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miércoles, 20 de septiembre de 2017

Por qué 'El cuento de la criada' es la serie más aterradora de la temporada


Elisabeth Moss (Offred)
The Handmaid's Tale
(El cuento de la criada)
Poster de T.A.


Por qué 'El cuento de la criada' es la serie más aterradora de la temporada



La adaptación televisiva de la novela de Margaret Atwood, que se estrena hoy en HBO España, es una contundente (y aterradora) declaración de intenciones: a las mujeres siempre puede irnos peor.


Por PALOMA RANDO
26 de abril de 2017 / 9:59


Hace 33 años Margaret Atwood empezó a escribir El cuento de la criada. Era también primavera, y la escritora vivía en Berlín Occidental. Sus visitas a países de más allá del telón de acero inspiraron de alguna manera la novela. “Habiendo nacido en 1939 y tenido uso de razón durante la II Guerra Mundial sabía que los órdenes prestablecidos pueden desaparecer de la noche a la mañana y el cambio puede ser tan rápido como un relámpago. Cualquier cosa podía pasar en cualquier sitio dadas las circunstancias”.
Cinco años más tarde cayó el muro de Berlín y 28 años después, la mayoría de los que nos enfrentamos a la adaptación televisiva de El cuento de la criada, que en España se podrá ver a partir de hoy en HBO, no hemos conocido otro mundo, otro orden social (al menos nacional) diferente al que nos vio nacer. Y para quienes lo han conocido es algo parecido a un pasado tan trascendido que resulta imposible volver a él, pero ¿qué pasaría si no fuera así?
¿Qué pasaría si un levantamiento diera lugar a un estado teocrático de corte totalitario sustentado en la represión total de las mujeres? Esta es la premisa de El cuento de la criada. 
Lo hemos visto en la revolución islámica iraní. Lo hemos visto con los talibanes en Afganistán. Lo estamos viendo en Siria con el ISIS. Y en Nigeria con Boko Haram. Es decir, a ojos de occidente es como si no lo hubiéramos visto.
Sin embargo, algo empieza a oler a podrido en Europa y en Estados Unidos y es aquí donde a nosotros y a nuestros ombligos El cuento de la criada nos resulta pertinentemente aterradora: no mientras uno ve el primer episodio y descubre los avatares de Offred (Elisabeth Moss) sino cuando se termina y uno no puede evitar formularse hipótesis –¿podría ocurrir algo así en occidente? ¿Lo estamos viendo ya? ¿Dónde, cuándo y cómo empieza?– cuya mera enunciación ya es un síntoma peligroso.
Hace menos de un mes ya vimos a un grupo de mujeres en Texas protestar vestidas como las criadas de la novela ante la inminente aprobación de una ley que permite a los doctores mentir a las mujeres embarazadas si detectan anomalías en el feto y creen que saber esa información las podría llevar a abortar. ¿Cuántos pasos hay del "Grab them by the pussy" al "Grab them by the uterus" sobre el que podríamos decir que se sustenta Gilead, la república ficticia que ocupa el lugar de Estados Unidos en El cuento de la criada?  

La adaptación de esta distopía feminista corre a cargo de Bruce Miller, ya experto en el género (Los 100, Alphas, Los 4400) y de Ilene Chaiken, ya experta en el género en su otra acepción, claro (The L Word, aunque si se me permite, aquello también tenía algo de ciencia ficción, y también Empire) que teniendo a la propia Atwood de consultora han conseguido reordenar las tres líneas temporales de la novela: el presente de Offred en su nueva casa, la captura de Offred y su llegada al centro donde la internan para educarla como criada y su vida en el pasado; así como la importancia de los diferentes personajes.
En este sentido la tarea de redistribución de la información y adaptación audiovisual es más que eficaz. Miller y Chaiken emplean una serie de recursos que no se contemplan en el libro o que eran peliagudos de adaptar y consiguen extrañamente ser más consecuentes con el espíritu de la novela que si la hubieran tomado al pie de la letra. Aquí van un puñado de detalles que solo interesarán a los que han leído la novela. La voz en off (sí, la tan denostada voz en off) del personaje de Offred (de quien, por cierto, conocemos su nombre original, algo que la novela escamotea a conciencia) le aporta un matiz cínico e irónico al personaje probablemente imprescindible para sobrevivir a esa locura. La línea temporal de Moira (Samira Wiley) se va a contar en orden cronológico lo cual va a contribuir a generar mucha más tensión y giros con el personaje que en la novela. El Commander (Joseph Fiennes, consiguiendo ser tan desagradable como exige el personaje) se presenta desde el principio casi en plena faena (no daremos más detalles por evitar spoilers). La relación entre Offred y Ofglen, la otra criada con la que sale a hacer los recados, queda también mejor apuntalada desde el principio (¿Puede ser el personaje de Alexis Bledel uno de los que más cambie en esta adaptación con respecto a la novela?), así como la relación entre Offred y Nick, que en la novela pertenece casi al último cuarto de la narración.
Por otro lado, a esa eficacia narrativa y a ese miedo que provocan casi todas las buenas distopías hay que añadir el acierto a la hora de traer la trama a la actualidad (en la novela está ambientada en los 80). Se habla de Tinder, se habla de matrimonio homosexual, se habla de la píldora del día después… Y el drama se acentúa: queda claro que el hecho de que hayamos ganado en derechos y libertades no impide que se pueda acabar de un plumazo con ellos. Para muchos será más bien un acicate.
Y es en este sentido donde el feminismo, tanto de la novela como de la serie, es especialmente pertinente. 

