LA ENFERMEDAD Y SUS METÁFORAS
Por Aquileana
“Cada persona al nacer posee una ciudadanía dual, en el reino de los sanos y en el reino de los enfermos. Aunque todos preferiríamos sólo utilizar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno se ve obligado, al menos por un tiempo, a identificarse como ciudadano de aquel otro lugar”.
Susan Sontag, “La Enfermedad y sus Metáforas” y “El Sida y sus Metáforas”
“Sólo morirá aquel que desee morir, aquel para quien la vida es intolerable”
(Ibd. Sontag, Susan. “La Enfermedad y sus Metáforas” y “El Sida y sus Metáforas”.
Al inicio de su análisis, Sontag describe los mitos en torno de la enfermedad más célebre del siglo XIX, la tuberculosis. La visión que se tiene del tísico es en ese momento una visión romántica. Tributaria de la antigua concepción médica que clasificaba a los seres humanos según la teoría de los cuatro humores, del flemático al sanguíneo, la imagen de quien padecía tuberculosis era la de un ser de humor melancólico, sensible, romántico, de preferencia la de un poeta a quien la silueta magra y doliente confiere respetabilidad y prestigio. El ideal de la salud perfecta- escribía Novalis en 1779/1800 sólo es interesante científicamente; lo realmeente interesante es la enfermedad, que pertenece a la individualización… Esta idea que señala interés por el carácter de los enfermos, sería luego formulada por Nietzsche en La Voluntad de Poder. Sus célebres juicios sobre la debilidad ye l agotamiento cultural o la decadencia del individuo contienen y extienden muchos lugares comunes sobre la tuberculosis.
El tuberculoso podía ser un proscrito o un marginado, en cambio la personalidad del canceroso, lisa y condescendientemente, es la de un perdedor. El cáncer deNapoleón, como el de Robert A. Taft, habrían sido reacciones ante la derrota política y las ambiciones truncadas. Y el diagnóstico de los casos de los personajes que difícilmente pueden decirse perdedores, como Sigmund Freud, como Wittgenstein, fue el horrible castigo por haber reprimido sus instintos toda la vida. (¿Quién se acuerda de que Rimbaud murió de cáncer). En cambio, la enfermedad que reclamó las vidas de gente como John Keats, Poe, Chéjov, Simone Weil fue tanto una apoteosis como un veredicto de fracaso.
Los románticos inventaron la invalidez como pretexto del ocio, y para hacer a un lado los debres burguese y poder así vivir nada más que para su propio arte. Era un modo de retirarse del mundo sin asumir la responsabilidad de la decisión- la historia de “La Montaña Mágica”, de Thomas Mann (Pingback *) es ilustrativa en este sentido. Hans Castorp hace una visita de tres semanas a su primo tuberculoso,e n el Sanatorio de Davos. Antes de que Hans vuelva a abajar , el médico le diagnostica una mancha en los pulmones. Se queda en la montaña durante los siete años siguientes…
La tuberculosisi retuvo todos los tributos románticos- el ser signo de una naturaleza superior, el ser una fragilidad que le sienta a uno mismo- hasta entrado el siglo XX. Sigue siendo la enfermedadd del joven y sensible artista de ”Largo Viaje Hacia la Noche” (***), de O´Neill. Las cartas de Kafka son un compendio de especulaciones acerca del significado de la tuberculosis, así como en “La Montaña Mágica” se debe a que el estólido burgués Hans Castorp contrae tuberculosis, enfermedad de artistas- porque la novela de Mann es un comentario tardío y poremeditado sobre el Mito de la Tuberculosis. Pero en la novela se refleja otra vez el mito: la enfermedad refina, sí, el espíritu del Burgués. Morir de tuberculsosisi seguía siendo miisteriosos y ( con frecuencia) edificante, y siguió siéndolo hasta cuando ya casi nadie en Europa Occidental ni en Nortaeamérica moría de ello.
En “Muerte en Venecia” (Pingback**), la pasión provoca el derrumbe de lo que hacía de Gustav von Auschenbach una persona singular- su razón, sus inhibiciones, su melindrería. Y la enfermedad lo disminuye aún más. Al final de la historia, Auschenbach no es más que otra víctima del cólera; degradación extrema, sucumbe ala enfermedad de que en ese momento adolecen tantos venecianos. Cuando en “La Montaña Mágica” se descubre que Castorp tiene tuberculosiis, se trata de una promoción. Gracias a su enfermedad, Hans se hará más singular, será más refinado y culto que antes. En una historia, la enfermedad (el cólera) es la penalización de un amor secreto; en la otra, la enfermedadd (la tuberculosis) es su expresión.
