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viernes, 31 de agosto de 2018

Antonio Muñoz Molina / Naipaul en el mundo




V. S. Naipaul, en 1992 en París.
V. S. Naipaul, en 1992 en París. 


Naipaul en el mundo

El británico es un escritor político incluso cuando cuenta historias sobre su familia y su vocación


Antonio Muñoz Molina
31 de agosto de 2018

Un hecho simple bien contado adquiere por sí mismo una cualidad de símbolo. No es un adorno literario: es un hallazgo cognitivo. El símbolo sintetiza y explica lo real, a la manera de una ecuación o de una fórmula química. Un hecho así está en el corazón de The Enigma of Arrival, que es ya de por sí una síntesis de toda la literatura de V. S. Naipaul, de su idea del mundo y de sí mismo, del origen de su vocación literaria y el proceso difícil de autoconocimiento sin el cual no es posible el aprendizaje del oficio. En la novela, que solo lo es hasta cierto punto, el joven Naipaul ha empezado por fin el viaje que lo llevará de Trinidad a Inglaterra, de la periferia semicolonial a la metrópolis. Va a ser un viaje largo y laborioso para el estudiante becado que no sabe nada del mundo, que ha vivido la partida con una mezcla de exaltación y de pánico. La despedida de la familia ha sido premiosa, sofocante en su lentitud y en su espesor sentimental para el joven impaciente por desprenderse del agobio de la familia. El avión despega por fin y cuando toma altura Naipaul mira por la ventanilla y ve lo que hasta ahora no había visto nunca: la forma completa de la isla en la que ha vivido hasta entonces. Los contornos del territorio al que uno pertenece solo se vuelven visibles al abandonarlo.




En una época de veleidades expresivas, de brillos irresponsables de palabrería, nadie ha cultivado igual que él la prosa como una forma de conocimiento

Todo lo que Naipaul escribió a lo largo de 30 años de fertilidad incomparable tiene que ver con ese primer viaje, con esa ambición de asomarse a la anchura del mundo y ese descubrimiento de lo que se ha dejado atrás. Su propia vida le dio el símbolo en el que se cifra toda la riqueza y la amplitud de un espacio narrativo que es íntimamente suyo y a la vez abarca la geografía de varios continentes, la historia de la expansión imperialista de Europa, las turbulencias y los fracasos del mundo que los colonizadores dejaron tras siglos de explotación despótica, en una retirada tan atropellada y tan irresponsable como lo había sido la conquista. Por eso Naipaul es un escritor político incluso cuando cuenta historias sobre su familia y sobre su propia vocación, y es autobiográfico cuando al buscar los orígenes de la calamidad poscolonial se remonta a los viajes de Colón y a los de Sir Walter Raleigh, a la conjunción de codicia y fantasmagoría delirante que animaba en el siglo XVI a los conquistadores a dejarse la vida buscando El Dorado o la Fuente de la Eterna Juventud. En el joven Naipaul está la melancolía del adolescente de provincia que alimenta como puede su vocación precoz en una comunidad que le parece cerrada y hostil, muy lejos del resplandor de las capitales de las que vienen los libros que lee y en las que imagina que sucede la literatura. La distancia geográfica no tiene por qué ser demasiado grande. Entrevisté una vez a Don DeLillo, que había nacido en una familia trabajadora italiana del Bronx, y me contó que para él Manhattan, el lugar de la literatura, le parecía tan remota como París aunque estuviera a unas cuantas paradas de metro de su barrio. La provincia de Naipaul estaba más apartada todavía porque era una isla sin pasado ni consistencia social o económica, sin la posibilidad de una tradición en la que haberse educado. El pasado de las poblaciones indígenas había sido borrado sin huella por las matanzas y las epidemias. Los paisajes de la isla habían sufrido una extinción semejante, al ser arrasados para convertir todo el territorio en una vasta plantación de caña de azúcar. Esclavos de África y, después del fin de la esclavitud, trabajadores traídos de India cultivaban la caña y producían el azúcar al servicio de propietarios europeos que no tenían otro vínculo con la tierra en la que vivían que la extracción sin miramientos del máximo beneficio.

