Ah, Pena, no debería tratarte como a un perro sin dueño que viene hasta mi puerta por un mendrugo, o un hueso pelado. Debería confiar en tí.
Debería convencerte de que entres en mi casa y darte tu propio rincón, una alfombra raída donde echarte, tu propio plato de agua.
Crees que no sé que has estado viviendo bajo mi portal. Anhelas que tu lugar definitivo esté listo antes que llegue el invierno. Necesitas tu nombre, tu collar y medalla. Necesitas tener el derecho de espantar a los intrusos, para considerar tuya a mi casa y a mí tu persona y a tí misma mi perro.
La última vez que estuve en París me ocurrió algo que ahora contaré para empezar esta conversación con ustedes acerca de nuestra relación personal con Rayuela. Y eso porque, me doy cuenta ahora que escribo éste párrafo en Barcelona, en el lado de allá, que leeré mañana en París, en el lado de aquí; aun si mañana ya es ahora, y ahora ocurra ayer—me doy cuenta, digo, que mi relación con Rayuela se debe a cada uno de ustedes. Esto es, a nosotros; esos otros que somos juntos. No se trata de documentar ahora mi hipótesis sobre la naturaleza dialógica de la lectura (he propuesto que en la conversación de un libro con el lector hay otra conversación, dentro la cual se despliegan todavía otras conversaciones más, sin confusión ni alarma). Es por ello que toda gran obra postula un gran lector. Alguien que se haga cargo de esta Biblioteca de la Lectura. Por eso, he llegado a creer que estas lecturas configuran nuestra biografía, que habrá que entender como una lectografía.
El escritor y periodista César González-Ruano / FOTO CEDIDA POR LA FUNDACIÓN MAPFRE (EL PAÍS)
Si esta historia fuera una película debería rodarse en blanco y negro, regada con sobredosis de alcohol y colillas humeantes en un cenicero. Al modo César González-Ruano, el periodista de turbia y oscura biografía al que ¡sus amigos! definían con media sonrisa como un tipo amoral y sus enemigos como un periodista "comprable", un tipo con talento pero poco fiable. Trabajó en muchos de los periódicos de la época pero como corresponsal de ABC en Berlín durante los seis primeros meses en el poder de Hilter fue testigo de la noche de los cristales rotos y el decreto de las leyes que prohibían los matrimonios mixtos de los que dejó constancia en artículos con las dosis de antisemitismo que marcaba la época. A lo largo de su vida, escribió unos 30.000 artículos, crónicas y entrevistas y, hasta el año pasado, dio nombre a un premio periodístico que ahora se ha reconvertido y pasará a llamarse asépticamente Premio Mapfre de Relato Corto. Definió su oficio como "tocarle los cojones a los ángeles" y en su agitada existencia no hizo otra cosa en la tierra. Un libro, El marqués y la esvástica. César González-Ruano y los judíos en el París ocupado,que Anagrama publica el 19 de marzo, profundiza en la leyenda negra del escritor y sus negocios clandestinos. Hasta ahora se sabía que que traficaba con joyas y cuadros pero rumores nunca probados apuntaban que también podía haber tenido que ver con el mercado negro de salvoconductos para los judíos que huían desesperados de los nazis. Rosa Sala Rose y Plácid García-Planas han pasado tres años investigando la vida del escritor. “Ha sido una inmersión total en el personaje. Hasta ahora nadie se había centrado en esa etapa concreta de su vida”; cuenta García-Planas.
Creo que ningún otro escritor podría describir a París con tanta precisión y detalle como el colombiano Eduardo García Aguilar.
5:54 p.m. | 28 de diciembre de 2016
Cada cierto tiempo, París se reinventa gracias a la pluma de sus escritores. De Honoré de Balzac a César Vallejo, de Émile Zola a Julio Cortázar, la antigua Lutecia se reescribe continuamente, porque París, como decía el viejo Hemingway, siempre será una fiesta.
