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sábado, 11 de enero de 2014

Salud Hernández / ¿Cuál Diomedes?



¿Cuál Diomedes?


Salud Hernández-Mora

Una cosa es el artista, el genio, que lo fue; y otra, el pésimo ejemplo vital que daba, ese que hizo que en sus últimos años de vida, los mismos medios que esta semana lo ensalzaron a límites exagerados, le dieran la espalda.


Es comprensible que lo lloren sus familiares, amigos y enorme fanaticada. Y que muchos otros lo recuerden por sus composiciones y una voz que Dios creó para cantar vallenatos, quizá la mejor. Pero su vida de excesos, el crimen de una chica, el machismo feroz del que hacía alarde no parecen méritos para que los grandes medios de comunicación lo exalten al punto de dedicarle los dos canales principales más de una hora seguida de noticiero. Y eso el primer día, porque después siguieron.

Una cosa es el artista, el genio, que lo fue; y otra, el pésimo ejemplo vital que daba, ese que hizo que en sus últimos años de vida, los mismos medios que esta semana lo ensalzaron a límites exagerados, le dieran la espalda. En determinados ambientes bogotanos quedaba mal decir que te gustaba Diomedes, era como traicionar las buenas costumbres y ponerse en la orilla equivocada.

Pero ya sabemos que en nuestras culturas la muerte todo lo cubre y en los días de duelo reescribimos la historia del fallecido para endulzarla.

Tal vez olvidamos que los artistas, al igual que los grandes deportistas, influyen hoy día más sobre las sociedades que filósofos, pensadores, religiosos o intelectuales.

“Las mujeres se amoldan a eso porque se les dice que uno tiene mujer e hijos y si quieren estar con uno deben aceptar eso y no poner problema”, sentenció en Blu Radio su exmánager Joaquín Guillén, respondiendo a una pregunta sobre las incontables amantes de Diomedes. Tampoco las oficiales podían quejarse de que regara el mundo de niños o que las alternara con quien le apeteciera. “Es la idiosincrasia de allá”, justifican sus admiradores cuando alguien pone el tema.

Lo bueno, por tanto, es seguir alimentando la falacia de que el hombre es el amo supremo y la mujer, un trapero; y si es linda, un agujero. En otro concierto, agregó Guillén, Diomedes detuvo una riña con un consejo: “Compren un Águila, llamen unas prepago y a cu...”. ¿También es parte de la cultura local y hay que respetarla?

Igual que aceptar, como si nada, que en una noche de parranda dura, una de sus amantes muriera y los escoltas de Diomedes la sacaran del apartamento y dejaran botada en la carretera. ¿Ajá, cultura vallenata?

¿Tener casi treinta hijos reconocidos (los no reconocidos aparecerán cuando dividan la herencia) es otro aspecto cultural que debemos perpetuar en el tiempo?

Por fortuna, conozco bien Valledupar y tengo muchos amigos allá que rechazan esos comportamientos. Es indudable que quedarán por décadas sus admirables himnos vallenatos, pero debería enterrarse con él esa supuesta idiosincrasia que solo genera rencores, tragedias, frustraciones y lágrimas.





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