Nobuyoshi Araki
AMOR Y MUERTE
Por Joseph Lapidario
“La fotografía es amor y muerte. Ese
será mi epitafio” Nobuyoshi Araki
Siempre he sentido un especial respeto por las
personas que viven libres siguiendo sus propias normas y deseos, dedicándose en
cuerpo y alma a lo que disfrutan sin preocuparse excesivamente de
convencionalismos sociales. Gente inclasificable que sublima sus obsesiones en
arte, que valora su libertad creativa, que logra subrayar la belleza de maneras
nuevas y originales. Pienso en músicos como Nick Cave o Tom
Waits, cineastas como Terrence Malick, escritores como Roberto
Bolaño, artistas plásticos como Duchamp… O fotógrafos como el
gran Nobuyoshi Araki.
En artículos y reportajes sobre Araki es frecuente encontrar su nombre escoltado por el adjetivo guardaespaldas “polémico”, “controvertido” o “enigmático”… Puedo entender que se le considere polémico, teniendo en cuenta que le gusta jugar a provocador en sus declaraciones y que sus imágenes de mujeres desnudas y/o atadas pueden ser malinterpretadas… Pero, ¿enigmático? Nunca me ha parecido especialmente enigmático, la verdad. Para entender a Araki sólo hay que considerar que de haber nacido en la Grecia mitológica hubiera sido un sátiro de pies de cabra: sólo habría que cambiarle la flauta por una cámara. Rebosante de energía y vitalidad, lujurioso, imprevisible, fundamentalmente alegre pero propenso a ataques de melancolía, admirador de la belleza femenina en todas sus formas…
1. Bajo la protección de las megami
“Fotografiar es parar el tiempo en un solo
momento, enfocarlo todo en un instante forzado. Pero si continúas creando esos
instantes, forman una línea que refleja tu vida”. Nobuyoshi Araki
En Japón el septuagésimo cumpleaños se considera
especialmente importante, hasta el punto de que tiene un nombre propio: koki.
Araki cumplió setenta años en 2010, y es fácil imaginar que alguien tan
conocido como él celebraría su koki por todo lo alto… Hemos tenido la suerte de
contar con un testigo excepcional de la celebración: el fotógrafo español Kirai.
Y podemos hacernos una idea del tipo de fiesta que fue con la descripción que
escribió del encuentro: “una locura, gente muy rara, mujeres bellas (la mayoría
modelos de Araki) y actuaciones de lo más variopintas”.
Una de esas actuaciones es especialmente significativa
para entender a Araki… En un momento de la
fiesta sale a escena un terrible personaje: el shinigami o dios de la muerte,
ataviado con un uniforme de colegiala y más que dispuesto a llevarse a Araki
consigo. Es un momento divertido pero intenso, ya que Araki lleva meses
peleándose con un cáncer de próstata… El fotógrafo reacciona sonriendo,
enfrentándose al shinigami y dándole un abrazo. Señalando a sus acompañantes y
las modelos que le rodean, dice: “estas mujeres son diosas que me protegen del
Dios de la muerte, así que no os preocupéis por mi cáncer”.
A diferencia de la mayoría de fotógrafos, más o
menos desconocidos para el gran público, Araki es una estrella en Japón, donde
los medios le llaman “Tensai Araki” (Araki el Genio). En Occidente es conocido
sobre todo por sus hermosas fotos de ataduras y por la admiración que le
rinden Björk o Lady Gaga (a la que ató a
petición de la cantante durante un reportaje fotográfico para Vogue)…
Pero en Tokyo su popularidad es tal que la gente le reconoce por la calle, le
pide autógrafos, le saluda, respeta y sonríe. Araki es uno de los suyos, un
tokiota que ha retratado a miles de personas (casi siempre mujeres) a lo largo
de su carrera, pero cuyo primer y más importante modelo ha sido siempre la
propia Tokyo.
