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domingo, 8 de junio de 2014

Triunfo Arciniegas en Minificcionistas de EL CUENTO


Triunfo Arciniegas
MINIFICCIONISTAS DE EL CUENTO



Triunfo Arciniegas
EN TINTA VERDE

El hombre terminó de escribir la tarjeta y sonrió ante la belleza y la precisión de las frases. Imaginó que la mujer sería muy feliz leyéndola. Saldría del baño con la toalla en la cabeza, descalza, sonaría el timbre y sin prisa se colgaría la bata para abrir la puerta: nunca tiene prisa, es bella. Sin duda reconocería a primera vista los garabatos y la tinta verde, pero postergaría la lectura con el propósito del goce perfecto. O no, se quitaría la bata y así, desnuda como es ella, bebiéndose el café, leería la tarjeta una y otra vez, se reiría, sería muy feliz. Entonces, sin perder la sonrisa, el hombre destrozó la tarjeta y acercó un fósforo a uno de los pedacitos, que se encendió como el rostro de una muchacha avergonzada, para terminar consumiendo el pedacito contiguo, y todos se hicieron ceniza. Vio con toda precisión a la mujer metiéndose en la bata, triste, llorando la tarjeta sin leer, el timbre sin sonar, el café sin tomar.


IN GREEN INK
by Triunfo Arciniegas
Translated by Verónica Arciniegas
with the collaboration of Anabel Torres

The man finished writing the card and smiled beholding the beauty and precision of its phrases. He imagined that the woman would be so happy reading it. She would come out of the bathroom with a towel over her head, barefoot, the bell would ring and she would put her robe on leisurely: she is never in a rush, she is beautiful. No doubt at first glance she would recognize the scrawls and the green ink, but she would postpone reading it for the sake of the perfect pleasure. Or not: she might take her robe off and like that, naked just the way she is, sipping her coffee, she might read the card again and again, she might laugh, she might be really happy. Then, without ceasing to smile, the man destroyed the card and moved a match close to one of the small bits of paper, which went on fire like the face of a shy girl, to end up consuming the next small bit of paper until all the bits crumpled into ashes. He could clearly see the woman putting on her robe, sad, crying over the unread card, the bell that didn’t ring and the coffee not tasted.


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