'EL CUENTO DE LA CRIADA' ES FEMINISTA

Hace unas semanas el club de lectura Ciervo blanco celebró en la Residencia de Estudiantes de Madrid una estupenda tertulia de libre acceso sobre la novela, a la que acudió un elevado porcentaje de hombres. En cuanto comenzó el intercambio de opiniones, quedó clara la postura masculina mayoritaria acerca de El cuento de la criada, que podría resumirse en un “Eh, que los hombres tampoco lo pasan bien en este universo diseñado para explotar a las mujeres”. Incluso Margaret Atwood ha comentado en alguna ocasión que en El cuento de la criada entre los hombres, también hay clases, lo cual entronca directamente con el feminismo interseccional que ella defiende. Es verdad, sí, que en ese mundo donde las mujeres son sistemáticamente vejadas, maltratadas y violadas, los hombres no lo pasan bien. Duele, al mismo tiempo que no sorprende, que sea lo que llama la atención a según qué tipo de espectador o lector por lo que supone de agravio comparativo y de reinterpretación de este universo narrativo –“Estáis jodidas, ¿pero qué hay de lo mío?”–.
Esa perspectiva es prima hermana de la que le hemos podido escuchar a Elisabeth Moss en un panel que tuvo lugar la semana pasada en el festival de Tribeca. Donde la actriz declaró que ella cree que El cuento de la criada no es una serie feminista, que es una serie humanista, porque para ella los derechos de las mujeres son derechos humanos. 
Al considerable lío de Moss respondió quitando hierro Atwood desde su cuenta de Twitter: “Son actores. No escritores. No son personas que se dediquen a las palabras. Quieren ser inclusivos”. Sin embargo la explicación de Moss entronca perfectamente con esa visión prejuiciosa del feminismo: claro que es una serie feminista, la lucha por los derechos de las mujeres, que (sí, Elizabeth, obviamente) son derechos humanos, es el objetivo del feminismo. La conquista de los derechos de las mujeres hace del mundo un lugar mejor y sí, a eso le llamamos feminismo, no humanismo. Quien minimiza o evita el término o está mal informado o está siendo capcioso al intentar borrar a las mujeres del foco de la reivindicación. Ese afán por la inclusión que lleva a algunos a acabar reduciendo al absurdo la lucha feminista argumentando que son "personas" queriendo conseguir "cosas" es el que llevó, por ejemplo, ayer a Angela Merkel y a Máxima de Holanda, entre otras, a tratar de desvincularse del feminismo, como si cambiar el término fuera a hacer pasar por el aro a los prejuiciosos con sus objetivos. Como si lo que les hace rechazarlo no fuera el concepto que subyace en lugar del término.
Es curioso que su protagonista tenga ese afán por hacer la serie inclusiva (como si hubiera que hablar de los derechos de todos para que los de más del 50% de la población resultaran justos) cuando el propio producto no tiene miedo a la hora de hacer su particular declaración de intenciones (si ahora no les dice nada el término “partyexecution” ya se lo dirá). “No te pertenezco, no me digas que soy uno de tus muchos juguetes. No te pertenezco. No me digas que no puedo ir con otros chicos. No me digas lo que tengo que hacer. No me digas lo que tengo que decir. Y cuando salga contigo, no me exhibas”. Lo cantaba Leslie Gore en 1963. 54 años después es la banda sonora de los créditos finales de la serie. Más de medio siglo pidiendo lo mismo. En la versión española le pondríamos el No controles, que se publicó un año antes de que Atwood empezara su novela. El cuento de la criada que nos lanza una advertencia: podemos ir a peor. 



MESTER DE BREVERÍA

DRAGON
Like a hook into an eye / Ten essential works by Margaret Atwood

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