VS Naipaul


En su provincia asentada y opresiva, el aspirante a rebelde quiere hacer borrón y cuenta nueva, romper con sus raíces: Naipaul, el joven colonial, miembro de una familia de emigrantes indios que siguen siendo extranjeros al cabo de las generaciones, no puede apoyarse más que en su propia obstinación, y como viene de un territorio culturalmente devastado, necesita hacer suya, aunque en sus propios términos, la cultura de los colonizadores. Sus primeros modelos fueron El Lazarillo de Tormes y Dickens. El español del Lazarillo era el de los conquistadores y el de los cronistas de Indias: pero la mirada y la escritura de Lázaro, de su autor anónimo, eran una lección de claridad y de irreverencia que desmentía las palabrerías imperiales y enseñaba a contar las cosas tal como son, a la luz fría y desengañada de la verdad. Y el oficio narrativo que le había servido a Dickens para mostrar por dentro el tejido de las vidas inglesas y el funcionamiento social en la época del gran empeño imperial podía ser usado para contar el otro mundo, el de la experiencia lejana de los colonizados en su isla perdida en el Caribe. V. S. Naipaul, en A House For Mr. Biswas, se apoderó de la forma clásica de la novela de Dickens con la misma ambición y el mismo descaro con que su coetáneo caribeño Derek Walcott hizo suya la tradición igual de sacralizada del gran poema épico. El marginal lleno de talento toma por asalto la ciudadela de lo intocable como el que se cuela de noche en un museo, y lo hace suyo y a la vez contemporáneo, lo devuelve de la arqueología a la vida.
Nada más alcanzar la maestría en el arte de la novela clásica V. S. Naipaul abjuró de ella. Tanteó otras formas más fragmentarias de ficción que se correspondieran con las vidas de desarraigo y desplazamiento que quería contar. Consideró que la ficción no le bastaba y tomó otro género clásico de la literatura colonial, el relato de viajes, y le dio la vuelta para contar con urgencia y con una claridad corrosiva como la del Lazarillo historias que ya no podían ser abarcadas dentro de los límites de la novela. Daba igual el género: lo que importaba era la precisión de la escritura y la agudeza de la mirada y el oído. Nadie, que yo sepa, ha llegado tan lejos en estos tiempos como V. S. Naipaul en convertir la transparencia en estilo; en una época de veleidades expresivas, de brillos irresponsables de palabrería, nadie ha cultivado igual que él la prosa como una forma de conocimiento.

Carilda Oliver Labra / Guárdame el tiempo



https://www.youtube.com/watch?v=-l8GucRVzkI
"Guárdame el tiempo" en la voz de Carilda Oliver



Carilda Oliver LabraGuárdame el tiempo


Vuelves a renovarme el don perpetuo.
Otra vez eres ése
que me enseñó las señales del alba,
el que salvó una hormiga en el borde del vaso.

Vuelves para pedirme que reúna
la corte de los gatos,
que te ampare de aquel golpe en la nuca,
que te dé mi tristeza como un sorbo,
que te recorte alguna uña,
que me moje de ti,
que te alcance el café,
que no oscurezca,
que me case contigo esta noche otra vez.

Se nos quedaron muchas cosas sin hablar,
Necesitamos una cita,
porque
¿a quién le doy tantas caricias
que sobraron,
aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?
¿A quién le cuento
que he planchado, creyendo que era tela,
tu perfil de muchacho?

¿A quién convido ahora con mis piernas
y le enseño el jazmín que nació anoche,
y le pongo una abeja a que lo pique,
y le saludo la inocencia?

¿A quién le miento y juro,
a quién le tiro un pan contra la oreja,
a quién le digo que lo odio,
y luego, que lo amo?