2. El caminante incansable
“No me gusta que la gente borre sus imágenes tan
fácilmente. Buenas o malas, ya se han tomado y deben significar algo para
nosotros” Nobuyoshi Araki
Araki nació en 1940 en Shitamachi(literalmente
“ciudad inferior” o “villabajo”), el área de Tokio considerada tradicionalmente
como más pobre y humilde frente a los barrios altos de Yamanote… Y
fue paseando por los barrios bajos como un joven Araki de veintipocos años
encontró material paraSatchin, una serie de fotos con la que ganaría el
premio Taiyo, su primer reconocimiento importante. Un retrato fiel
del Japón de posguerra, con sus contrastes entre las áreas en rápido desarrollo
y las que aún mostraban los destrozos de las bombas incendiarias… La nueva
Tokyo vista a través de los ojos de niños de familias humildes que juegan
alegres en la calle. Satchin es una metáfora del renacimiento
de Japón y de la esperanza en el futuro, además de un trabajo que es imposible
ver sin sonreír en algún momento: viendo estas fotos me queda la sensación de
que Araki ha conservado toda su vida la energía, entusiasmo y alegría de los
críos que retrató.
Araki se mueve por las calles de Tokyo cámara en
mano, retratando sin pensárselo cualquier cosa que le llame la atención. Su
barrio favorito para ello ha sido siempre Kabukichō, en cierto modo
el “barrio rojo” de Tokyo, lleno de love hotels, burdeles, clubes
nocturnos, sex shops y gente interesante. El inolvidable libro Tokyo
Lucky Hole, de 1980, muestra a un Araki juerguista, mujeriego y con una
saludable capacidad para reírse de sí mismo y hacer lo que se le pase por la
cabeza sin preocuparse de parecer respetable.
Los paseos de Araki prueban que es un maestro de la
poesía urbana. En la serie de fotos Tokyo Nude, de 1989, Araki
yuxtapone imágenes de mujeres desnudas con paisajes tokiotas de rascacielos,
apartamentos, bosques de cables eléctricos… El fotógrafo recorre las calles de
la ciudad con el mismo ánimo explorador con que repasa las curvas femeninas: la
lujuria del urbanita, aunque siempre con un aire vagamente nostálgico.
No hace falta llevar mucho más allá la metáfora
para visualizar a Araki penetrando en el interior de su ciudad en la serie de imágenes Subway. Desde
que una parte importante de mi vida empezó a transcurrir en un sótano (larga
historia) le he empezado a prestar especial atención a todo lo subterráneo:
cuevas, parkings, catacumbas… Y los túneles del metro. Araki los atraviesa
sosteniendo una cámara en el regazo, disimuladamente, y retrata a sus
compañeros de vagón sin tan siquiera mirar por el objetivo. Guapas jóvenes
dormitando, oficinistas leyendo manga, madres de familia pensativas, críos
mirando por las ventanas…
Las fotos callejeras de Araki tienen el encanto
natural de lo improvisado e imperfecto… Es lógico que sea uno de los últimos
apóstoles de la fotografía analógica, y ha hablado a menudo de las virtudes que
las sorpresas propias del revelado manual añaden a sus fotografías. Declaró en
cierta ocasión que encontraba muy sexy el cuarto oscuro: quiero creer que se
refería al de revelado…
3. Flores que huelen a sexo
“Las flores son órganos reproductivos, úteros en
que la nueva vida se materializa y el futuro comienza. En ellas el amor se
consuma: no es extraño que sean símbolos de felicidad”. Nobuyoshi Araki
De niño, Araki solía jugar en los patios del templo
de Jokanji, donde durante la época Edo se enterraron sin ceremonia
más de 25.000 cortesanas y prostitutas del distrito de Yoshiwara.
