Páginas

sábado, 12 de junio de 2004

Catacumbas / París misterioso y subterráneo




RUTAS URBANAS

París misterioso y subterráneo

Un insólito itinerario por el museo de las catacumbas


Oswaldo Muñoz
12 de julio de 2004


El monstruo tiene un enorme vientre. Trescientos kilómetros de túneles y cavernas, de los que uno y medio esconde el museo propiamente dicho. Su origen se remonta al siglo XVIII.
El musical Notre Dame y la película Belfegor, el fantasma del Louvre -protagonizada por Sophie Marceau- pusieron hace un par de años de moda los ambientes más misteriosos de París. Velas, linternas y espectros agazapados en iglesias, museos y cuevas aguardan a exploradores en busca de emociones fuertes. "El mundo subterráneo ejerce una atracción que el tiempo no desmiente", dice Jean-Pierre Willesme, conservador de las catacumbas y administrador del Museo Carnavalet.
En el siglo XVIII, el cementerio de los Inocentes, próximo al actual centro comercial de Les Halles y antiguamente el mercado de abastos más importante de la capital, suscitó quejas de los vecinos. Según la leyenda popular, resultaba imposible conservar la leche, y el vino se agriaba, además de tener que soportar un olor pestilente todo el día. Los restos fueron, pues, echados a una fosa común por orden prefectoral. A partir de ese momento las catacumbas se convierten en depósito municipal de varios cementerios parisienses. El Osario es instaurado oficialmente el 7 de abril de 1785 en una parte del subsuelo consolidado de la vieja cantera (las primeras excavaciones de sus minas para extraer piedra caliza se remontan a la época galo-romana).

Inscripciones y marcas

Este gran sótano de esqueletos contiene restos de seis millones de personas. Cientos de miles de huesos y cráneos anónimos fueron amontonados en los pasillos formando largas murallas. A 20 metros de profundidad, largas y estrechas galerías conducen al visitante estupefacto por un itinerario macabro. El aficionado a espeleólogo podrá jugar durante unas horas a interpretar las inscripciones religiosas o profanas, marcas enigmáticas en los muros (señales que servían para orientarse por los túneles antes de su electrificación) y dar rienda suelta a su fantasmagoría. Este laberinto de calles subterráneas fue utilizado como escondite por la Resistencia contra el nazismo en la ocupación, y actualmente está secretamente concebido como posibilidad -en caso de cataclismo bélico- para servir de refugio antiatómico. Desde 1983, la organización bajo tierra de las criptas y el servicio de visitas está gestionada por la Dirección de Asuntos Culturales del Ayuntamiento. "Pero nunca hay que bajar sin tomar la precaución de llevar consigo un plano de las catacumbas y algunos víveres", previene Thierry, un misterioso y fantasioso visitante. "En 1793, un portero de Val-de-Grace bajó y se perdió por los dédalos. Acabaron por encontrarlo, pero 11 años más tarde". Napoleón III y Bismarck, picados por la curiosidad, descendieron una vez.
El silo arqueológico recibe 200.000 visitantes al año. Desvanecida la espeluznante primera impresión, las máximas curiosidades incluyen inscripciones como la siguiente: "Así, todo pasa sobre la tierra. Espíritu, belleza, talento. Tal una flor efímera, que el más ligero viento derriba".
Catacumbas de París: plaza de Denfert-Rochereau, 1. París. Teléfono 00 33 143 22 47 63. Abierto todo el año y todos los días, salvo lunes y festivos. De martes a domingo: de 10.00 a 16.00 horas. Acceso. Metro y RER Denfert-Rochereau, autobuses 38 y 68. Precios: adultos, 5,03 euros; jóvenes 3,05.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de junio de 2004


No hay comentarios:

Publicar un comentario