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lunes, 19 de febrero de 2018

Mauricio Vargas / Y cómo es él




Mauricio Vargas

Y cómo es él

Aquí algunos criterios para escoger al candidato por una reflexión seria y no por amores ni odios.

21 de enero de 2018

A cuatro meses de la primera vuelta de las presidenciales, no he decidido aún por quién votar. Y, como muchos lectores me han escrito que andan en las mismas, quiero contribuir a la decisión con una reflexión basada en criterios claros y no en meros impulsos de amor y odio, como los que suelen determinar el voto de muchos. Definí cuatro características por evaluar en cada candidato: su capacidad de liderazgo, sus propuestas, su experiencia y capacidad de gestión, y las buenas o malas compañías con que anda.
En materia de liderazgo, me interesa determinar no solo quién tiene más mando, sino quién lo ejerce mejor, con cabeza más fría, con inteligencia racional y emocional. No hay duda de que Germán Vargas manda, pero su ejercicio de ese mando no siempre es el más acertado porque se sale de casillas con facilidad. Juan Carlos Pinzón demostró, lo mismo en el Mindefensa que en la embajada en Washington, que sabe mandar y mandar bien. Hace cuatro años, Marta Lucía Ramírez quedó de tercera en la primera vuelta tras una demostración de liderazgo tranquilo.


De la Calle fue un buen coordinador del equipo negociador en La Habana, pero su actitud de andar rogando para entrar en una de las coaliciones en formación en esta campaña lo muestra débil y poco convencido de sus propias opciones. A pesar de su juventud y de su escasa experiencia en cargos públicos, Iván Duque ha demostrado un liderazgo inteligente para imponerse en su propio partido, el Centro Democrático, sin dejarse torear por los ‘furibistas’ de cabeza caliente.

En materia de propuestas, no solo quiero conocerlas sino saber qué tan estructuradas están o, por el contrario, qué tan vagas son. Es un campo donde hasta ahora saca ventaja Vargas, con un paquete bien organizado y trabajado, aunque Duque y Pinzón, y en días recientes De la Calle, han hecho un buen esfuerzo. En el caso de Fajardo, leí sus 13 propuestas. Una de las más importantes, la de educación, ilustra la vaguedad de su lenguaje: “La esperanza se escribe con E de educación”, dice, y explica que la educación debe ser un derecho y no un privilegio: obvio. No hay una sola línea sobre el cómo lograr ese objetivo, ni de dónde sacar los recursos.

En experiencia y capacidad de gestión, Vargas tiene sus buenos puntos, con cosas que mostrar en vivienda social e infraestructura. Fajardo hizo una buena alcaldía de Medellín, pero una gobernación de Antioquia más bien floja. De la Calle ha sabido gestionar asuntos políticos –Constituyente del 91, proceso de paz–, pero no tiene qué mostrar en las ejecutorias sociales o de obra. Pinzón fue un excelente Mindefensa mientras el presidente Juan Manuel Santos lo dejó. Y Duque tiene poca experiencia en cargos públicos.

En materia de compañías, se rajan casi todos. Vargas ha hecho alianzas hasta con el diablo en varias regiones. De la Calle carga con algunas ovejas muy sucias del viejo Partido Liberal. Marta L. Ramírez carga con otras igual de sucias, del conservatismo. Duque tendrá que cargar con lo más maluco del uribismo. Fajardo tiene caras más limpias y mostrables, y ese es su fuerte. Pinzón se salva porque casi nadie lo acompaña debido a que no termina de arrancar en las encuestas.

No hablo de Gustavo Petro porque su clara deriva chavista lo descarta, para mí, como opción por considerar. A los demás no les veo opción alguna. Este ejercicio no se agota en la columna de hoy. Es apenas un esbozo para empezar a descartar a unos y mantener a otros como opción personal de voto. Hagan su propio ejercicio: el mío solo es un ejemplo, y no pretendo que lector alguno lo siga. Pero sí los invito a tomarse su tiempo, a dejar que la campaña avance y a tomar su decisión de voto como resultado de una reflexión ponderada sobre cómo debe ser el próximo presidente.



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