La licitud del crimen
Jordi Costa
24 de septiembre de 2015
No parece arbitrario que la anterior película de Woody Allen, la ligera, imperfecta pero seductora Magia a la luz de la luna, se cerrase con un racionalista admitiendo su derrota ante la existencia de una fuerza tan irracional como la del amor y que ahora toque hablar de un trabajo que, bajo el título de Irrational Man,parte de una interesante paradoja: Abe Lucas (Joaquin Phoenix), el protagonista de esta novela de campus hecha película, es un profesor de filosofía en plena caída libre existencial, que se empeña en racionalizar la ejecución de una transgresión aparentemente irracional, el asesinato sin móvil a la vista.
Entre Annie Hall (1977) y Maridos y mujeres (1992), Allen vivió una larga etapa de plenitud creativa, que, en volumen de producción, ya se ha visto rebasada por un periodo crepuscular que el cineasta sigue alimentando con regularidad. Esta última fase ha inspirado ciertos vicios entre la crítica: se celebran los que se identifican como trabajos más serios y ambiciosos —Match Point (2005), Blue Jasmine (2013)—, se desata cierto ensañamiento sobre los divertimentos sin coartadas —A Roma con amor (2012)— y se afirma cierto consenso sobre la común desidia estilística. Quizá todo este corpus menor merezca otro tipo de aproximaciones analíticas, atentas al modo en que estos trabajos revisan, matizan y desmontan temas, obsesiones y formas que ocuparon el discurso alleniano en tiempos más gloriosos.
IRRATIONAL MAN
Dirección: Woody Allen.
Intérpretes: Joaquin Phoenix, Emma Stone, Parker Posey, Jamie Blackley, Betsy Aidem, Ethan Phillips, Paula Plum, Nancy Giles, Joe Stapleton.
Género: comedia. Estados Unidos, 2015.
Duración: 95 minutos.
En este sentido, Irrational Man supone un estimulante caso de estudio: es una pieza estrechamente relacionada con la triunfal Delitos y faltas (1989) y la sobrevalorada Match Point (2005), pero remata el tríptico con una importante decisión de tono. Si la primera hacía convivir drama y comedia dentro de un mismo relato, pero en esferas separadas, la segunda decidió prescindir de lo bufo. Irrational Man propone la fusión de ambos extremos: es un drama patético o una comedia trágica protagonizada por un personaje esencialmente problemático, que Phoenix consigue vaciar de todo tic alleniano. La escena de la ruleta rusa en la fiesta académica demuestra que Allen quizá se ha relajado en las maneras, pero su ímpetu desestabilizador sigue en buena forma. Al igual que su gusto por la reflexión incómoda.
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