¿A quién le digo hijo,
y me lo paso por dentro como un trapo?
Sé bien que estás metido en nuestros átomos,
que te mueves en ese aire que espantó esta página
que observas desde los retratos,
que te has caído hoy contra mi pecho
y para que seamos uno solo
hasta este propio corazón
me lo has parado;
sé que estoy muerta
soñando que te busco por el cuarto.

Guárdame el tiempo.
Guárdamelo.
Estoy segura de que puedes.
Así no ha de caer la luna
ni tendrás que morirte en la mañana
y el jueves será eterno
y te besaré siempre como el veinticuatro
de septiembre
de mil novecientos ochenta y uno.
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.

¡Qué no pase ni un minuto,
que nada ciego nazca,
que no se invente un aparato de tortura
ni estalle otra contienda contra el hombre;
que no cacen más pájaros,
que no se malogre la pureza,
que vuelvas
a ser
y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,
a mis harapos!

Guárdame el tiempo,
guárdamelo.

Te lo pido con rabia,
con ternura,
con todo lo que no es palabra.
Para que siempre seamos lo estupendo:
hombre y mujer
girando,
nueva especie del mundo;
ya casi un milagro.
Pues me han salido en la cara tus ojos
y a ti en el rostro mi boca,
y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira
ni cuando tú me besas
si soy yo quien te está besado.





DE OTROS MUNDOS
La vida es luz / Una entrevista de Carilda Oliver Labra
La Matanzas de Carilda Oliver Labra
Carilda Oliver Labra / Más allá del mito y de las fábulas
Pedro Juan Gutiérrez / Carilda Oliver Labra
Muere la poeta Carilda Oliver a los 96 años

POEMAS
Carilda Oliver Labra / Me desordeno, amor, me desordeno
Carilda Oliver Labra / Busco una enfermedad que no me cabe
Carilda Oliver Labra / Discurso de Eva
Carilda Oliver Labra / Con desdén y oro
Carilda Oliver Labra / Elegía
Carilda Oliver Labra / La tierra
Carilda Oliver Labra / Te borraré con una esponja de vinagre
Carilda Oliver Labra / Carilda
Carilda Oliver Labra / Éste
Carilda Oliver Labra / Anoche
Carilda Oliver Labra / Guárdame el tiempo

KISS
Carilda Oliver Labra / I Go Crazy
Carilda Oliver Labra / Eve's Discourse

PESSOA
Morreu a poetisa cubana Carilda Oliver



Carilda Oliver Labra / Anoche







https://www.youtube.com/watch?v=bdYjzXuDof0
"Anoche" en la voz de Carilda Oliver

Carilda Oliver Labra
Anoche

Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.

El joven
nadaba como las olas.
Era tétrico,
suave,
me dio con un martillito en las articulaciones.
Vivimos ese rato de selva,
esa salud colérica
con que nos mata el hambre de otro cuerpo.

Anoche tuve un náufrago en la cama.
Me profanó el maldito.
Envuelto en dios y en sábana
nunca pidió permiso.
Todavía su rayo lasser me traspasa.

Hablábamos del cosmos y de iconografía,
pero todo vino abajo
cuando me dio el santo y seña.

Hoy encontré esa mancha en el lecho,
tan honda
que me puse a pensar gravemente:
la vida cabe en una gota.



Carilda Oliver Labra / Éste






Carilda Oliver

Éste

El mío, el importante, el que me dura;
perfecto como el jueves o el verano.
Este que nunca pierdo, casi hermano,
lo menos frío, la mayor dulzura.

El comparable a un soplo en la cintura,
y la inocente mano de mi mano;
el acostado a sollozar temprano,
el que tiene también de mi locura.

Este que se sonríe de ser hombre,
este de absurdo mal, de fruta en nombre:
mi propio enorme corazón enorme.

El necesario celestial testigo
de mi absoluta palidez de trigo,
que me besa por dentro cuando duermo.



Carilda Oliver Labra / Carilda



Carilda Oliver Labra

Carilda Oliver Labra

Carilda

Traigo el cabello rubio; de noche se me riza.
Beso la sed del agua, pinto el temblor del loto.
Guardo una cinta inútil y un abanico roto.
Encuentro ángeles sucios saliendo en la ceniza.