En los albores de este fatídico siglo XXI, lleno de bombas asesinas, artistas del hambre y refugiados, el escritor colombiano Eduardo García Aguilar acaba de publicar en España un bello y exquisito libro, titulado ‘París exprés: crónicas parisinas del siglo XXI’ (Editorial Verbum).
García Aguilar ha sido nuestro escritor nómada, pues a los 20 años decidió asumir un exilio voluntario para mirar el país desde la distancia. Durante su periplo incesante, que lo ha llevado a vivir en Estados Unidos, México y Francia, ha producido una obra literaria fecunda, que ahora enriquece con este libro de crónicas sobre la Ciudad Luz.
Creo que ningún otro escritor podía describir a París con tanta precisión y detalle. Para narrar París, se necesitan dos condiciones: ser ‘flâneur’ (caminante) y ser voyerista. Estas dos cualidades le sobran al autor colombiano, quien desde afuera ha visto cómo las sectas literarias del país se desangran en busca de un premio o un reconocimiento nacional.
Son cien crónicas donde se narra aquel París bello, sucio y profundo que ni los parisinos ni los turistas conocen. García Aguilar se mete en las entrañas de la ciudad y nos invita a descubrir algunos lugares recónditos, como el pequeño teatro de la Huchette, el café Chez Georges de la calle Canettes, el mercado de las pulgas de Porte de Clignancourt, los burdeles de Pigalle que frecuentaba el poeta maldito Charles Baudelaire, el bar donde tocaba el jazzista gitano Django Reinhardt y la sede del periódico ‘Charlie Hebdo’, lugar donde las tribus yihadistas que tienen asolada la ciudad perpetraron el atentado criminal.
Por la pluma irreverente del escritor colombiano, vemos desfilar a un Voltaire cascarrabias, un Balzac agonizante, un Verlaine borracho, un Nerval loco, un Sartre babeando y un Roland Barthes en busca de su amor imposible.
Es el obsceno París literario narrado por un escritor que desde su apartamento en place d’Italie, donde vive con su gato Tequila, otea la ciudad como un vigilante de la noche.
García Aguilar hace parte del Grupo de París junto con los escritores Efer Arocha, Julio Olaciregui, Myriam Montoya, Jorge Torres, Libia Acero, Doris Ospina, Jorge Gálvez e Yves Moñino, entre otros.
Posdata: a mis lectores, les deseo un feliz año 2017. ¡Que sea el año de la consolidación de la paz en Colombia!
Estoy encantado de que su obra Story Writing se publique en rústica. Alcanzará a una audiencia mayor, y eso es bueno. Puede que no enseñe al lector a escribir una buena historia, pero sin duda le ayudará a reconocer una cuando la lea.
Strumming my pain with his fingers Singing my life with his words Killing me softly with his song Killing me softly with his song Telling my whole life with his words Killing me softly with his song
I heard he sang a good song, I heard he had a style And so I came to see him to listen for a while And there he was this young boy, a stranger to my eyes
Strumming my pain with his fingers Singing my life with his words Killing me softly with his song Killing me softly with his song Telling my whole life with his words Killing me softly with his song
I felt all flushed with fever, embarrassed by the crowd I felt he found my letters and read each one out loud I prayed that he would finish but he just kept right on Strumming my pain with his fingers
Singing my life with his words Killing me softly with his song Killing me softly with his song Telling my whole life with his words Killing me softly with his song
He sang as if he knew me in all my dark despair And then he looked right through me as if I wasn't there But he just came to singing, singing clear and strong
Strumming my pain with his fingers Singing my life with his words Killing me softly with his song Killing me softly with his song Telling my whole life with his words Killing me softly with his song
Roberta Flack
MATÁNDOME SUAVEMENTE
de Charles Fox y Norman Gimbel
Removiendo mi dolor con sus dedos cantando mi vida con sus palabras, matándome suavemente con su canción, matándome suavemente con su canción, Contando toda mi vida con sus palabras, matándome suavemente con su canción.
