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martes, 7 de agosto de 2012

Marilyn Monroe / Memorias de Marilyn


Memorias prematuras de Marilyn

La actriz, entonces de 28 años y recién casada con el famoso beisbolista Joe DiMaggio, le contó su breve vida al guionista de Hollywood Ben Hecht, y el resultado es My Story

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS - Madrid - 11/12/2011

                En 1954 Marilyn Monroe hacía los equilibrios propios de una estrella que está en la cresta de la ola. Recién casada con Joe DiMaggio y pese a que solo tenía 28 años, le pareció un buen momento para escribir sus memorias y así aclarar en primera persona las confusas historias que circulaban sobre su infancia y adolescencia, su fugaz primer matrimonio o sus orígenes en Hollywood. Además, escribir su vida le permitiría demostrar que aunque se había hecho famosa con papeles de encantadora rubia tonta no lo era tanto. No solo tenía ideas propias sino que no le asustaba expresarlas. "Hollywood es un lugar donde te pagan 1.000 dólares por un beso y 50 centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los 50 centavos", escribe en uno de los capítulos de My story, editada ahora en España por Global Rhythm en una edición que incluye las imágenes exclusivas de uno de sus fotógrafos de cabecera, Milton H. Greene, quien por los azares que rodearon a este accidentado libro (oculto hasta 1974, 12 años después de la muerte de la actriz) acabó siendo dueño de sus derechos.





"Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio"


                 
                   Marilyn buscó a un escritor con garantías para que redactara My story y pensó en Ben Hecht, el Shakespeare de Hollywood, el hombre detrás de La ley del hampa, Scarface, Primera plana, Encadenados, Con faldas y a lo loco, Luna nueva o Me siento rejuvenecer.
                  Hecht y Marilyn se citaron durante el mes de marzo de 1954 en el hotel Beverly Hills de Los Ángeles. Los agentes de la actriz y los del escritor habían llegado a un acuerdo para que el guionista hiciera de negro. Hecht no figuraría en los créditos. La actriz puso sobre la mesa los detalles de su vida. Muchas de las reuniones acababan con ella llorando. Hecht, fascinado con el descarnado material que la actriz le estaba proporcionando, la llamaba "la belle temblores y lágrimas".
                Un mes después de las entrevistas, el guionista ya tenía el borrador. A la actriz le gustó, tenía su voz, era ella. Michel Schneider, autor del libro Últimas sesiones con Marilyn, que narra la terapia con el que sería su último y más influyente psicoanalista, Ralph Greenson, escribía hace poco que de todos los libros que existen sobre la estrella My story está entre los imprescindibles. "Aquí Marilyn se revela como una escritora dotada, vulnerable y sensible", dice Schneider.
                Lo cierto es que el libro fluye a toda velocidad, en gran medida gracias a sus vivos diálogos. Parece ligero pero está cargado de intención. Hecht puso orden a los pensamientos de una mujer que ya mostraba su resentimiento hacia Hollywood y su tendencia depresiva: "Sí, había algo especial en mí y sabía de qué se trataba. Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano".
               El libro recoge anécdotas e impresiones de sus años como actriz pobre y anónima ("Cuando recuerdo aquel Hollywood desesperado, embustero y pedigüeño que conocí hace tan solo unos años, me entra un poco de nostalgia. Era un lugar más humano que el paraíso primero soñado y luego encontrado. La gente que lo poblaba, los impostores y fracasados, resultaban más llamativos que los hombres ilustres y los artistas famosos a quienes conocería muy pronto"); sus primeros choques con la realidad de aquel sueño ("En Hollywood la virtud de una chica importa menos que su peinado") y, una vez más, con los vaivenes de su propio ánimo ("Pero no todo era completamente negro... aún no. En realidad nunca lo es. Cuando eres joven y gozas de buena salud, el lunes puedes planear suicidarte y estar riendo de nuevo el miércoles").
                 Marilyn relata con una naturalidad que asusta cómo su primera experiencia sexual fue (aunque no use la palabra) una violación. O cómo su primer amor (que no fue su primer marido, sino un amante que tuvo años después y cuya identidad oculta porque es un hombre casado) la maltrataba: "Cuando él entraba en mi habitación y me tomaba en sus brazos olvidaba todos mis problemas. Incluso olvidaba a Norma Jeane. Incluso olvidaba que no era fotogénica. [...] 'Lloras con demasiada facilidad', me decía. 'Es porque tu mente no está suficientemente desarrollada. Comparada con tus pechos, es embrionaria...' [...] No me importaba ser una estúpida si él me amaba. Yo andaba por el arroyo y él por la acera". Finalmente, dejó al tipo, aguantó el tirón de la soledad como pudo y siguió su camino. Después, entró en su vida Johnny Hyde, el cazatalentos que convirtió a Norma Jeane en Marilyn y que fue, hasta su temprana muerte, su mejor amigo y aliado.
             Cuando Milton H. Greene compró los derechos de My story lo hizo para proteger a su amiga, que no quería que se publicara el libro después de que una revista adelantara su contenido, algo que ella vivió como una traición de Hecht. Greene lo mantuvo guardado hasta 1974; entonces lo publicó pero ocultó la mano del guionista en el texto.
            Probablemente había algo más y el incidente de la revista solo fue la excusa para sacar el libro de circulación. No era un retrato amable de Hollywood, más bien al contrario, era incómodo de una manera profunda y, aunque a ella aún le quedaban ocho años de vida, ya se intuía el precipicio al que se asomaba. La mujer más deseada de Hollywood llegaba tarde a las citas porque se distraía vaciando y llenando compulsivamente la bañera: "A veces conozco la verdad de lo que estoy haciendo. No es Marilyn Monroe la que está en la bañera, sino Norma Jeane. Estoy dándole gusto a Norma Jeane. Solía tener que bañarse en el agua que habían utilizado seis u ocho personas. Ahora puedo bañarme en agua tan limpia y transparente como el cristal. Y parece que Norma nunca tenga suficiente agua limpia".



