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jueves, 10 de noviembre de 2016

Ramón Buenaventura ironiza sobre el plagio en 'El último negro'

Ramón Buenaventura


Ramón Buenaventura ironiza sobre el plagio en 'El último negro'


ELISA SILIÓ
Madrid 10 MAR 2005


El último negro ironiza sobre el plagio y es "una novela sin orden ni concierto, como la vida misma", en palabras de su protagonista. Su autor, Ramón Buenaventura, la ha localizado, como en otras ocasiones, en Tánger, la ciudad en la que nació en 1940. Con El último negro, el escritor ganó el pasado noviembre el VI Premio de Novela Unicaja Fernando Quiñones, dotado con 30.000 euros, y la editorial Alianza presentó ayer el libro en Madrid. Junto a Buenaventura se encontraba Paula Izquierdo, que quedó finalista con La falta, una novela en la que un hombre sufre una catarsis al leer los diarios de su hermana muerta.
"Un hombre cuando cumple 60 años decide escribir una novela y, como no sabe escribir libros, contrata a un negro. Primero piensa en un gran escritor, pero conoce a uno que le parece un imbécil. Su editora le presenta entonces a una negra de cierto prestigio y gran belleza...", explicó Buenaventura, quien aseguró haber intentado hacer "la mayor literatura posible, pero sin ser complaciente con el lector". "Así es difícil que pase el filtro editorial y es casi un fracaso con los lectores", argumentó.
El cineasta Montxo Armendáriz, padrino de este libro narrado con dos voces, resumió también sus impresiones: "Me reí, me emocioné, me sorprendieron en muchos momentos su estructura, sus giros dramáticos, sus provocaciones expresivas y formales".
Paula Izquierdo, por su parte, adelantó poco de La falta: "El germen de este libro son las mujeres que se prostituyen en la Casa de Campo de Madrid. Hace tiempo, mis hijos me preguntaban qué hacían allí desnudas, y de la idea de darles una respuesta coherente nació el libro". "La acción ocurre en siete días, el mismo tiempo que la creación, pero en este caso es al revés, y al protagonista se le cae el mundo. Al leer los diarios de su hermana, que no sabemos si fue prostituta, se da cuenta de que ha pasado por la vida de puntillas, sin ocuparse de quien tenía cerca", prosiguió, antes de condensar la idea del libro en una frase que oyó el otro día: "No se puede encontrar la paz evitando la vida". 
* Este articulo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de marzo de 2005 
EL PAÍS

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