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miércoles, 16 de octubre de 2019

¿Tiene sentido que Netflix le pague 70 millones de dólares a Eddie Murphy por un monólogo?



¿Tiene sentido que Netflix le pague 70 millones de dólares a Eddie Murphy por un monólogo?


O dicho de otro modo: ¿Tiene sentido que el primer monologuista en convertirse en una super estrella cobre 70 millones de dólares por algo que hace 36 años que no hace?
Rafael Galán
23 de julio de 2019



Justo al principio del primer episodio de la última temporada de Comedians in Cars Getting Coffee, justo cuando Jerry Seinfeld se presenta en la mansión de Eddie Murphy en Los Ángeles, California, hay un pequeño detalle que resume a la perfección qué tipo de estrella es Eddie Murphy. Si no prestas atención se te escapa. El caso es que Seinfeld se presenta con un Porsche Carrera GT. Ya sabes que en cada episodio, cada coche tiene algo que ver con el personaje que va a pasar el día con Jerry. Por lo general, cuando van a subirse al coche, después del panegírico inicial sobre el vehículo que hace Jerry, se explica cuál es exactamente la relación que guarda con el invitado. Los dos humoristas se saludan, se abrazan y...

- ¿Qué coche es? ¿Un Porsche?, pregunta Eddie Murphy, por educación más que nada, porque está claro que es un Porsche.
- Un Porsche Carrera GT, uno de los coches más exóticos y perfectos que se han fabricado. Este coche me recuerda a ti porque es perfecto. Me recuerda el concepto de perfección, igual que tú, responde Jerry.
- Gracias.
Es ese 'gracias', humilde, sorprendido como pocos, lo que marca la diferencia, lo que define a Eddie Murphy, el humorista de Brooklyn afroamericano que lo consiguió y que cuatro décadas después de subirse a los escenarios no se le ha subido el éxito a la cabeza. Porque todavía está ahí el orfebre del stand up de los años ochenta. A ver, que son dos tíos de Brooklyn que, realidad crecieron en Long Island, y que empezaron sus carreras exactamente la misma semana de julio de 1976 exactamente en el mismo local de comedia (que ya es casualidad): el mítico Comic Strip, en Nueva York. A los dos les ha ido bien en la vida, tienen pasta para aburrir, y es normal un cierto nivel de peloteo. Pero detrás del peloteo hay un respeto militar: Seinfeld sabe exactamente el tipo de cómico que es Murphy en el escenario: metódico, perfeccionista hasta la náusea (exactamente igual que Seinfeld). Si no eres a) un fanático de la comedia estadounidense y b) un friki como la copa de un pino, lo normal es que asocies a Eddie Murphy con la franquicia de Superdetective en Hollywood, El príncipe de Zamunda, Límite 48 horas, 48 horas más, Entre pillos anda el juego, El chico de oro y luego con el resto de despropósitos cinematográficos que se han ido sucediendo en su carrera de cuyos títulos no queremos acordarnos. No sabrás, básicamente, que Eddie Murphy fue la primera mega-estrella de la stand-up comedy en Estados Unidos y, bueno, de todo el mundo (aunque algunos de los monólogos de Andrés Pajares en el Florida, en Madrid, son canela fina al mismo nivel, pero esa es otra historia). Eddie Murphy fue el primer monologuista en 'conseguirlo'. Richard Pryor era una estrella, que sí. Steve Martin (lo mejor que le podía pasar a la Humanidad y al stand-up) era una estrella, que sí. Pero no eran mega-estrellas. Eddie Murphy, sí.

Eddie Murphy Netflix
Getty Images
Fue la primera verdadera mega-estrella de la comedia. Sin miedo, guapete (porque ese bigote no le saca adelante cualquiera... venga, échale un par y trata de construir una carrera con un bigote así...), un gran imitador (¿James Brown?), vestido de cuero y seguro de sí mismo, impulsado por el éxito televisivo de Saturday Night Live (que los españolitos veíamos en Ni en vivo ni en directo los sketches de SNL fusilados sin saber que eran sketches de SNL fusilados) consiguió dar el salto a Hollywood. El éxito de Limite 48 horas, le permitió en 1983 grabar el especial de comedia más iconico de la Historia: Delirious. Tenía 22 años. Luego vino Raw, muy poco después, y a continuación, la sequía. Era ya una estrella de Hollywood y no tenía tiempo de coger un micrófono.
Todo esto viene a cuento de los rumores que apuntan que Eddie Murphy está negociando una serie de especiales de comedia con la plataforma de streaming Netflix, según ha publicado TMZ citando a fuentes cercanas al propio actor. Estas misma fuentes hablan de una cifra que ronda los 70 millones de dólares. Una cantidad que no ha sido confirmada por nadie, mucho menos por Netflix. Pero, ¿tiene sentido? ¿Tiene sentido pagar 70 millones de dólares a un tipo que lleva treinta años sin hacer stand-up? Para Netflix que le ha robado a Comedy Central, Showtime y HBO el nicho de los monólogos en la batalla del streaming tiene todo el sentido.
Dave Chappelle grabó tres monólogos para Netflix por 20 millones de dólares cada uno: 60 millones, que ya está bien. Chris Rock se llevó 40 millones por dos especiales y Amy Schumer, embarazadísima, cobró 11 millones por su último monólogo. Todos ellos en Netflix. La diferencia con ellos es que Murphy hace tres décadas que no se sube a un escenario. Así que la pregunta no es una tontería. Delirious, sí, fue importante, pero el material ha envejecido mal. Lo escuchas ahora y piensas: uf, ¿esto no es un poquito homófobo? ¿Existe el concepto de poquito en la homofobia? ¿Esa forma de referirse a las mujeres es viable en la era del MeToo? Está claro que no podemos ver con ojos de 2019 la comedia de 1983, pero la pregunta, en serio, es razonable.
A diferencia de Richard Pryor, Murphy no era un gran comentarista social. Él era bueno haciendo imitaciones. Era bueno en la puesta en escena, más que en el contenido. Ya sabes es de ese tipo de humoristas. Como el stand up de Jim Carrey, sinuoso, electrizante, hipnotizante. Ahora bien, de ahí a combinar imitaciones de M.A. (del Equipo A, Mr. T) con homofobia hay un largo y más sinuoso todavía trecho.
Pero Murphy también tenía talento para hablar sobre su familia con la misma gracia que Pryor o, sobre todo, Bill Cosby (que es una pena que fuera un depredador sexual porque su comedia era maravillosa, pero ahora es imposible desligar una cosa de otra... yo he tirado a la basura todo el material que tenía suyo). Así que tiene una oportunidad.


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