Marilyn Monroe

Un repaso a su vida a través de sus palabras


Elsa Fernández Santos


En 1954, con 28 años, Marilyn Monroe decidió escribir sus memorias. Recién casada con el jugador de beisbol Joe DiMaggio y en lo más alto de su popularidad, la actriz quería aclarar en primera persona las historias que circulaban sobre su infancia y adolescencia. El libro 'My story', publicado en España por Global Rhythm, quedó oculto en un cajón hasta doce años después de su muerte. Fuente directa de recuerdos y pensamientos de una mujer adelantada a su tiempo que nada tenía que ver con la rubia atolondrada que la había hecho célebre, el libro no solo recorre su biografía en primera persona sino que destila ese temblor tan característico de la actriz. Su infancia de mano en mano por culpa de una madre sin recursos, económicos primero, y mentales después; la violación de la que fue víctima de niña o su incesante búsqueda de una figura paterna sólo marcan el descarnado camino hacia un destino que ella misma intuyó en estas páginas: “Sí, había algo especial en mí y sabía de qué se trataba. Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano". Este es un repaso a su vida a través de la voz que ella dejó en ese libro.




“Las personas que yo creía mis padres tenían hijos propios. No eran mezquinos, simplemente eran pobres. No tenían mucho que ofrecer a nadie, ni siquiera a sus hijos, y no quedaba nada para mí. Tenía siete años, pero me tocaba trabajar en la casa. Lavaba platos, fregaba suelos y hacía recados. Mi madre apareció al día siguiente. Era una mujer muy guapa que nunca sonreía. La había visto a menudo, pero no sabía exactamente quién era. Cuando le dije 'Hola, mamá', me miró. Nunca me había dado un beso, nunca me había sostenido en sus brazos y apenas me había hablado. Por aquel entonces no sabía nada de ella, pero años más tarde me enteré de bastantes cosas. Cuando ahora pienso en ella, el corazón me duele el doble de lo que me dolía cuando era una chiquilla. Me duele por las dos".



