En la cama no se habla de filosofía.
Tomé su mano, la puse sobre mi corazón, dije, mi corazón es tuyo, después puse su mano sobre mi cabeza y dije, mis pensamientos son tuyos, las moléculas de mi cuerpo están impregnadas de las moléculas del tuyo.
Después puse su mano en mi verga, que estaba dura, dije, es tuya esta verga.
Ella no dijo nada, me chupó, después chupé su vagina, ella se montó sobre mí, tiramos, ella se puso de rodillas, el rostro en la almohada, la penetré por detrás, tiramos.
Me tendí en el lecho y ella dándome la espalda se sentó sobre mi pubis, introdujo mi verga en su vagina. Yo veía mi verga entrando y saliendo, veía su culo rosado, que después lamí. Tiramos, tiramos, tiramos. Gocé como un animal agonizando.
Ella dijo, te amo, vivamos juntos.
Pregunté, ¿no está bien así? Cada uno en su rincón, nos encontramos para ir al cine, pasear por el Jardín Botánico, comer ensalada con salmón, leernos poesías el uno al otro, ver películas, tirar. Despertar todos los días, todos los días, todos los días juntos en la misma cama es mortal.
Ella respondió que Nietzsche dijo que la misma palabra, amor, significa dos cosas diferentes para el hombre y para la mujer.
Para la mujer, amor expresa renuncia, dádiva. El hombre a su vez quiere poseer a la mujer, tomarla, a fin de enriquecerse y reforzar su poder de existir.
Respondí que Nietzsche era un chiflado.
Pero aquella conversación fue el comienzo del fin.
En la cama no se habla de filosofía.
No me pregunten cómo, pero diría que este relato es más bien un poema. Ahí queda.
Rubem Fonseca
Ella y otras mujeres
Bogotá, Norma, 2008, 198 páginas
Ella y otras mujeres
Bogotá, Norma, 2008, 198 páginas
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