EL DESPRECIO (1963)
Un clásico de Jean Luc Godard
Con la erudición cinéfila y literaria a las que nos tiene acostumbrados desde su clamoroso debut con "Al final de la escapada (1960)", el realizador más emblemático de la "nouvelle vague", en su cuarta película, nos propone de un modo más lineal (desde el punto de vista narrativo) que en otras ocasiones, una apasionante reflexión acerca de la integridad a la hora de hacer cine y al mismo tiempo un desgarrador retrato sobre un matrimonio en descomposición debido al repentino desprecio que siente ella por él. Se trata de la pareja formada por el escritor y guionista Paul Javal (excelente Michel Piccoli) y su joven esposa Camille (una sensual Brigitte Bardot, fotogénico exponente de la belleza en estado puro, que supo reconducir Godard de una manera muy especial hacia sus intereses y objetivos). Un ejercicio sin duda doloroso para el realizador francés, pues, pese a que el guión parte de un texto de Alberto Moravia, aquél pasaba por un trance similar con su musa en pantalla y fuera de ella, Anna Karina, que cristalizaría en el anuncio del divorcio en diciembre de 1964. El rodaje de una adaptación de "La Odisea" de Homero en Cinecittá y en la isla de Capri, dirigida por Fritz Lang, configura el marco en el que se mueven los personajes de esta sensacional película, dividida en tres piezas claramente delimitadas y subrayadas por la excelente banda sonora de George Delerue, que constituye otro acto de amor de Godard hacia aquellos maestros que realizaron importantes obras para el cine estadounidense en la década anterior y que en los años 60 del siglo XX mal vivían en una industria que se venía abajo, devorada por la televisión (esos realizadores están perfectamente representados por la figura del anciano Fritz Lang).
El primer tercio muestra el conflicto de la historia. Comienza con una excelente secuencia que recorre el escultural cuerpo de Camille (filmada, curiosamente, a instancia del productor estadounidense Joseph E. Levine, pero de atinado encaje en el engranje del film) quien le pregunta a su esposo si ama cada parte de su escultural cuerpo. Pasamos a los estudios del cine "Cinecittá" de Roma, donde se pone en relieve la autenticidad de un director que nada tiene que demostrar (sensacional Fritz Lang, interpretándose a sí mismo). El descontento del productor estadounidense Jeremy Prokosch (Jack Palance) con el metraje filmado por el maestro alemán, no sólo provocará una violenta discusión entre ambos, sino el fichaje de Paul, escritor teatral en horas bajas, para que organice una reescritura del guión, cosa que acepta exclusivamente por un suculento cheque (el productor lo extiende despóticamente sobre la espalda inclinada de una de sus bellas asistentes después de afirmar "cuando oigo la palabra cultura saco mi talonario de cheques"), que le permitirá terminar de pagar el apartamento que comparte con su preciosa mujer.
El arte sucumbe ante el poder del capital, sin la menos integridad. Prokosch comenzará por interesarse por Camille, la cual espera una reacción de su esposo que no termina por llegar, lo que genera un fatal desencanto en la joven, que se sentirá "entregada" al todopoderoso productor estadounidense. El segundo bloque transcurre en el apartamento del matrimonio Javal, donde Godard muestra de un modo magistral el desdén de Camille hacia su esposo y el profundo desamor que ya siente hacia él. El uso del color (la toalla blanca que le envuelve a él, al modo romano, la roja que la envuelve a ella, el contraste entre los tonos que invaden el mobiliario del piso), de los espacios (el tránsito de los actores de una habitación a otra, donde se juega de manera precisa con la entrada y salida de ambos del encuadre), de los diálogos, la naturalidad de los actores...convierte a este acto en una especie de operístico punto de vista de la ruptura sentimental.
El tercer segmento tiene lugar en la isla de Capri. En ella se encuentra la Villa Malaparte, la mansión del productor norteamericano. La disposición arquitectónica de la edificación y en particular las inmensas escaleras de acceso a la diáfana azotea, con vistas hacia al mar y al horizonte, la convierten en una especie de "pila funeraria" del cine y del amor verdadero. En este tercer segmento confluyen la infidelidad de Camille, que precede a la muerte de ésta y Jeremy en un accidente de tráfico. Tal circunstancia permitirá a Lang terminar de rodar en plena libertad creativa, su visión del viaje de Ulises. Será precisamente una secuencia de rodaje la que pondrá fin a este visión crepuscular del cine, enraizada con el cuestionamiento de los mitos-pilares de la civilización occidental.
El primer tercio muestra el conflicto de la historia. Comienza con una excelente secuencia que recorre el escultural cuerpo de Camille (filmada, curiosamente, a instancia del productor estadounidense Joseph E. Levine, pero de atinado encaje en el engranje del film) quien le pregunta a su esposo si ama cada parte de su escultural cuerpo. Pasamos a los estudios del cine "Cinecittá" de Roma, donde se pone en relieve la autenticidad de un director que nada tiene que demostrar (sensacional Fritz Lang, interpretándose a sí mismo). El descontento del productor estadounidense Jeremy Prokosch (Jack Palance) con el metraje filmado por el maestro alemán, no sólo provocará una violenta discusión entre ambos, sino el fichaje de Paul, escritor teatral en horas bajas, para que organice una reescritura del guión, cosa que acepta exclusivamente por un suculento cheque (el productor lo extiende despóticamente sobre la espalda inclinada de una de sus bellas asistentes después de afirmar "cuando oigo la palabra cultura saco mi talonario de cheques"), que le permitirá terminar de pagar el apartamento que comparte con su preciosa mujer.
El arte sucumbe ante el poder del capital, sin la menos integridad. Prokosch comenzará por interesarse por Camille, la cual espera una reacción de su esposo que no termina por llegar, lo que genera un fatal desencanto en la joven, que se sentirá "entregada" al todopoderoso productor estadounidense. El segundo bloque transcurre en el apartamento del matrimonio Javal, donde Godard muestra de un modo magistral el desdén de Camille hacia su esposo y el profundo desamor que ya siente hacia él. El uso del color (la toalla blanca que le envuelve a él, al modo romano, la roja que la envuelve a ella, el contraste entre los tonos que invaden el mobiliario del piso), de los espacios (el tránsito de los actores de una habitación a otra, donde se juega de manera precisa con la entrada y salida de ambos del encuadre), de los diálogos, la naturalidad de los actores...convierte a este acto en una especie de operístico punto de vista de la ruptura sentimental.
El tercer segmento tiene lugar en la isla de Capri. En ella se encuentra la Villa Malaparte, la mansión del productor norteamericano. La disposición arquitectónica de la edificación y en particular las inmensas escaleras de acceso a la diáfana azotea, con vistas hacia al mar y al horizonte, la convierten en una especie de "pila funeraria" del cine y del amor verdadero. En este tercer segmento confluyen la infidelidad de Camille, que precede a la muerte de ésta y Jeremy en un accidente de tráfico. Tal circunstancia permitirá a Lang terminar de rodar en plena libertad creativa, su visión del viaje de Ulises. Será precisamente una secuencia de rodaje la que pondrá fin a este visión crepuscular del cine, enraizada con el cuestionamiento de los mitos-pilares de la civilización occidental.
Frase para recordar: "Cada mañana para ganarme el pan voy al mercado, donde venden mentiras y, lleno de esperanza, hago cola junto a otros vendedores...".
Título original: Le Mépris.
Director: Jean Luc Godard.
Intérpretes: Brigitte Bardot, Jack Palance, Michel Piccoli, Fritz Lang, Georgia Moll.
Trailer:
B.S.O.:
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