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jueves, 7 de diciembre de 2017

Carrère es el rey



Carrère es el rey

'Le Royaume' arrasa en las librerías parisinas pero le ha salido un competidor: las memorias de Valérie Trierweiler


ÁLEX VICENTE
6 OCT 2014 - 03:54 COT

Emmanuel Carrère.
Emmanuel Carrère.
Si visitan la capital francesa, fíjense en un escaparate al azar de su medio millar de librerías. Lo más probable es que den con Le Royaume. De entre las 607 novedades publicadas en esta rentrée literaria, este libro se ha erigido en campeón de la selección natural. Aunque debe de ser inoportuno hablar en términos darwinistas, cuando el libro relata los primeros días de "esa pequeña secta judía que se acabó convirtiendo en el cristianismo". No la firma un historiador santurrón, sino un escritor como Emmanuel Carrère, a quien nadie presuponía ningún fervor. Pero sí lo tuvo: durante tres años, hace más de 20, se sintió "tocado por la gracia". Se volvió a casar por la Iglesia, bautizó a unos hijos ya crecidos y empezó a acudir a misa diaria. Tras recordar ese breve encuentro con la fe, Carrère reexamina los evangelios fascinado por su misterio pero crítico con "la extravagante invasión de los valores cristianos" a la que asistimos.
Como panes y peces, los ejemplares se multiplican: Carrère se acerca a los 250.000 libros vendidos. Su éxito asombra a quienes siguen creyendo en el mito de la Francia irreligiosa, laica desde 1905 y anticlerical. Pero en realidad refleja la relación esquizoide de los autóctonos con la fe. Si pasan por aquí, sintonicen France Culture una mañana de domingo y toparán con la oración. Visiten cualquier iglesia de la periferia y descubrirán su overbooking de bautizos y comuniones. Salgan al balcón y verán a millones de católicos, como temible contrapoder, desfilando contra el matrimonio homosexual. Enciendan la televisión: sorprenderán a Sarkozy, cual profeta resurrecto. Carrère solo se ha visto superado por una rival, dispuesta a vengarse de su rey David particular, uno que no iría sobrado de caridad respecto a los desdentados. Se llama Valérie Trierweiler, y el cielo también se le ha caído encima.
EL PAÍS



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