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viernes, 9 de agosto de 2013

Pablo Sánchez / De quién hablamos cuando hablamos de Carver

Raymond Carver
Ilustración de Álvaro Sánchez

Pablo Sánchez

¿De quién hablamos 

cuando hablamos de Carver?



Se cumple un cuarto de siglo de la muerte del poeta y narrador estadounidense, uno de los más destacados representantes del ‘realismo sucio’ y eficaz retratista de la sociedad de su país 

9 de agosto de 2013

Un vendedor de libros, de nombre Les, aprovecha una breve escala aérea en Sacramento para compartir unas horas de charla con su padre. De inmediato, sin una previa explicación, y obviando la descripción que justifique el relato, el bagaje íntimo de la familia se despliega de manera contenida pero inmisericorde en una conversación llena de sobrentendidos, centrada en desvelar un episodio particularmente bochornoso de un hogar fracturado. En resumen, un acercamiento entre dos hombres que, quizás por primera vez, se ven en la necesidad de contarse algo, de verbalizar su relación, atravesando la socialmente aceptada frontera de lo masculino. Apenas nueve páginas, perfectamente fieles a la teoría del iceberg, de Ernest Hemingway: sólo poner por escrito lo imprescindible, permitiendo que la sucesión de acontecimientos y diálogos baste para que el lector se haga una composición de lugar tanto de lo evidente, como de lo traumáticamente sumergido.

El relato, de título ‘Bolsas’, es una de las diecisiete piezas que componen el libro ‘De qué hablamos cuando hablamos de amor’ del autor estadounidense Raymond Carver, de cuya muerte se cumplen este mes 25 años. Un cuento arquetípico que combina todos los ingredientes que hicieron célebre a este padre del ‘realismo sucio’ –subgénero que enlaza con la obra de autores de la talla de Fante, Cheever o Bukowski–, uno de los más importantes y mediáticamente potentes escritores en lengua inglesa en las últimas décadas del siglo XX.

Su obra, breve y concisa, se integra fielmente en la tradición literaria de su país, a través de la exposición de la vida cotidiana de la clase media, trabajadores, parejas, matrimonios que se descomponen y familias marcadas por un acontecimiento cruel e inesperado. Carver propone una prosa más allá del sentimentalismo o la piedad, sin rastro del llamado ‘Sueño Americano’. Sus personajes huyen de la caricaturización en páginas regadas con alcohol y sueños perdidos en una cotidianidad alienada, donde la ilusión y la esperanza brillan por su ausencia. Todo bajo una sensación de amenaza, como si el relato fuera una simple introducción que prepara al lector para asumir el desastre.

Nacido en Clatskanie, Oregón, en 1938 y criado en el estado de Washington, la biografía del escritor se nutre de vivencias que más tarde utilizaría para componer sus libros. Su padre, permanentemente endeudado, ejerció los oficios más variopintos –fue recolector de manzanas, así como trabajador en un aserradero– y sufrió pronto los envites del alcoholismo. El mismo día en que un Raymond Carver de 16 años asistía al nacimiento de su primer hijo, su padre estaba en la quinta planta del mismo hospital recibiendo un tratamiento de electrochoques para combatir su adicción.

La infancia del escritor transcurrió de manera fugaz y pronto se vio obligado a ganarse la vida, también como su progenitor, en los trabajos más diversos (vendedor, limpiador de hospital, camarero...). Es entonces cuando comienza a escribir. Las obligaciones laborales le impiden afrontar voluminosos proyectos literarios y se especializa en la brevedad de cuentos y poemas.

Renacimiento
Su caída en el alcohol, sin embargo, marca el inicio de su etapa más oscura, pese a que nunca interrumpió del todo su labor creativa. El 2 de junio de 1977 toca fondo y, abandonado por su mujer y sus hijos, decide dejar la bebida. Ese mismo año conoce a la poeta Tess Gallagher, que se convertiría en su segunda esposa. Con ella compartiría sus extraordinariamente productivos diez últimos años.

Otra figura decisiva en su carrera fue el editor Gordon Lish, quien le ayudó a pulir su estilo literario y le animó a publicar sus primeros libros. Es la época en la que aparece lo mejor de su obra: los volúmenes de relatos ‘Ponte en mi lugar’ (1974), ‘¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?’ (1976), ‘¿De qué hablamos cuando hablamos de amor’ (1981), ‘Catedral’ (1983), ‘Tres rosas amarillas’ (1988) y ‘Si me necesitas, llámame’ (2001, póstumo); además de varios libros de poemas.

Su impacto en la cultura norteamericana trasciende lo meramente literario. En 1993, cinco años después de su muerte, el director de cine Robert Altman rueda la cinta ‘Vidas cruzadas’, basada en los relatos del autor.

El adiós
A finales de los años ochenta, Carver se ha convertido, por fin, en un exitoso autor, respetado por la crítica y sostenido por un público creciente. Sus imitadores se cuentan por miles y goza de una sólida reputación literaria. Fumador empedernido desde su juventud, en 1987 se le diagnostica un tipo especialmente letal de cáncer de pulmón. El 2 de agosto del año siguiente, su vida se extingue en Port Angeles, Washington. Tenía 50 años.

Desde entonces, la altura de su valor literario se confunde con la irrupción de inéditos y la propagación de polémicas entre sus herederos. Diez años después de su muerte, Tess Gallagher y Gordon Lish se enzarzaron en una agria disputa, donde ambos reclamaron ser coautores de lo éxitos del difunto. Más recientemente, en 2007, las dos mujeres de su vida publicaron sendos libros sobre su convivencia con él. Quizás todo esto resulte inevitable en un autor especializado en desentrañar lo más oscuro de la intimidad, en los traumas que pueden evidenciarse con una mirada o un breve diálogo. En esa destrucción lenta del día a día con un vaso en la mano, mientras el atardecer se posa sin que nadie se dé cuenta.

Artículo aparecido el viernes 9 de agosto de 2013 en el suplemento cultural Sotileza, de El Diario Montañés. 

Blog de Pablo Sánchez



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