"Había un objeto en el apartamento de mi madre que siempre me fascinó. Se trataba de una foto colgada en la pared. No había otras imágenes en las paredes, sólo esta fotografía enmarcada. Siempre que iba de visita permanecía de pie mirando esa foto y conteniendo la respiración por miedo a que me ordenara que dejase de mirar. Había descubierto que la gente siempre me ordenaba que dejase de hacer lo que me gustaba. Esa vez me sorprendió mirando la foto, pero no me riñó. Por el contrario, me subió a una silla para que pudiera verla mejor. —Es tu padre —me dijo. Sentí tal emoción que casi me caí de la silla. Tener un padre, poder mirar su retrato y saber que yo le pertenecía era una sensación deliciosa. ¡Qué maravillosa fotografía! […] Fue mi primer momento de felicidad: encontrar la fotografía de mi padre. Siempre que recordaba cómo sonreía y la manera como se ladeaba su sombrero sentía cariño y no me sentía sola. Un año después de ver aquel retrato empecé a reunir un álbum de recortes y puse en él una foto de Clark Gable porque se parecía a mi padre, especialmente en la manera de llevar el sombrero y en el bigote".

Norme Jeane con su madre Gladys Baker, en 1929

"Mi madre encontró otra pareja para que se ocupara de mí. Eran ingleses y necesitaban los cinco dólares semanales que iban conmigo. Además, yo era muy alta para mi edad y podía trabajar mucho. Un día nos visitó mi madre. Estaba en la cocina lavando platos. Permaneció de pie mirándome sin hablar. Cuando me volví, observé lágrimas en sus ojos y me sorprendió. —Voy a construir una casa para las dos —dijo—. Estará pintada de blanco y tendrá un patio detrás. Luego se fue. Era cierto. Mi madre se las arregló para conseguirlo, ahorró y pidió un préstamo. Construyó una casa. La pareja de ingleses y yo fuimos a verla. Era pequeña y estaba vacía, pero era hermosa y estaba pintada de blanco. Nos mudamos los cuatro".

Norma, 1933

"Más adelante descubrí qué era el sexo sin hacer ninguna pregunta. Casi tenía nueve años y vivía con una familia que alquilaba una habitación a un tipo llamado Kimmel. Era un hombre de aspecto serio: todos lo respetaban y lo llamaban señor Kimmel. Pasaba un día por delante de su cuarto cuando se abrió la puerta y me dijo con tranquilidad: —Pasa, Norma, por favor. Creía que iba a pedirme algún encargo. —¿Dónde quiere que vaya, señor Kimmel? —pregunté. —A ningún sitio —dijo cerrando la puerta; me sonrió y echó la llave—. Ahora no puedes salir —añadió como si estuviéramos jugando".


James Dougherty y Marilyn Monroe el día de su boda
Los Angeles, 1924 (Michels Ochs Archive) (GETTY)

"Finalmente decidí que los chicos me perseguían porque era huérfana y no tenía padres que me protegieran o los ahuyentaran. Esta idea hizo que me volviera más fría con la cola de admiradores. Pero ni la frialdad ni el desdén ni el 'vete de aquí', el 'no me molestes', el 'no tengo la más mínima intención de besarte con los labios abiertos', ninguna de mis actitudes glaciales cambiaron el panorama. Los muchachos siguieron acosándome como si fuera un vampiro con una rosa entre los dientes. Las chicas eran otro problema, pero un problema que podía comprender. Con los años sentían cada vez más aversión hacia mí. Ya no me acusaban de robar peines, centavos o collares, ahora me acusaban de robar hombres. Tía Grace propuso una solución para mis penas: —Deberías casarte —me dijo. Me casé con Jim Dougherty. Fue como retirarse a un zoológico. El primer efecto que tuvo el matrimonio sobre mi persona fue el de aumentar mi desinterés por el sexo. Mi marido no se preocupaba o no se daba cuenta. Ambos éramos demasiado jóvenes para discutir abiertamente un tema tan embarazoso. De hecho, nuestro matrimonio fue una especie de amistad con privilegios sexuales. Más tarde descubrí que los matrimonios suelen ser eso, y que los maridos tienden a ser buenos amantes sólo cuando engañan a sus esposas. […] Lo más importante que conseguí con mi matrimonio fue acabar para siempre con mi condición de huérfana. Estoy agradecida a Jim por ello. Fue el paladín que me salvó de la falda azul y la blusa blanca".


