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sábado, 8 de diciembre de 2012

Tabaco y mujer / Plagio de Bryce Echenique

Mujer fumando
Oleo sobre lienzo, 50 x 100 cms
Mónica Morales

Articulo original
Eulalia Solé
USO SOCIAL DEL TABACO
http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/2005/07/29/pagina-17/40850880/pdf.html
La Vanguardia, 29 de enero de 2005



Uso social del tabaco
EULÀLIA SOLÉ - 29/07/2005


Según un estudio publicado por la revista Addiction, las grandes empresas 
tabaqueras son responsables, en buena parte, de que el hábito de fumar se 
haya incrementado entre las mujeres. Cajetillas con modalidades como 
light, ligero, o slim, esbelto, pretenden asociar el consumo a atributos como 
libertad, esbeltez, glamour, y lo cierto es que actualmente las mujeres 
fuman tanto o más que los hombres. ¿Cuál ha sido el camino que ha 
conducido hasta ese punto desde la introducción del tabaco en Occidente? 

Primero fueron los hombres, y además, ricos. Cuando los conquistadores 
españoles descubrieron que los indios americanos consumían esta hierba, y 
no sólo en forma de canutillos encendidos cuyo humo aspiraban y 
exhalaban, sino comiéndola y tambi én convirtiéndola en bebida, pronto 
exportaron el producto a la metrópoli. Aunque fue sólo en la vertiente de 
fumar, pronto se convirtió en un gran negocio, de tal manera que el Reino 
de España adjudicó a Hacienda, el año 1623, el monopolio de la venta de 
tabaco. Y así ha seguido hasta hace poco. Las grandes plantaciones 
estaban en Cuba y Santo Domingo, y pronto el hábito se extendió a las 
clases populares a tenor del aumento de las importaciones y el descenso 
del precio. 

Hay que advertir de que no en todos los países se dio al tabaco la misma 
acogida. En muchos lugares fue tachado de droga detestable, por el humo 
que provocaba, as í como por el mal olor que despedía. Durante el siglo 
XVII, tanto la venta como el consumo estaban castigados en Europa central, 
Rusia, Turquía y China, naciones que, curiosamente, no participaban en el 
ejercicio de la exportación/ importación. Nada impidió, no obstante, que el 
tabaco acabara por instaurarse en las costumbres sociales tanto 
occidentales como orientales, reservado de entrada al género masculino. 

El gesto de fumar equivalía, para los hombres, a un signo de virilidad, 
mientras que las pocas mujeres que se atrevían a fumar eran unas 
transgresoras que, según las miradas, resultaban interesantes o 
desvergonzadas. 

Lo que nadie sabía, todavía, es que los fumadores estaban jugando con 
una droga adictiva y peligrosa para la salud. Se fumaba en casa, en la 
oficina, en el cine y el teatro, en los transportes públicos, incluso en los 
hospitales. No sólo en los pasillos sino en las propias habitaciones, por 
parte de médicos y enfermos. 

Lo sorprendente, tanto como inquietante, es que el descubrimiento de los 
atributos nocivos del tabaco no haya redundado en el descenso tajante de 
su consumo. La explicación ha de hallarse justamente en esos atributos, los 
de causar dependencia ps íquica y física, amén de desarrollar una tolerancia 
que incita a fumar cada vez más para sentirse igual de estimulado. Si a esto 
agregamos la publicidad, incluso la engañosa para las mujeres citada más 
arriba, nada tiene de extraño que chicos y chicas se enganchen a edades 
progresivamente tempranas.

En cuanto a las mujeres adultas, diversos factores explican su masiva incorporación al consumo del tabaco. Emancipadas, integradas en el mundo 
laboral masculino, el tabaco se ha convertido, tal como siglos atrás sucedió 
con ellos, en un símbolo. Por desgracia, el gesto de fumar ya forma parte de 
la feminidad. 

E. SOLÉ, socióloga y escritora 



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EL PLAGIO DE BRYCE ECHENIQUE
Nexos

Número actual
OCTUBRE, 2012
Octubre 2012


01/02/2007
Columna incólume
Tabaco y mujer
Alfredo Bryce Echenique  


Según un estudio publicado por la revista Addiction, las grandes empresas tabaqueras son responsables en buena parte de que el hábito de fumar se haya incrementado entre las mujeres. Cajetillas con modalidades como light, slim, esbelto, o ligero, pretenden asociar el consumo a atributos como libertad, esbeltez, glamour, y lo cierto es que actualmente las mujeres fuman tanto o más que los hombres.

¿Cuál ha sido el camino que ha conducido hasta ese punto desde la introducción del tabaco en Occidente?

Primero fueron los hombres, y además, ricos. Cuando los conquistadores españoles descubrieron que los indios americanos consumían esta hierba, y no sólo en forma de canutillos encendidos cuyo humo aspiraban y exhalaban, sino comiéndola y también convirtiéndola en bebida, pronto exportaron el producto a la metrópoli. Aunque fue sólo en la vertiente de fumar, rápidamente se convirtió en un gran negocio, de tal manera que el Reino de España adjudicó a Hacienda, en 1623, el monopolio del tabaco. Y así ha seguido hasta hace poco. Las grandes plantaciones estaban en Cuba y Santo Domingo, y pronto el hábito se extendió a las clases populares a tenor del aumento de las importaciones y el descenso de precio.

Hay que advertir de que no en todos los países se dio al tabaco la misma acogida. En muchos lugares fue tachado de droga detestable, por el humo que provocaba, así como por el mal olor que despedía. Durante el siglo XVII, tanto la venta como el consumo estaban castigados en Europa central, Rusia, Turquía y China, naciones que curiosamente no participaban en el ejercicio de la exportación/importación. Nada impidió, no obstante, que el tabaco acabara por instaurarse en las costumbres sociales tanto occidentales como orientales, reservado de entrada al género masculino.

El gesto de fumar equivalía, para los hombres, a un signo de virilidad, mientras que las pocas mujeres que se atrevían a fumar eran unas transgresoras que, según las miradas, resultaban interesantes, desvergonzadas o machonas.

Lo que nadie sabía todavía es que los fumadores estaban jugando con una droga adictiva y muy peligrosa para la salud. Se fumaba en casa, en la oficina, en el cine y el teatro, en los transportes públicos e incluso en los hospitales. Y no sólo en los corredores sino en las propias habitaciones. Y fumaban médicos y enfermos.

Lo sorprendente, tanto como inquietante, es que el descubrimiento de los efectos nocivos del tabaco no haya contribuido al descenso tajante de su consumo. La explicación debe hallarse justamente en esos atributos, los de causar dependencia física y psíquica, y a la vez desarrollar una tolerancia que incita a fumar cada vez más para sentirse igual de estimulado. Si a esto agregamos la publicidad, incluso la engañosa para las mujeres, citada más arriba, nada tiene de extraño que chicos y chicas se “enganchen” hoy a edades progresivamente tempranas.

En cuanto a las mujeres adultas, diversos factores explican su masiva adicción al consumo del tabaco. Emancipadas, integradas en el mundo laboral masculino, el tabaco se ha convertido, tal como siglos atrás sucedió con ellos, en un símbolo. Por desgracia el gesto de fumar ya forma parte de la feminidad. n



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