John Berger
King: una historia de la calle
Berger denuncia el materialismo y la bajeza a la que ha llegado la sociedad moderna, que no sólo margina a quienes no soportan sus exigencias, sino que los olvida e ignora
JOSÉ ANTONIO GURPEGUI | 18/10/2000 |
Me resisto a creer que se trate de una simple moda la temática común que se puede apreciar en algunas novelas norteamericanas de los últimos años, y por últimos años entiendo desde 1990. Me refiero a obras en torno a la miseria humana, no miseria ética o conceptual, sino miseria física, existencial y vital. Creo que fue Paul Auster, con El país de las últimas cosas quien primero trató el tema de los desheredados, de los sin techo (aunque no fuera ése el motivo principal de la novela) en los Estados Unidos, y sin duda ha sido Frank MacCourt, aunque se trate de otro tiempo y otro país, quien más corazones ha conmovido con sus Cenizas de ángela. Pero desde luego no son los únicos ni quienes con mayor dureza han reflejado ese tercer mundo que cohabita, codo con codo, junto al primero. En 1999 L. Strinberg publica Invierno en Grand Central, donde comenta sus propias experiencias viviendo en las calles de Nueva York y este mismo año también hemos podido disfrutar la novela de Joseph Mitchell El secreto de Joe Gould, donde volvemos a encontrar como protagonista a un “pordiosero” neoyorkino.
King: una historia de la calle ahonda en el mismo tema, aunque el espacio donde nos encontramos sea presumiblemente Francia -los protagonistas viven en Saint Valery y el propio Berger también está afincado en Francia- y el protagonista sea un perro de nombre King.
King vive con sus amos, Vico y Vica, en un asentamiento de chavolas, rodeados de electrodomésticos inútiles, junto a la autopista M-1000. La comunicación entre dueños y perros -no es King el único perro que puede hablar con los humanos- es constante y natural, se entienden y hablan unos a otros, como si no hubiera diferencia de géneros, y los tres participan de las mismas preocupaciones, sueños y temores. Vico y Vica se ganan la vida vendiendo rábanos y sus problemas son fundamentalmente los mismos que los del resto de sus vecinos, Liberto, un español de pasado anarquista; Corina, adicta a la heroína en su juventud... etc. La acción transcurre a lo largo de un día y el lector conocerá cómo es la vida e ilusiones de estos personajes.
Ante una novela de este tipo resulta vacío cualquier tipo de análisis exclusiva y eminentemente literario. Analizar las implicaciones temporales, ya se ha dicho que la acción transcurre en una sola jornada, o comparar a King, el protagonista de la novela, con otros personajes caninos como el Charlie de John Steinbeck en Viajes con Charlie o el Mister Bones de Tombuctú de Paul Auster, equivale a perder el verdadero significado de esta novela -o “novella”, para ser más precisos-. Y lo mismo podríamos decir en caso de aproximarnos a ella como si de una fábula se tratara en un intento de análisis de su significado metafórico.
La intención de Berger, autor de Pig Earth, su obra más reconocida y alabada, es doble. Por una parte pretende denunciar el materialismo y la bajeza a la que ha llegado la sociedad moderna, que no sólo margina a quienes no saben o no pueden mantenerse acorde a sus duras exigencias, sino que después los olvida e ignora. Pero tan importante, si no más, es el modo en que Berger nos presenta a los personajes, sobre todo a Vico y Vica, totalmente humanizados. No hay en ellos ningún reproche, ningún indicio de que no sean personas exactamente igual que el resto... o tal vez no, porque Vico y Vica se tienen el uno al otro, se aman y saben compartir la vida juntos. Quien sabe, tal vez, incluso puede que sean más felices que el resto del común de los mortales.
En un libro publicado en Argentina, John Berger (1926) explica cómo nació King: “Cuando terminé Hacia la boda, pensé que quería escribir un libro sobre los nuevos homeless. La idea me persiguió durante bastante tiempo pero cada vez que me disponía a escribir me parecía más difícil. ¿Cómo evitar la superioridad, la caridad barata, la piedad? El otro gran riesgo era usar a esa gente para hablar sobre los horrores del neoliberalismo. Pensé entonces que los homeless por lo general tienen perros y que si la historia fuese contada por un perro podría evitar esos riesgos y eludir cualquier tipo de juicio personal”.
John Berger
King
Traducción de Pilar Vázquez
Alfaguara, Madrid, 2000
222 páginas
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