Cualquier música sube de pronto a mi garganta.
Soy casi una burguesa con un poco de suerte:
mirando para arriba el sol se me convierte
en una luz redonda y celestial que canta...

Uso la frente recta, color de leche pura,
y una esperanza grande, y un lápiz que me dura;
y tengo un novio triste, lejano como el mar.

En esta casa hay flores, y pájaros, y huevos,
y hasta una enciclopedia y dos vestidos nuevos;
y sin embargo, a veces... ¡qué ganas de llorar!





Carilda Oliver Labra / Te borraré con una esponja de vinagre




Carilda Oliver Labra

Te borraré con una esponja de vinagre

Te borraré con una esponja de vinagre,
con un poco de asco.
Te borraré con una lágrima importante
o con un gesto de descaro.

Te borraré leyendo metafísica,
con un telefonazo o los saludos
que doy a la ceniza;
con una tos o un cárdeno minuto.

Te borraré con el vino de los locos,
sacándome estos ojos;
con un varón metido aquí en mi tumba.

Te borraré con juegos inocentes,
con la vida o la muerte;
¡aunque me vuelva monja o me haga puta!



Pedro Juan Gutiérrez / Carilda Oliver Labra



Carilda Oliver Labra


Pedro Juan Gutiérrez
30 de agosto de 2018

Carilda Oliver Labra acaba de fallecer en Matanzas el pasado miércoles 29 de agosto 2018, a los 96 años.

Era la gran poeta romántica de Cuba. 

Me desordeno, amor, me desordeno. Fue uno de sus versos que nos acompañó  durante toda la vida.

Para mí, en lo personal, más que una poeta maravillosa fue  mi profesora de inglés en la secundaria, entre 1963 y 1966. Era tan amable y sonriente que no parecía una profesora como las demás. Siempre sonreía, con una paciencia infinita. Durante algunos años la tuvieron apartada como poeta porque había escrito algo fuera de tono con las corrientes políticas de aquel momento.  Fueron unos cuantos años difíciles para ella. Después el tiempo limó las asperezas y las aguas tomaron su nivel. Yo la visitaba con frecuencia en su caserón colonial de Tirry 81, en el barrio de Pueblo Nuevo. Y nos divertíamos porque siempre me hacía cuentos e historias de todo tipo. Disfrutaba tanto la vida, con un sentido poético permanente que me contagiaba. Yo siempre salia alegre y feliz de su casa. Después, en 1975, me fui de Matanzas, y lógico, nos veíamos muy poco. 

Tengo algunos de sus libros. No todos. De vez en cuando cojo algunos y los releo. Siempre encuentro buen humor, generosidad y amor. Hasta sus poemas más eróticos rezuman cierto aire de infinitud, de sonrisa, de tomarlo todo como viene y transformarlo en amor y pasión. 

Ahora podría aquí escribir algunas de sus anécdotas más jugosas, aquellas que me contaba, sentados, tranquilos, en mecedoras,  en la sala de su hermosa casa colonial.  Pero ya en algún momento las escribiré, son muy divertidas.




jueves, 30 de agosto de 2018

El Nobel de Jacinto Benavente

 


FEDERICO REPARAZ

OBJETOS QUE CUENTAN

El Nobel de Jacinto Benavente


SILVIA HERNANDO
28 AGO 2018 - 04:09 COT


Hacía poco más de dos décadas que existía el premio. En noviembre de 1922 la Academia sueca decidió concedérselo al segundo español de su historia: el dramaturgo madrileño Jacinto Benavente (1866-1954), que tomaba así el relevo de José Echegaray en ser reconocido con el Nobel por  su dominio de las letras. Famoso por su heterodoxia, plasmada en su vida y obra, el autor de Los intereses creados ni siquiera acudió a Estocolmo a recibir el reconocimiento: en aquel entonces se encontraba en Argentina, camino de Chile, viajando con una compañía de teatro. El mundo perdió así la oportunidad de escuchar su discurso y conocer sus íntimas reflexiones sobre la actividad literaria. Él, a su vez, se quedó sin el dinero del galardón. Y no porque no se lo entregaran. El Archivo Histórico Nacional conserva el diploma y el medallón que le otorgaron, así como un cheque por valor de 122.482,56 coronas (al cambio actual, unos 12.000 euros) que, no se sabe por qué, jamás llegó a ser cobrado.

