CARLOS GALILEA
4 ABR 2016 - 03:34 COT
El
sonido de su saxo tenor sobre las imágenes de Marlon Brando y María Schneider
en El último tango en París quedó grabado en la memoria de toda una generación.
Era 1972 y la película de Bernardo Bertolucci, con el que Barbieri ya había
trabajado en Prima della Rivoluzione, desató pasiones.
El
músico argentino acaba de fallecer a los 83 años, a causa de una neumonía, en
Nueva York, la ciudad que eligió para vivir -un piso frente a Central Park-
hace más de cuarenta años. Leandro Gato Barbieri había nacido en Rosario, el 28
de noviembre de 1932, hijo de un carpintero que tocaba el violín de oído. Su
madre, a la que llamaban China, y a la que dedicó su disco The shadow of the
cat, le apoyó en sus sueños musicales y su hermano mayor, Rubén, trompetista,
le ayudó a dar sus primeros pasos. Con doce años estaba en Buenos Aires
estudiando clarinete cuando escuchó a Charlie Parker y se pasó al saxo alto.
Poco después, tras ver a Coltrane en un concierto del quinteto de Miles Davis,
y formando ya parte de la orquesta de Lalo Schifrin, se decantaría por el
tenor. En los años sesenta se instala con su mujer Michelle en Roma, donde
acompaña a músicos como Jim Hall, y durante una estancia en París conoce a Don
Cherry con el que viaja a Nueva York.
Fernando
Trueba le incluyó en Calle 54. En el libro que se publicó sobre la película se
puede leer que “posee el don de apoderarse del espacio por donde se desliza. Lo
llaman Gato y se muestra felino. Nadie conoce a Leandro Barbieri”. Al final de
la grabación le pidió al cineasta que añadiera su voz sobre la música de
Bolivia: el grito cuando matan al Che Guevara. En Calle 54 comparte
protagonismo con Bebo Valdés, Cachao, Tito Puente, Chico O´Farrill, Michel
Camilo, Paquito D´Rivera… Curiosamente los músicos latinos de Nueva York no
acababan de considerarlo uno de los suyos y los de jazz ignoraban a menudo lo
que había hecho antes de firmar contrato con la compañía A&M y decantarse
por opciones más comerciales: participó en la suite A genuine tong funeral de
Gary Burton y en discos de Carla Bley como Escalator over the hill o Tropic
appetites; estuvo en la Liberation Music Orchestra creada por Charlie Haden, y
tocó con los pianistas Dollar Brand –hoy Abdullah Ibrahim- y Lonnie Liston
Smith.
En el
París de 1968, Gato Barbieri se encuentra con Glauber Rocha, que le anima a
buscar su identidad musical en las raíces argentinas y suramericanas y a
alejarse de la fría experimentación de la vanguardia. Barbieri hace caso al
cineasta brasileño y halla su propio lenguaje en el acercamiento del jazz al
folclor. A su regreso a Buenos Aires, en un ciclo en el Teatro Regina, toca
tangos, chacareras, bailecitos… Graba con Lonnie Liston Smith The Third World,
que contiene Bachianas brasileiras de Villa-Lobos y unAntonio das Mortes
inspirado en la película de Rocha triunfadora en Cannes. Hace unos días murió
el percusionista Naná Vasconcelos y fue precisamente Barbieri, tras descubrirlo
en Brasil, que se lo llevó de gira con él y le tuvo en un disco como Fenix
(1971), con versiones de El arriero de Atahualpa Yupanqui o El día que me
quieras de Gardel y Le Pera.
Luchó
por su idea de una música panamericana plasmada a mediados de los setenta en
los discos de la serie Chapter One: Latin America, Chapter Two: Hasta
siempre,Chapter Three: Viva Emiliano Zapata y Chapter Four: Alive in New York.
Grabaciones para el sello Impulse en las que ruge su saxo tenor y hay una
mirada política a favor del Tercer Mundo. En Montreux todavía se le recuerda
arrasando con El pampero.
Estuvo
muchos años apartado de los estudios y las giras por problemas de salud –triple
by pass, diabetes- y otras cuestiones personales. Se le daba ya por acabado,
pero el Gato no estaba muerto. Contó que un buen día se había dicho a si mismo
que iba a hacer un disco para saber que estaba vivo. Volvió con dos: Qué pasa y
Che corazón. Seguía tocando, porque necesitaba el dinero, en lugares como el
Blue Note de Nueva York. Y una idea de Néstor Astarita, que le acompañaba en
Buenos Aires en los tiempos de locales como el Jamaica, se concretó, con Litto
Nebbia como productor, en el disco New York Meeting. Con la batería de
Astarita, el piano de Carlos Franzetti y el contrabajo de David Finck, Barbieri
grabó standards como Straight no chaser, de Monk, Equinox, de Coltrane, o So
what de Miles. Y Prepárense de Piazzolla.
Un
sonido de saxo tenor entre el grito y la melodía, todo fuego y pasión. Que se
puede oír en unos cuarenta discos. El de un hombre, hincha de Newell’s, del que
dicen que de chico corría con habilidad por los potreros de Rosario en los que también
creció un niño apellidado Messi. El músico que confesó que gritaba como cuando
ves un partido y tu equipo marca un gol.
El Gato no vió en vivo a Coltrane con Miles Davis, escuchó sus discos y por eso pasó del saxo alto al tenor. Nunca toaron en Argentina Coltrane y Davis.
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