En 1973, ya con 33 años, Araki revisitó algunos de los lugares de su infancia,
y al pasear una tarde por Jokanji (“mi parque-cementerio”) le llamó la atención
un ramo marchito de amaryllis… Sin saber muy bien por qué lo hacía, empezó a
fotografiar el ramo sobre un fondo neutro hasta ya llegado el anochecer, y se
dio cuenta de que había encontrado un nuevo tema que se convertiría en uno de
los pilares de su fotografía. Y es que hay miles de fotógrafos que retratan
flores, pero sólo Araki dota a sus imágenes de un extraño aire a la vez sensual
y decadente, un simbolismo explícitamente sexual (pistilos y estambres como
genitales) y poéticamente representativo de la juventud que brilla lozana y
luego se marchita. ”Las flores huelen a muerte. Me siento atraído por ellas
porque se marchitan, y me invade una sensación erótica al verlas decaer”,
escribió Araki.
Una de las características de Araki que más me
apasionan es su tendencia al humor negro. Tras el reciente diagnóstico de
cáncer de próstata que ha puesto su vida en la cuerda floja, el fotógrafo
empezó a sacar fotos de las flores que desea que se empleen en su funeral en
lugar de las auténticas. Es decir, que si se cumple su voluntad, lo que cubrirá
su ataúd durante la ceremonia no serán flores sino imágenes de flores… Seguro
que no soy el único que lo encuentra especialmente apropiado y un pelín
inquietante.
4. Se acerca el invierno
“¡La fotografía es la vida! Empezó cuando
conocía a Yoko”. Nobuyoshi Araki
La serie de fotografías que mejor ilustra la máxima
de Araki que abre este artículo (“la fotografía es amor y muerte”) es Sentimental
Journey/Winter Journey, el melancólico e impactante retrato de dos décadas
de matrimonio en una serie de imágenes que muchos consideran las mejores de su
carrera.
En 1971 Araki se casó con una joven ensayista
llamada Yoko a la que amaba con locura. Fiel a sí mismo y a su
personaje, el fotógrafo se llevó la cámara a la luna de miel y la documentó
cuidadosamente, así como gran parte de sus primeros años de casado. Observando
las fotos nos volvemos testigos de sus paseos, baños, orgasmos, bailes,
discusiones, alegrías… La mirada de Yoko es casi siempre muy intensa, soñadora,
algo melancólica. Vemos centenares de retratos naturalistas de Yoko asomándose
a la ventana, Yoko acariciando a su gato Chiro, Yoko nadando en un
lago, Yoko dormida en un bote tumbada en posición fetal… Esta última imagen es
una de las más conocidas de Araki, y resulta no sólo hermosa visualmente sino
también extrañamente turbadora… Y es que jugando con la ventaja de saber que
Yoko moriría pocos años más tarde, podemos ver en esa imagen un cierto
presagio, un símbolo de su viaje al más allá en una barca funeraria. En un
curioso momento del documental Arakimentari, de Travis
Klose, Araki recuerda el momento en que tomó esa fotografía. Tras adoptar
un aire melancólico unos segundos, sonríe y comenta el motivo por el que Yoko
dormía… Básicamente que se habían pasado toda la noche follando y estaban ambos
agotados.
En una entrevista con la artista Nan Goldin (amiga
y colaboradora), Araki medita sobre el “olor a muerte” que el mismo arte de la
fotografía desprende en su intento de convertir en estático lo esencialmente
dinámico. Dice Araki: “cuando fotografío la infelicidad sólo capturo la
infelicidad, pero cuando fotografío la alegría aparecen reflejadas la vida, la
muerte y todo lo demás. La infelicidad parece grave y pesada; la alegría es
ligera, pero contiene su propia pesadez, un sentido inminente de muerte”.
Yoko murió en 1990, por culpa de un cáncer de ovario,
y Araki se enfrentó a sus seis meses de agonía con la única arma de que
disponía: su cámara. En una serie de fotos difícil de mirar sin que aparezca un
nudo en la garganta, Araki retrata la progresiva decadencia de Yoko, las flores
de su habitación de hospital, el último contacto de sus manos… Y finalmente los
ojos cerrados de su mujer en el ataúd con tapa de cristal, cubierto de flores.
