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sábado, 16 de junio de 2018

Conversaciones íntimas con Alberto Moravia


Una periodista italiana publica sus conversaciones íntimas con Moravia

Dina d'lsa cuenta pormenores de su relación



JUAN ARIAS

Roma 7 MAY 1991


El gran actor napolitano Edoardo di Filippo decía que "para el hombre, los exámenes no acaban nunca, ni siquiera después de su muerte". Así te pasa ahora al recién desaparecido escritor Alberto Moravia, a quien, de repente, le ha salido un nuevo amor, una amistad profunda que él llamaba "existencial" con la joven novelista y periodista italiana Dina d'lsa, que acaba de publicar en la editorial Newton Compton una obra titulada Moravia, diálogos confidenciales.
El libro, que narra conversaciones íntimas con el autor de Los indiferentes, y que trata temas como la sexualidad, la seducción, el rmedo, el subconsciente, el erotisimo, los celos, el arte, la sublimación, la fe, el sadomasoquismo, la prostitución, la pulsión de muerte, la mujer, etcétera, es el fruto de una intensa amistad y de largas charlas con Moravia, conversaciones que duraren, desde que se conocieron en 1987 cuando la joven escritora tenía sólo 20 años, hasta, la tarde anterior a su muerte, el 20 de septiembre de 1990. Hasta los amigos más íntimos de Moravia no salen de su asombro porque ha debido de tratarse de una amistad celosamente escondida ya que todos la desconocían. La joven periodista, que conoció a Moravia cuando fue a su casa a hacerle una entrevista para el periódico Il Tempo de Roma, ha querido pormenorizar la revelación de su amistad con Moravia para que no quede duda de lo importante que fue. Todo empezó cuando, tras la primera entrevista en la casa del escritor en Roma -acababa, al parecer, de casarse con la española Carmen Llera, a la que nunca se nombra en el libro-, "Moravia", dice la periodista, "me puso sobre una rodilla una de sus manos seguras, fuertes y nudosas, de yemas ligeramente cuadradas como las de un viejo tallador de madera".
Desde entonces no dejarían nunca de verse. En todas partes: primero en la casa romana de Moravia; en el verano, en la que el escritor tenía en Sabaudia, en el mar, donde le dejaba a ella su habitación y él se iba a dormir a su despacho, cuando no la despertaba al alba para hablar de la muerte.
Después de un cierto tiempo, Moravia, "probablemente por motivos personales", no quiso que se vieran más en su casa romana y desde entonces continuaron viéndose en la de la periodista, en la zona del Eur. Moravia iba hasta la Pirámide, a mitad de camino. Allí dejaba su coche y entraba en el de Dina d'lsa que lo conducía hasta su casa, donde Moravia, "tumbado en la cama", respondía durante horas enteras a las preguntas más íntimas de la escritora. Se veían en los restaurantes, en los cines, en los parques y hasta en las discotecas. "Se divertía muchísimo, incluso cuando, sentado, me veía bailar sola", escribe Dina d'lsa, quien añade que lo que más le gustaba a Moravia era "ver cómo yo movía al andar mis caderas".
¿Fue más que una amistad?, le ha preguntado EL PAÍS a la autora de las revelaciones confidenciales con el autor de La noia, y ella ha respondido: "No, fue una amistad profundísima, existencial, nada más". "Y, sin embargo, usted habla de cómo el escritor jugaba con su cuerpo desnudo sobre la playa". "Sí, pero eran juegos de niños. A Moravia le gustaba seducirme en todos los modos posibles, pero no podía haber más porque, además, el escritor era ya muy anciano". "Pero, sin embargo, acababa de casarse con la bella joven española Carmen Llera". "Aquello era otra cosa, sobre lo que no quiero hablar".
El libro de Dina d'lsa estaba acabado antes de la muerte de Moravia quien tuvo tiempo de corregirlo.y de buscarle el título. Con un cierto orgullo, Dina d'lsa escribe que a ella, para su libro, Moravia le hizo confidencias que a ninguna otra persona había hecho nunca". Y añade: "Discutíamos muy pocas veces. Cuando eso ocurría, se alteraba, fruncía el ceño, gritaba, me miraba severamente, mientras yo enmudecía. Después yo sonreía tímidamente y él decía: 'Dame de beber, por favor'. Yo le abrazaba y todo acababa ahí".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de mayo de 1991


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