Me dijeron que cantaba una buena canción, que la cantaba con estilo, así que vine a ver y escucharle un rato. Y ahí estaba este muchacho, un extraño ante mis ojos.
Removiendo mi dolor con sus dedos cantando mi vida con sus palabras, matándome suavemente con su canción, matándome suavemente con su canción, Contando toda mi vida con sus palabras, matándome suavemente con su canción.
Me sonrojé tanto hasta sentir fiebre, avergonzada entre el público, parecía haber encontrado mis cartas y que las leía en voz alta. Pedí a Dios que acabara por fin, pero él continuaba.
Removiendo mi dolor con sus dedos cantando mi vida con sus palabras, matándome suavemente con su canción, matándome suavemente con su canción, Contando toda mi vida con sus palabras, matándome suavemente con su canción.
Cantaba como si me conociera en todas mis penurias. Y luego miró justo a través mío como si yo no estuviera presente. Y continuó cantando, cantando claro y fuerte.
Removiendo mi dolor con sus dedos cantando mi vida con sus palabras, matándome suavemente con su canción, matándome suavemente con su canción, contando toda mi vida con sus palabras, matándome suavemente con su canción.
Si tienes un hondo penar piensa en mí; si tienes ganas de llorar piensa en mí. Ya ves que venero tu imagen divina, tu párvula boca, que siendo tan niña, me enseñó a besar.
Piensa en mí cuando sufras, cuando llores también piensa en mí.
Cuando quieras quitarme la vida, no la quiero para nada, para nada me sirve sin ti.
"Sin carisma y sin talante reformista ha podido sortear la paz acudiendo a sus enormes habilidades estratégicas. Pero esas limitaciones han pesado bastante en las negociaciones y pesarán bastante en el posconflicto."
"Santos no fue capaz de salir a decir desde un principio que habría impunidad, que un proceso de paz era imposible si no se le hacían concesiones judiciales a una guerrilla activa y poderosa; tampoco tomó la iniciativa desde el primer día para señalar que el propósito del acuerdo sería llevar a las Farc a la política con prerrogativas especiales y garantías. Le temía a las reacciones de la gente, no confiaba en la fuerza de su palabra, en la capacidad para convencer al pueblo de que una paz negociada implicaba verdaderos cambios, medidas extraordinarias."
Aunque fue bisiesto y tuvo pascua marcial, este 2016 no resultó ni tan estruendoso ni tan inolvidable. Pero, pasaron tantas cosas, que a la hora de mirar para atrás apenas si alcanza a medirse que algunas sucedidas este año van a ser el origen de muchísimos garrotazos del futuro.
Que en Gran Bretaña hubiese ganado el brexit, y alisten maletas para salir de Europa, puede terminar siendo tan influyente como que los islamistas hayan descubierto metodologías comunes y corrientes, y muy poco costosas, para causar el terror y seguir tratando de dominar el mundo al grito de Alá es grande.
Que en Colombia se hubiese firmado la paz, que su presidente se haya ganado el premio Nobel y que con un cinismo desalmado se haya desobedecido el resultado de un plebiscito, puede significarnos el futuro para quienes sigan viviendo en este país. Tanto, como significativamente resulta ser, visto con el paso de los meses, que Maduro haya resistido como gobernante inepto y la presidente del Brasil haya tenido que ser expulsada de su cargo.
Este 2016 fue el año cuando Trump ganó y muchos caleños creen que va a gobernar a los Estados Unidos como a ellos les ha tocado ver manejar a Cali con Armitage. Pero también fue el año en que por fin se murió Fidel y en el que la reina Isabel cumplió 90 años y siguió campante.
Duro pensar que va a ser de los colombianos con provocaciones tan peligrosas como el renacimiento de la oligarquía y la cascada de tributos innecesarios a la clase media..Por haberlo advertido, han llegado golpes y aplausos hasta esta columna .Pero en 2016 ningún médico fue capaz de explicarme por qué se me quedaron fríos los codos desde cuando me dio zika. ¡FELICES FIESTAS !