Tras las imágenes de la tumba, vemos a la muy querida gata de ambos, Chiro,
acurrucándose en el rincón de Yoko de la cama o saltando sobre la nieve recién
caída…
Durante varios meses tras la muerte de su esposa,
Araki fotografió casi exclusivamente cielos. Despejados, nublados, brillantes,
azules, grises… Los imponentes y vacíos cielos de Tokyo.
5. El atador elegante
“La atadura se convierte en un abrazo fuerte”
Nobuyoshi Araki
El kinbaku (también llamado shibari) es el arte
japonés de la atadura erótica, cuyos antecedentes técnicos pueden rastrearse
hasta un arte marcial del siglo XVI y que actualmente es un ingrediente
básico de la subcultura del sadomasoquismo. Nobuyoshi Araki tiene una
enorme habilidad para la fotografía de kinbaku, y ese talento para fotografiar
mujeres atadas ha sido frecuentemente malinterpretado o directamente
incomprendido. Algunos grupos feministas (no todos, y hago aquí la nota mental
de hablar otro día del feminismo “sex positive” de Betty Dodson) le
han boicoteado, llegando a tirarle piedras durante una exposición en Seúl…
Considerar misóginas estas imágenes (y, por
extensión, al propio fotógrafo) es de una miopía notable, y demuestra no
conocer en absoluto a Araki y su veneración casi mística por las mujeres y lo
femenino. Dijo Araki en cierta ocasión: “hay muchos elementos esenciales en las
mujeres: belleza, atracción, repulsión, obscenidad, pureza; el cielo y el mar,
el capullo y la flor…”. Las elegantes ataduras de Araki no agreden a la mujer,
sino que subrayan su belleza, la muestran bajo una luz diferente de tierna vulnerabilidad,
enseñan otro aspecto de la sexualidad y de las relaciones entre sufrimiento,
erotismo y éxtasis…
Araki se ha visto envuelto también en polémicas con
la censura oficial japonesa, no tan preocupada por las imágenes de
sadomasoquismo como por la aparentemente horrenda posibilidad de que se vean
genitales en las fotos… En 1988 la policía retiró la revista Shanshin
Jidai porque en ella aparecían fotos de Araki; en 1992 la
exposición Photomania Diary fue suspendida y un escuadrón de
policías revisó literalmente con lupa más de 1500 diapositivas para ver si
mostraban genitales (escena que Araki recuerda riéndose a carcajadas).
Al evaluar sus fotos de bondage hay que tener en
cuenta que Araki no es un nawashi (maestro de la cuerda): sus ataduras, incluso
las más complejas como las suspensiones, son formalmente simples y repetitivas…
Pero las imágenes tienen una elegancia sobrenatural y un enorme sentido de la
estética, captando de forma única la generalmente intensa mirada de las
modelos. El propio Araki ha comentado en la introducción de Todas las
mujeres son hermosas (2006): “Existe una estética propia del bondage,
como la del shibari de los maestros. Pero no necesito una perfección como esa
en la fotografía. Ni siquiera tiene por qué ser un buen bondage. Cuando ato a
una mujer, le digo “Estoy atando tu corazón, no tu cuerpo”. En realidad, podría
desatarse de mi atadura… Pero no tiene por qué hacerlo”.
En la reciente serie de fotografías Hana
Kinbaku, Araki presenta imágenes agrupadas en parejas: una flor en primer
plano acompañada de una mujer inmovilizada según las técnicas del shibari.
Entre cada pareja de imágenes se establece un diálogo temático y estético:
los colores de las fotografías están especialmente cuidados y resultan siempre
extrañamente complementarios…
6. El retratista lujurioso
“Todas las mujeres que me rodean,
todas las que se ponen frente a mi cámara… Son diosas”. Nobuyoshi Araki
Cuando Araki cumplió doce años su padre le
regaló una cámara Baby Pearl, que estrenó en un viaje escolar
fotografiando el templo de Ise y a una guapa compañera de
clase que le gustaba. Como veis, las cosas no iban a cambiar demasiado en los
siguientes sesenta años.