Algo distinto sucede con las metáforas de desintegración física que convoca la mera mención del cáncer. El canceroso, dice Sontag, es visto como alguien a quien su propia represión emocional conduce a ese desorden máximo que es la proliferación de células malignas en el organismo. A la improbable nobleza que se atribuye a quien padece una enfermedad pulmonar una disfunción de la parte superior y noble del cuerpose contrapone la desgracia y vergüenza de quien ve afectadas, a menudo, las partes bajas, indignas, de su organismo, como en el cáncer del estómago, del colón, del recto, o de los testículos.
Una tuberculosis nos hace desvivirnos nos refinarnos, por llegar al meollo, a nuestro Yo Real, Un cáncer hace que unas células sin inteligencia (primitivas, embrionarias, atávicas) se multipliquen hasta que nos sustituya en No-Yo. Los inmunólogos clasifican a las células cancerosas como No propias del cuerpo. .. Si la tuberculosis era la enfermedad del Yo enfermo, el cáncer es la enfermedad de lo Otro. El cáncer se desarrolla como un guión de ciencia ficción: es la invasión de células extranjeras o mutantes, más fuertes que las células sanas /normales…
Hasta hace poco, el cáncer era la enfermedad tabú por excelencia, la que persistía en su malignidad y encono a pesar de las múltiples victorias que ofrecía la ciencia médica sobre muchos otros padecimientos. La escritora resume así: “Se pensaba en la tuberculosis como una muerte decorativa, a menudo lírica. El cáncer es un tópico extraño y todavía escandaloso para la poesía; y se antoja inimaginable volver estética esta enfermedad”.
La escritora ilustra con múltiples citas filosóficas y literarias, y con ejemplos tomados de la cultura popular las maneras distintas de concebir dos enfermedades igualmente devastadoras, pero que revisten cada una características muy propias y convocan metáforas a menudo opuestas.Delas metáforas asociadas con una enfermedad grave, Sontag señala una en particular, sin duda la más nociva: la metáfora militar. El cuerpo se concibe como un campo de batalla; el cuerpo libra frente al cáncer un combate encarnizado del que con harta frecuencia sale vencido.:
“No bien se habla de Cáncer, las metáforas maestras no provienen de la economía sino del vocabulario de la guerra: no hay médico, ni paciente atento, que no sea versado en esta terminología militar, o que, por lo menos, no la conozca. Las células cancerosas invaden… colonizan zonas remotas del cuerpo… Por muy radical que sea la intervención quirúrgica, por muy vastos los reconocimienttos del terreno, las remisiones on, en su mayor parte, temporarias, y el pronóstico es que la invasión tumoral continuará, o que las células dañinas se reagruparán para lanzar un nuevo ataque contra el organismo”.
Contrariamente a la tuberculosis, una afección muy localizada, y hasta hace poco muy controlada, el cáncer representa el horror de una invasión generalizada, con escaramuzas imprevisibles, y terapias brutales que representan una suerte de contraofensiva militar:
“A grandes males grandes remedios, dice la sabiduría popular, y el remedio aquí la quimioterapia, las radiaciones–, suelen ocasionar estragos mayores en un cuerpo de sí ya vulnerado. La noción de batalla, esta militarización del cuidado médico, se acompaña de una imagen de degradación corporal inevitable. El cáncer deja entonces de ser una enfermedad más, para convertirse en la metáfora ideal de la degradación física: una enfermedad que corroe, carcome y transforma el aspecto del individuo. La metáfora que militarmente describe la descomposición orgánica tiene como primer efecto hacer del enfermo un paria, señalarlo como presa de un caos interno que ineluctablemente acabará con sus días. Ante este panorama, el enfermo alberga sentimientos de culpa, consciente de que en una sociedad entregada de lleno al culto del bienestar y mejoramiento físicos su papel es muy marginal y su presencia incómoda en tanto recordatorio aún viviente de la falibilidad del género humano”.
También el tratamiento sabe a ejército. La radioterapia usa las metáforas de la guerra aérea: se bombardea al paciente con rayos tóxicos. Y la quimioterapia es una guerra química, en la que se emplean venenos. El tratamiento apunta a matar las células cancerosas.
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