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domingo, 21 de septiembre de 2014

Adolfo Bioy Casares / Borges por Bioy / Javier de Navascués


Javier de Navascués
BORGES POR BIOY
UNA VEZ MÁS

Es curioso el interés que continúa produciendo el enorme volumen del diario de Bioy Casares sobre Borges. Se han dicho muchas cosas, algunas favorables y otras bastante negativas. La última, bastante sensata aunque disiento en algunos puntos, la he visto firmada por Mabalot. No pocos han llegado a la conclusión de que Bioy siguió el ejemplo de Boswell junto al doctor Johnson: algo así como el mediocre que, embobado, toma nota de todo lo que ve y escucha del genio durante décadas. La comparación me resulta injusta para el autor de una novela tan extraordinaria como El sueño de los héroes, además de otros libros notables. Se suele olvidar que el mamotreto de mil páginas sobre Borges es, en realidad, una selección organizada por el propio Bioy y Daniel Martino, amigo personal, investigador y editor del autor de La invención de Morel en sus últimos años. Por lo demás, Bioy, en realidad, había escrito un diario larguísimo a lo largo de más de cuarenta años por lo menos, donde hablaba de todo y donde, por supuesto, salió muchas veces su amistad con Borges. Algo se ha publicado ya, pero queda más, seguro.


Borges y Bioy Casares

           A otros comentaristas les ha llamado la atención la reiterada frase "Borges come en casa". Bien, es verdad que es un rollo leer esto una y otra vez, pero qué se le va a hacer: son las servidumbres del género. Se trataba de un diario, no lo olvidemos, y en un diario se cuenta toda clase de minucias. Además, Borges era probablemente un gorrón. Su afición por quedarse a comer (a cenar, en español de España) se puede ver, por cierto, en unas líneas de su maravilloso cuento "El aleph", en donde el autor se ríe de sí mismo.
Un hallazgo para otros ha sido la malicia con que hablan Borges y Bioy de tantos colegas o de la literatura española. Pues vaya descubrimiento. Los dos eran tímidos, y ya se sabe que la ironía es el arma de los tímidos inteligentes. Y que los dos eran unos maldicientes incurables, basta descubrirlo leyendo los libros que firmaron al alimón. Dicen que cuando Borges y Bioy se encerraban a escribir juntos, se escuchaban sus carcajadas casi desde la calle. Algunas maldades que suelta Borges en el diario son francamente divertidas, como cuando Bioy le dice que el escritor y crítico Enrique Anderson Imbert viene a Buenos Aires, y el otro le contesta: "Qué bueno, entre tanta gente como hay, siempre tendremos la oportunidad de no encontrárnoslo".

Borges y Adolfo Bioy Casares
Ahora bien, la cuestión más práctica es si vale la pena leer (o comprar) el libro. A mí los dos personajes me resultan simpáticos y he leído -no sé si entero-, Borges por Bioy con placer. En medio de tanta paja como hay, se encuentra oro de vez en cuando: una anécdota curiosa, un juicio inteligente y, de vez en cuando, alguna sorpresa real. No sabía yo, por ejemplo, que a Borges le interesara la figura de Jesucristo. Bioy Casares, descreído y liberal, anota en unas pocas ocasiones -tres o cuatro-, sus conversaciones sobre los Evangelios y cómo Borges se irrita ante ciertas teorías heterodoxas sobre Jesús o cómo, al releer una frase de Cristo en la Cruz ("Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"), Borges concluye desconcertado: "Es tan contradictorio, tan increíble, que va a ser verdad todo lo que cuentan los evangelistas".
            ¿Vale la pena leerlo, en definitiva? Borges por Bioy Casares es un volumen pensado para un tipo de lectores muy particular. Hay que leerlo a saltos, como corresponde a esta clase de libros que son verdaderos cajones de sastre. Da igual que comencemos por la página 356 y sigamos por la 722. Hay que perder el miedo a pensar que uno nunca lo ha terminado: sólo así se puede disfrutar de él, como, por cierto, suele ocurrir con toda la literatura.


BIOGRAFÍA DE BIOY CASARES


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