Qué

El Nobel de Jacinto Benavente

Cuándo lo recibió

1922

Dónde está

Archivo Histórico Nacional (Madrid)


EL PAÍS 

Carilda Oliver Labra / La tierra


Carilda Oliver

https://www.youtube.com/watch?v=kV2fmCp7nB8
"La tierra" en la voz de Carilda Oliver Labra

Carilda Oliver Labra
La tierra

Cuando vino mi abuela
trajo un poco de tierra española,
cuando se fue mi madre
llevó un poco de tierra cubana.
Yo no guardaré conmigo ningún poco de patria:
la quiero toda
sobre mi tumba.




Carilda Oliver Labra / Elegía




Katarzyna Rzontkowska

Carilda Oliver Labra
Elegía

Los besos se me han vuelto telarañas,
la casa se ha venido abajo,
se derrumba;
ya está rota
aunque tiembla entre gajos y vitrales.

Abierta como madre
la aluden los crepúsculos;
es un desierto borrado por mis pies
que no siguen a nadie.
He claveteado estas persianas
para que no examinen la agonía,
el polvo es mi señor.

Sepultada
por gatos y papeles
jamás sospecharán que vivo.



Carilda Oliver Labra / Con desdén y oro





Carilda Oliver Labra
Con desdén y oro

Voy a verle
en cualquier sitio,
él pedirá un ron para mezclarlo con mis pupilas;
yo, el crepúsculo.
y me traerán una lágrima.

Voy a verle:
a las seis de la tarde,
cuando los combatientes repasan sus fusiles
y los adúlteros se acuestan con mariposas;
a las seis de la tarde,
sin luna,
cuando por los cines naufragan las divorciadas
y los obreros comienzan a bañarse.
A las seis,
con temblor y relente,
con bochorno,
ciega como leche y sed,
voy a verle.
Azogue en su mano,
una extraña,
qué poco de suerte,
subterráneo para reírme a carcajadas.
Con un traje amarillo como si renunciara a la tristeza
voy a verle.

Tendré cuidado
no sea, que, al abrirme, estalle el sollozo
Y comprenda que delinco.

Seré cauta,
debo mentir: «adiós, alguien espera».
y al levantarme con desdén y oro
crecerán los pulmones donde le respiro
y para que no muera del todo
lo atraparé en mi verso.

Voy a verle
-he dicho en la hermosura-
mientras recupero el ala que no sirve
y llueven los nísperos,
divagan las márgenes rumorosas:
voy a verle
y nos desbaratábamos a besos
y el libro se quedaba a medias
y luego quién creía en los relojes
si aquí se olvidó su boca del binomio de Newton.



Carilda Oliver Labra / Discurso de Eva





Carilda Oliver Labra


Hoy te saludo brutalmente:
con un golpe de tos
o una patada.
¿Dónde te metes,
a dónde huyes con tu caja loca
de corazones,
con el reguero de pólvora que tienes?
¿Dónde vives:
en la fosa en que caen todos los sueños
o en esa telaraña donde cuelgan
los huérfanos de padre?

Te extraño,
¿sabes?
como a mí misma
o a los milagros que no pasan.
Te extraño,
¿sabes?
Quisiera persuadirte no sé de qué alegría,
de qué cosa imprudente.

¿Cuándo vas a venir?
Tengo una prisa por jugar a nada,
por decirte: «mi vida»
y que los truenos nos humillen
y las naranjas palidezcan en tu mano.
Tengo unas ganas locas de mirarte al fondo
y hallar velos
y humo,
que, al fin, parece en llama.

