste. Cuando le preguntó, años después, “ella me dijo que estaba triste porque no había nacido aún, pero que ya me extrañaba… Colocó mi existencia fuera del tiempo, me dio algo que una vez se llamó alma”. Ya ahí estaba la semilla de un narrador tierno.
Bajo ese prisma, Tokarczuk fue revisitando el mundo actual: alertó que “nos faltan nuevas formas de contar la historia del mundo” porque la hoy imperante literatura del yo, si bien da “una gran ágora donde todos pueden contar su destino” se ha acabado convirtiendo en “un coro de solistas, voces ahogándose unas a otras: nos falta la parábola”. No mejor libradas quedaron las series televisivas (“su influencia en los modos de contar es revolucionaria”), que en su propia naturaleza, la necesidad de crear finales abiertos (“la fábula interrumpida que creó Sherezade”), provoca "la desaparición de las catarsis, la experiencia de la transformación interna”.
Si su voz se iba sosegando, no lo hacía el trasfondo. Y así, Internet, que debía “unir y generalizar y liberar” para “escuchar la armonía del mundo”, ha acabado siendo un lugar de “una cacofonía de sonidos insoportable. Cada vez más es una historia contada por un idiota, llena de ruido y furia”. Y su hija, las fake news, ha generado que “la ficción haya perdido la confianza de los lectores: la mentira se ha convertido en un arma de destrucción masiva” y eso explica, según la Nobel, el auge de la no ficción.
En ese contexto, y tras alertar de que el peso de la imagen puede ser una alternativa inquietante a la lectura y a la escritura (“¿por qué llevar un diario de viajes si puedes colgar fotos en la Red?”), propuso Tokarczuk “la literatura contra el diluvio de la información” y ese mundo fragmentado, donde “todo está en pequeños trozos, galaxias separadas entre sí”. Y ahí surgió de nuevo el recuerdo de su madre cuando le contaba la historia de Hans Christian Andersen de la tetera arrojada al basurero tan pronto como se rompió su asa. “Yo lloraba: creía que los objetos tenían sus problemas y emociones… Todo el paisaje que nos rodea está vivo”.
Tokarczuk abogó entonces por crear un tipo de narrador en “cuarta persona”, el de la visión más amplia, que vaya “más allá de los límites de nuestro ego”. Y se involucró: “Escribo ficción, pero nunca es pura fabricación; tengo que dejar que todos los seres y los objetos que salen en mis libros me atraviesen; todo lo que es humano y más allá; para eso me sirve la ternura: es gracias a la ternura que la tetera comienza a hablar”. El final de su discurso no podía ser otro: “La literatura se basa en la ternura hacia cualquier ser que no sea nosotros”. Tokarczuk salió refulgente de la sombra.
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