"El mismo instinto que conduce a un pato hasta el agua me llevó a los estudios fotográficos. Conseguí trabajo posando para anuncios y folletos publicitarios. El problema más serio era que también los fotógrafos buscaban trabajo. Encontrar un fotógrafo que me quisiera como modelo resultaba fácil, lo difícil era encontrar uno que me pagara con algo más que promesas. Pero conseguí el dinero suficiente para pagar el alquiler y una comida al día, aunque ésta en ocasiones era más bien escasa. Pero no importaba. Cuando eres joven y estás sana, un poco de hambre se puede soportar. Lo insoportable era estar sola. Cuando eres joven y estás sana, la soledad puede parecer más grave de lo que es. Cuando contemplaba la noche de Hollywood pensaba: 'Debe de haber miles de muchachas tan solas como yo que sueñan con convertirse en estrellas de cine. Pero no voy a preocuparme por ellas. Yo sueño más que nadie'. No hay que saber algo para soñar mucho. No sabía nada de interpretación. Nunca había leído un libro sobre el tema ni había intentado hacerlo ni lo había comentado con nadie. Me avergonzaba contarles mi sueño a las pocas personas que conocía. Les decía que esperaba ganarme la vida como modelo. Me dirigí a todas las agencias de modelos y encontré algunos trabajos. Cuando recuerdo aquel Hollywood desesperado, embustero y pedigüeño que conocí hace tan sólo unos años, me entra un poco de nostalgia. Era un lugar más humano que el paraíso primero soñado y luego encontrado. La gente que lo poblaba, los impostores y los fracasados, resultaban más llamativos que los hombres ilustres y los artistas famosos a quienes conocería muy pronto. Incluso los sinvergüenzas que me engañaban y me tendían trampas, me parecen personajes agradables y tiernos. Entre ellos estaba Harry, el fotógrafo, que me fotografiaba cuando tenía dinero para comprar los carretes de su cámara".

Marilyn Monroe y Joe Dimaggio en día de su boda en 1954

"—Vi tu fotografía el otro día —dijo. —¿De qué película era? —pregunté. —No era una película —respondió—. Era una fotografía tuya en la página de deportes. Recordé la fotografía. El estudio me había mandado en una gira publicitaria a Pasadena donde cierto equipo de Chicago llamado The Sox se estaba entrenando para estar preparados para la sesión de béisbol del Este. Llevaba unos pantalones bastante cortos y un sujetador y los jugadores me subieron por turno en sus hombros y jugaron a cargar conmigo en sus espaldas mientras los del departamento de publicidad tomaban fotografías. —Imagino que te habrán hecho fotografías en giras publicitarias un montón de veces —le dije. —No exactamente —respondió DiMaggio—. La mejor fotografía que me han hecho en la vida ha sido con Ethel Barrymore o con el general MacArthur. Tú eres más guapa. La afirmación me hizo un efecto extraño. Había leído hojas y hojas acerca de mi buen aspecto y docenas de hombres me habían dicho que era bella. Sin embargo, era la primera vez que mi corazón había dado un brinco al oírlo. Sabía lo que esto significaba y empecé a tontear. Empezaba algo entre DiMaggio y yo. Siempre era bonito cuando algo empezaba, siempre era excitante. Pero siempre acababa siendo aburrido. Empecé a sentirme tonta conduciendo por Beverly Hills como un gato que merodeara".


