ATRAPADO EN VARSOVIA
Por José Escobar
Escoria, Isaac Bashevis Singer.
Barcelona, RBA Editores, 222 pp.
Parece ser que la vida en Buenos Aires no era la mejor para Max Barabander tras la muerte de su hijo Arturo. Por eso decide marcharse a su natal Varsovia después de haber recorrido el mundo por 20 años. Sale de Argentina porque su esposa está dada a la pena. Y él, a sus escasos 47 años, “pero parecía más joven, de modo que la gente le echaba a menudo treinta y cinco o, como mucho, treinta y ocho años”, no quería continuar enclaustrado en su casa, sin poder tener contacto con su esposa, quien le decía, cada que él se acercaba, que ya estaba estropeada y vieja.
A varias personas en Varsovia les dice que llega a esta ciudad huyéndole a una desesperación y una depresión de dos años. Max ha sido un hombre que, desde muy niño, estuvo relacionado con el mundo del hampa. Robó a sus padres, engañó a mujeres, viajó por varias ciudades del mundo luego, ya mayor –París, Berlín, Buenos Aires, Nueva York–, y ahora es una persona que puede considerarse rica. Dedicado al negocio de la venta de casas y terrenos en Argentina, puede darse el lujo de llegar a hospedarse en, según la opinión de muchos en Varsovia, el mejor hotel de la ciudad: el Hotel Bristol.
Calle Krochmalna, Varsovia, principios de siglo XX. |
Y ese mundo del hampa es el que jalona la historia, esta gran novela, Escoria, del Premio Nobel de Literatura de 1978, Isaac Bashevis Singer. Llega a Varsovia y se relaciona con personajes oscuros en tabernas de una de las calles de la ciudad: Krochmalna. Conoce a panaderas, traba relación con una chica llamada Tsirele, hija de un rabino, y le promete matrimonio. También seduce a otra chica, Basha, y desea llevársela de prostituta a Buenos Aires.
De hecho su esposa, Rochelle, la que abandonó en Buenos Aires, también la había conocido en este mundo. Su historial de seducción es extenso, siempre, toda la vida ha buscado el dinero y las chicas. Así lo menciona el narrador: “Entre sus amores había coristas, bailarinas de cabaret y hasta una actriz que hacía los papeles principales del teatro Muranow. En Argentina, había tenido durante un tiempo mucha relación con los dueños de muchos prostíbulos. En realidad, fue en estos ambientes donde conoció a Rochelle”.
Max Barabander es un sujeto que, incluso en sus propias palabras, a sus 47 años aún no ha sentado cabeza. Claro, esa es la impresión, acaso porque se siente joven y ya con un hijo muerto y una esposa recluida en 4 paredes. Max solo busca una chica para regresar a Buenos Aires. Le pesa mucho la soledad, y por eso seguramente siempre está buscando chicas, prometiendo paraísos, matrimonios, escapadas al fin del mundo.
Lo más simpático es que Barabander nunca logra realizar su cometido, por lo menos en lo que respecta a uno de sus principales objetivos al regresar a Varsovia: viajar a la tumba de sus padres en Roszkow. Siempre, cada día promete, en su ir y venir, ir a visitar ese pueblo donde alguna vez vivieron ellos. Lo que pasa es que espera ir acompañado, y en cierta parte de la historia le cuenta a una chica que no lo ha hecho porque desea una acompañante para el viaje.
Son acertados los diálogos en la novela Escoria, fluidos, sin ambages ni florituras. Hace descripciones cortas de los personajes: algo sobre el atuendo y las facciones. No se queda en descripciones ampulosas. Es la Varsovia de 1908, una ciudad donde puedes encontrar prostitutas, médiums, panaderos, tabernas, mercados y un excelente hotel. Es el mundo judío de esta ciudad polaca, las costumbres y comidas.
Hay críticas a estos hábitos judíos, porque para el protagonista algunos son extremos, como lo que respecta a la comida en ciertas fechas. A una de las chicas que conoce en Varsovia simplemente le dice que es estúpido no tomar un alimento antes o después de otro: “En el estómago se mezcla todo: la carne, la leche y hasta un trozo de cerdo”. Max critica esas tradiciones porque ha conocido a los judíos en Francia, Alemania y América, y sabe que de un país a otro éstas cambian según la flexibilidad que tenga cada familia judía o la permeabilidad que han tomado al estar inmersas en otras culturas.
Barabander hace planes, pero tiene igualmente una incapacidad para ir resolviendo sus asuntos más próximos. Puede crearse problemas con alguna chica, y, contrario a lo que espera uno como lector, él va y se incrusta en la boca del lobo. ¿Suicida? Sí, tal vez, pues en varias ocasiones desea pegarse un tiro. En un momento incluso, desesperado por no tener un cuchillo para terminar con todo, sale a un mercado cercano y compra un cuchillo de cocina. Pero de allí no pasa. Su sentencia es profética, y por eso el lector tiene la impresión de que Max está atrapado en Varsovia: “Él había crecido entre la basura y allí debía quedarse”.
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