De verdad que te quiero,
pero inocentemente,
como la bruja clara donde pienso.
De verdad que no te quiero,
pero inocentemente,
como el ángel embaucado que soy.
Te quiero,
no te quiero.
Sortearemos estas palabras
y una que triunfe será la mentirosa.
Amor...
( ¿Qué digo? estoy equivocada,
aquí quise decir que ya te odio. )
¿Por qué no vienes?
¿Cómo es posible
que me dejes pasar sin compromiso con el fuego?
¿Cómo es posible que seas austral
y paranoico
y renuncies a mí?

Estarás leyendo los periódicos
o cruzando
por la muerte
y la vida.
Estarás con tus problemas de acústica y de ingle,
inerte,
desgraciado,
entreteniéndote en una aspiración del luto.
Y yo que te deshielo,
que te insulto,
que te traigo un jacinto desplomado;
yo que te apruebo la melancolía;
yo que te convoco
a las sales del cielo,
yo que te zurzo:
¿qué?
¿Cuándo vas a matarme a salivazos,
héroe?
¿Cuándo vas a molerme otra vez bajo la lluvia?
¿Cuándo?
¿Cuándo vas a llamarme pajarito
y puta?
¿Cuándo vas a maldecirme?
¿Cuándo?
Mira que pasa el tiempo,
el tiempo,
el tiempo,
y ya no se me aparecen ni los duendes,
y ya no entiendo los paraguas,
y cada vez soy más sincera,
augusta...

Si te demoras,
si se te hace un nudo y no me encuentras,
vas a quedarte ciego;
si no vuelves ahora: infame, imbécil, torpe, idiota,
voy a llamarme nunca.

Ayer soñé que mientras nos besábamos
había sonado un tiro
y que ninguno de los dos soltamos la esperanza.
Este es un amor
de nadie;
lo encontramos perdido,
náufrago,
en la calle.
Entre tú y yo lo recogimos para ampararlo.
Por eso, cuando nos mordemos,
de noche,
tengo como un miedo de madre a quien dejaste sola.
Pero no importa,
bésame,
otra vez y otra vez
para encontrarme.
Ajústate a mi cintura,
vuelve;
sé mi animal,
muéveme.
Destilaré la vida que me sobra,
los niños condenados.
Dormiremos como homicidas que se salvan
atados por una flor incomparable.
Ya la mañana siguiente cuando cante el gallo
seremos la naturaleza
y me pareceré a tus hijos en la cama.

Vuelve, vuelve.
Atraviésame a rayos.
Hazme otra vez una llave turca.
Pondremos el tocadiscos para siempre.
Ven con tu nuca de infiel,
con tu pedrada.
Júrame que no estoy muerta.
Te prometo, amor mío, la manzana.


https://www.youtube.com/watch?v=KQyJXkY4Z2Y


Carilda Oliver Labra / Busco una enfermedad que no me cabe





Carilda Oliver Labra
Busco una enfermedad que no me acabe

Busco una enfermedad que no me acabe
sino el dolor constante de la vida:
algo para fingir que estoy dormida
detrás de este temblor de escarcha grave.

Busco un agua cósmica que lave
la lágrima terrible que me oxida;
busco el morir distinto, y voy herida
por la pena vulgar que nadie sabe.

Y así me marcho, sonriendo a todos,
luminosa de gracia y desventura,
con el secreto horror hasta los codos;

callándome en el verso y en la prosa,
para que escriban en mi tierra dura:
esta mujer ha muerto de dichosa.



Carilda Oliver Labra / Me desordeno, amor, me desordeno






Carilda Oliver Labra

(1922 - 2018)

Me desordeno, amor, me desordeno

Clarilda Oliver Labra / I Go Crazy


Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.





https://www.youtube.com/watch?v=rnl_x4vVehM
"Me desordeno, amor, me desordeno"
en la voz de Carilda Oliver Labra