Araki empezó ese día a guardar en su casa miles de
fotografías, en su mayor parte retratos. Nunca ha ocultado que prefiere
retratar mujeres, con cuanta menos ropa mejor: “el origen del arte visual yace
en la vagina”, dijo en una entrevista… Y como puede verse en algunos hilarantes
momentos de Arakimentari,centenares de mujeres japonesas se mueren
de ganas de ser fotografiadas por Araki, a quien nunca le han faltado modelos.
Sean jóvenes impetuosas o respetables amas de casa de mediana edad, cuando
llegan a su estudio no suele necesitar mucho esfuerzo para desnudarlas. Y es
que casi todas quedan muy satisfechas al verse retratadas…
El porqué es sencillo de entender. Todas sus
mujeres (estén vestidas o desnudas, atadas o desatadas, en compañía o solas)
desprenden un aura especial, una cierta luz interior, un aire sagrado y a la
vez natural y muy sexy. Cierta leyenda alimentada pícaramente por sí mismo
sugiere que se acuesta con la mayor parte de sus modelos (quiero creer que no
con todos, ya que en cierta ocasión retrató a una osa polar)…
Araki aparece de vez en cuando en las fotografías
que saca (gracias al uso de temporizadores o disparadores), pero en ocasiones
recurre a pequeños avatares de plástico, generalmente reptiles. Serpientes,
dinosaurios y pequeños juguetes le sustituyen en escena, se acercan a las modelos
y pasean sobre su piel. Curiosa forma de retratarse y captar su propia
esencia…
7. El viudo que fotografiaba gatos
“Tal vez esta exposición sea un réquiem por
Chiro y por la fotografía analógica…” Nobuyoshi Araki
Decía Heinlein que nuestro comportamiento
hacia los gatos acabará determinando nuestro status en el cielo. Si es así,
Araki será sin duda un pez gordo en el más allá, ya que son miles las cariñosas
fotografías que le ha dedicado a su gata Chiro, uno de los últimos
recuerdos que le quedaban de su esposa Yoko (que fue quien trajo la gatita a
casa). En uno de sus últimos trabajos, Sentimental Journey/Spring
Journey, Araki ha seguido la enfermedad y muerte por edad avanzada de
Chiro, de una manera similar a la del Winter Journey de Yoko.
La fotografía de Chiro en su pequeño ataúd es inquietantemente similar a la de
Yoko en el suyo…
Empezábamos este artículo con el septuagésimo
cumpleaños de Araki, y no estará de más terminarlo mirando a su futuro. Tras su
cáncer de próstata (que también documentó en una serie de fotos llamada
sarcásticamente Tokyo Radiation) ha declarado que ya no es el sexo
el motor de su trabajo, sino la vida misma en todas sus formas… De la cual aún
le queda mucho por vivir. Araki comenta a menudo que aún le falta tiempo para
llegar a la edad de Hokusai o Picasso, que murieron con más de noventa años,
así que aún planea dar guerra durante algún tiempo. “Me parece que ahora
empiezo a convertirme en un fotógrafo profesional”, dijo en su cumpleaños.
Araki seguirá energético y creativo hasta su último
día en la Tierra. Recientemente trajo al parisino Palais una
muestra de sus fotografías, y la presentó sacando en directo una serie de
polaroids eróticas de una bailarina que iba desnudándose ante la audiencia… No
es esta una mala imagen para terminar el artículo: Araki disparando su cámara y
moviéndose sin cesar alrededor de una hermosa bailarina con poca ropa. ¡Feliz
cumpleaños, maestro!
http://www.jotdown.es/2011/10/araki-amor-y-muerte/
No hay comentarios:
Publicar un comentario