César Aira Bogotá, 2016 Fotografía de Triunfo Arciniegas |
César Aira
«Yo también soy poeta»
Por Albeiro Montoya Guiral
8 de mayo de 2016
A César Aira le gusta escribir en los cafés, dejar que sus propias narraciones lo sorprendan. Que si empieza a llover mientras escribe, que la lluvia permee también sus líneas y se sitúe en la atmósfera de la novela. Me gusta imaginar, así, que cuando escribía el comienzo de Las curas milagrosas del Doctor Aira pasaba frente a él una ambulancia perseguida por un perro obsesionado por herir lo indetenible.
En su charla con Darío Jaramillo Agudelo en la reciente Feria del Libro de Bogotá comenta que escribe una página al día y que considera innecesaria la eterna corrección porque choca con fantasmas. Su predilección son las novelas cortas que siente terminadas cuando va por las 20.000 palabras. Empezó a escribir a los 18 años. Tenía 28 novelas escritas cuando publicó por primera vez, a los 32 años. Aún hoy prefiere las pequeñas editoriales, y logró que sus libros sean publicados en Argentina por sus amigos mientras que, en el primer mundo, como llama con ironía a toda esa porción de tierra que no conforma su país, los editen las grandes industrias del libro.
Trabajó bastante tiempo como traductor, entre otras cosas de best sellers. Traducir libros malos es más productivo, dice, y sonríe. Habla con total tranquilidad; uno cree que, de pronto, la literatura y la vida, por fin, son la misma cosa, y que ahí enfrente tiene a un personaje literario, hablándole, excediendo el papel y la tinta. Un personaje literario dedicado con devoción a la escritura. Hay mucha industria editorial pero poca historia de la literatura, pareciera que se va a poner serio, pero agrega: escribo con total irresponsabilidad respecto a un mercado lector, y vuelve a sonreír.
Desde su infancia en Coronel Pringles ha sido amigo cercano del gran poeta Arturo Carrera, con quien afirma haberse repartido los caminos de la escritura que ambos llevan y dominan magistralmente. Le gusta ver aparecer la poesía en la novela, pero no lo poético. Yo también soy poeta. Lo mío tiene que ver más con la poesía, el ensayo, y las artes plásticas, que con la novela propiamente dicha. Haberse formado entre poetas le hizo envidiarles sus delgados libros de poesía, un hecho en que sustenta su gusto por escribir esas novelas cortas e inigualables que lo caracterizan.
Albeiro Montoya Guiral (AMG): ¿Cómo imagina, cómo quisiera que fueran sus libros físicamente antes de terminar de escribirlos?
César Aira (CA): Hoy día noto que los libros se están haciendo lindos, casi como que le daría trabajo a un editor hacer un libro feo, tendría que proponérselo especialmente. Me gusta la sobriedad; en general no intervengo en la edición, confío en el editor, pero últimamente han habido tapas demasiado feas que me han hecho intervenir. No me gustan las tapas ni muy llamativas ni que tengan que ver con el título del libro, si el libro se llama El tren fantasma poner un tren fantasma en la tapa… No. Prefiero una cosa más abstracta.
AMG: En Penguin Random House le han publicado unas portadas muy bellas que corresponden con la estética que a usted le gusta, pero quería asegurarme de eso…
CA: Sí, es cierto. Aunque una no me gustó y me quejé, que fue la de los Relatos reunidos, que pusieron una calle toda llena de zapatos. Eso no tenía nada que ver y me pareció un poco absurdo. Entonces en la segunda edición que hicieron ahora con el título de Cerebro musicalla cambiaron, hicieron otra cosa.
AMG: Quiero preguntarle por el sentimiento que le produjo ver la novela La prueballevada al cine.
CA: La novela consiste en dos partes: el diálogo entre estas chicas punks y la chica gordita, tímida, y la segunda parte es el asalto al supermercado, la destrucción, la hecatombe, la matanza, el incendio. Ese ataque al supermercado es la prueba de amor que hacen las chicas, y en la película la prueba de amor que hacen es robar un taxi… Y yo me quedé sin ver toda esa gran masacre en el supermercado que para mí era la verdadera esencia de la novela. La película es otra cosa.
AMG: En Literariedad somos muy cercanos a la poesía, y hemos notado que muchos narradores no la leen, ¿usted cree necesario con su escritura estar involucrado con la lectura de poesía?
CA: Sí, totalmente. Sobre todo mantenerse al día con la poesía, con lo que hacen los poetas; es decir, leer, por supuesto, todos los grandes poetas, pero después seguir de cerca lo que hacen los contemporáneos, porque me parece que la poesía es como el laboratorio de la literatura donde se prueban cosas nuevas.
AMG: Cuando empezó a escribir, imagino que tenía una búsqueda ideológica o estética. Hoy, después de una obra tan extensa y sincera, tan bien escrita, ¿ya encontró lo que buscaba?
CA: Nunca perseguí un objetivo determinado. Si había un objetivo era ir hacia adelante, seguir cambiando, porque justamente todo lo que he hecho yo ha ido en el sentido de buscar algo nuevo, algo distinto. La escritura es un camino que no se termina nunca. Más o menos puedo darme por satisfecho con lo que hice en el pasado, pero no puedo hacer un balance todavía.
AMG: ¿Cómo ve literariamente a Colombia?
CA: No sigo la actualidad de la literatura colombiana, mis escritores favoritos son los del pasado como Tomás Carrasquilla, o Jorge Isaacs, a pesar de que ahora no se les lee y se les considere aburridos, lacrimosos, tienen mucho mérito sus prosas, así como la de José Eustasio Rivera en La vorágine, que aunque mi amigo Jaramillo la detesta yo la encontré una novela alucinatoria, casi tan buena como Bajo el volcán de Lowry.
AMG: ¿Y cómo ve la literatura argentina actual?
CA: Se publica demasiado, pero hay muy poco realmente bueno. Estoy al tanto porque muchos jóvenes escritores me envían sus libros, y leo las dos primeras páginas…
AMG: Por último, quiero saber cómo ve las Maestrías en Escrituras Creativas, los talleres, los espacios académicos que buscan enseñar a escribir…
CA: Eso puede ser bueno. Creo que para lo que más sirve es para socializar, para conocer gente. Ahora, en los talleres literarios, en estas experiencias de escritura creativa, creo que se puede aprender a escribir bien si uno tiene un buen profesor, pero no se puede aprender a escribir, a escribir en el sentido de tener un compromiso vital, eso tiene que salir de uno, eso no te lo va a enseñar nadie.
Bogotá, 1 de mayo de 2016.
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