"La virtud de una chica es mucho menos importante en Hollywood que su peinado. Se te juzga por tu aspecto, no por lo que eres. Hollywood es un lugar donde te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los cincuenta centavos". "—Querida señorita —dijo—. Venga y siéntese a mi lado. Era una voz encantadora, algo acolchada por el alcohol, pero muy distinguida. Me volví y vi a un hombre sentado en la escalinata. Tenía una copa en la mano. Su cara no era menos sardónica que su voz. —¿Se refiere a mí? —le pregunté. —Sí —dijo—. Perdone que no me ponga de pie. Me llamo George Sanders. —¿Cómo está usted? —le pregunté. —Imagino que también usted tiene un nombre —dijo frunciendo el ceño. —Soy Marilyn Monroe —le dije. —Me perdonará por no haber oído su nombre antes —dijo Sanders—. Siéntese... a mi lado. ¿Puedo tener el honor de pedirle que se case conmigo? —añadió con solemnidad—. El nombre, por si se le ha olvidado, es Sanders. Le sonreí y no respondí. —Naturalmente tiene ciertos reparos en casarse con alguien que es no sólo un extraño sino también un actor —dijo—. Puedo comprender sus dudas... sobre todo considerando lo segundo. Un actor no es exactamente un ser humano... pero en el fondo, ¿quién lo es? De pronto, la cara atractiva y mordaz de Sanders me miraba fijamente".

Arthur Miller y Marilyn Monroe en Conneticut

"Nunca he podido sentirme atraída por un hombre que tuviera una dentadura perfecta. Un hombre con dientes perfectos siempre me ha hecho sentir extraña. No sé a qué se debe, pero tiene cierta relación con los hombres que he conocido y tenían dientes perfectos. No eran tan perfectos en todo lo demás. Hay otro tipo de hombre que nunca me ha gustado: el tipo al que le asusta ofenderte. Siempre acaban ofendiéndote de una manera peor que cualquier otro. Prefiero que un hombre sea un lobo y, si ha decidido insinuarse conmigo, que lo haga y acabe con ello". "El mayor inconveniente en el trato con hombres es que son demasiado parlanchines. No me refiero a intelectuales, que tienen muchas ideas e información acerca de la vida. Siempre resulta delicioso oír a estos hombres porque no fanfarronean. Los hombres que hablan por los codos y me aburren son los que hablan de su propia persona. Algunas veces se limitan a fanfarronear abierta e ininterrumpidamente. Se pasan una hora contándote lo muy ingeniosos que son y lo muy estúpida que es la gente que los rodea".

La actriz hablando con los hermanos Robert F. y John F. Kennedy en una fiesta, despues de que ella cantara la cancion de 'Happy Birthday' a JFK (1962). (CORDON PRESS (CECIL STOUGHTON))
"Pero no todo era completamente negro... aún no. En realidad nunca lo es. Cuando eres joven y gozas de buena salud, el lunes puedes planear suicidarte y estar riendo de nuevo el miércoles. Después de unos cuantos días sintiéndome una desgraciada pensando que era un fracaso, algo venía nuevamente a mi corazón. No podía decirlo en voz alta, pero eran como voces que me estuvieran hablando: «Levántate, aún no has empezado, eres distinta, algo maravilloso te sucederá». Y en verdad sucedían cosas maravillosas en el fondo del mar... a pequeña escala".

Vidas rebeldes, 1962

"Tengo muchos hábitos sociales malos. La gente siempre me está dando lecciones a este propósito. Invariablemente llego tarde a las citas, en ocasiones con un retraso de dos horas. He intentado cambiar mi manera de ser, pero lo que me hace llegar tarde es algo fuerte... y demasiado agradable. Cuando debo ir a cenar a alguna parte a las ocho, me quedo tendida en la bañera durante una hora o más. Llegan las ocho y todavía sigo en la bañera. Voy echando perfumes en el agua y dejando que se vacíe el agua y llenando de nuevo la bañera con agua limpia. Olvido que son las ocho y mi cita para cenar. Sigo pensando y sintiéndome muy lejos. A veces conozco la verdad de lo que estoy haciendo. No es Marilyn Monroe la que está en la bañera sino Norma Jeane. Estoy dándole gusto a Norma Jeane. Solía tener que bañarse en el agua que habían utilizado seis u ocho personas. Ahora puede bañarse en agua tan limpia y transparente como el cristal. Y parece que Norma no tenga nunca suficiente agua limpia que huele a verdadera colonia".

http://elpais.com/elpais/2012/08/02/fotorrelato/1343929408_101078.html#1343929408_101078_1343935674


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