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miércoles, 5 de junio de 2019

Margaret Drabble / De repente un destello



De repente un destello

Margaret Drabble ofrece en sus cuentos una maravillosa composición de personajes femeninos curtidos por la vida


JOSÉ MARÍA GUELBENZU
24 JUL 2017 - 10:46 COT

Margaret Drabble (Sheffield, 1939) pertenece a una familia de intelectuales ingleses; es hija de un conocido abogado y novelista y hermana de la también escritora A. S. Byatt. Comenzó formando parte de la Royal Shakespeare Company, pero pronto se decantó por la creación literaria. Ha publicado novelas, biografías (de Arnold Bennett y Angus Wilson, por el que siente enorme admiración) y ensayos. Este libro es una recopilación de sus cuentos completos, editada en 2011.



Lo primero que el lector advierte es su maravillosa percepción y composición de los personajes femeninos, casi todos mujeres de mediana edad, curtidas por la vida y sorprendidas en un episodio comprometido. Son mujeres normales (excepto una, que obtuvo el Nobel por sus descubrimientos acerca del “gen de la vanidad”, pero se encuentra deliberadamente fuera de los focos de atención) descritas con una notable penetración psicológica que se apoya en gestos, actitudes y reacciones tanto como en sus pensamientos y sentimientos; lejos de lo insólito o lo extraordinario podría decirse que, en realidad, se trata de una entrada en profundidad en el territorio de la normalidad, una normalidad a partir de la cual las singulariza y muestra con una eficiencia que no perdona y un estilo que recuerda la elegancia literaria de antecesores, como el propio Wilson, Graham Greene o E. M. Forster.



Los relatos son una apología de la vida común, y digo apología en lo que significa de alabanza porque todas estas mujeres suscitan ante todo cercanía y simpatía. O quizá, más que simpatía, la palabra es “comprensión” por parte del lector, una comprensión que no elude lo dramático. Eso es porque la suya es una escritura meticulosa, analítica, sosegada, que busca la vida y los deseos ocultos con cautela y precisión, acumulando detalles y sensaciones que acaban conduciendo a un final consecuente y sugerente a la vez, una suerte de sorpresa medida, siempre. Pero no se piense que a la escritura le falta empuje o coraje narrativo; al contrario: son historias de una fortaleza expresiva y emocional que, ayudadas por un detallado empleo de la gestualidad y soberbias descripciones de entorno, construyen una prosa muy reflexiva que se extiende como las ondas en el agua quieta al arrojar una piedra en el estanque donde se refleja la naturaleza humana.


Todos los relatos están inmersos en un episodio de las vidas de esas mujeres y en todos reluce de pronto un destello, un momento que modifica sus conciencias, lo mismo que si ajustáramos el enfoque de su existencia para ganar nitidez. En ‘La torre de Hassan’, un joven matrimonio británico aburrido y decepcionado recibe, en un país que sienten hostil, la revelación del “otro”. En ‘Un viaje a Citera’, Helen, una solitaria para la que todo viaje es el inicio de una experiencia excitante, pasa, sin embargo, la mayor parte de su vida entre sus confines. En un viaje en tren un hombre le entrega una carta para que la franquee; cuando la curiosidad puede con ella, acaba acechando a la destinataria de la carta. En ‘La viuda alegre’, una mujer que acaba de perder a su marido decide apartarse en el campo para disfrutar de su viudedad.
Y así se van sucediendo todos los relatos, excelentes por igual, el libro no tiene desperdicio. Es imperdonable que Margaret Drabble sea tan poco conocida en España. Su obra es una serena pero emocionante muestra de la mejor literatura.

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