Jerzy Kosinski |
PASOS
Citas
"Fui al zoológico para ver a un pulpo sobre el cual había leído. Estaba alojado en un acuario y se alimentaba de cangrejos y peces vivos, de almejas... y de si mismo. Mordisqueaba sus propios tentáculos, consumiendo uno tras otro.
Evidentemente, el pulpo se suicidaba poco a poco. Un empleado del zoológico explicó que , en la región donde lo habían capturado, se le creía un dios de la guerra, que profetizaba la derrota cuando miraba hacia tierra y la victoria cuando miraba hacia el mar; ese ejemplar, afirmaban los nativos, sólo había mirado hacia la tierra cuando lo capturaron. Un hombre observó festivamente que, al comerse a sí mismo, el pulp reconocía presuntamente su derrota.
Cada vez que se mordía, algunos espectadores se estremecían, como si les devoraran sus propias carnes. Otros permanecían impasibles."
Pag 27.
"Recuerdo una oportunidad en que los soldados descubrieron que el rey Arturo se había conchabado con uno de los hombres, atándole la cuerda alrededor de la pierna. Naturalmente ese soldado podía soportar más el dolor que los demás y así el rey Arturo y él lograron embolsarse grandes sumas de dinero. Los caballeros engañados eligieron en secreto el castigo que consideraron adecuado. Los culpables fueron atados de manos, les vendaron los ojos y los llevaron al bosque. Allí, los desnudaron y amarraron a sendos árboles. Los caballeros, uno tras otro, aplastaron lentamente los genitales de las víctimas entre dos piedras hasta que sus carnes se convirtieron en una pulpa irreconocible."
Pag 30.
"¿Es realmente necesaria la circuncisión? ¿Como hacerse extirpar el apéndice, por ejemplo?
No, no lo es.
Hoy, parece algo tan cruel y surperfluo; ¡se le saca al niño una parte de su cuerpo sin su consentimiento! ¿No es posible que, a consecuencia de haber sido mutilado, el hombre se vuelva menos sensible y reaccione menos? Después de todo, un órgano delicado que la naturaleza se ha propuesto esté cubierto y se conserve delicado queda al descubierto y, casi como las rodillas y los codos, es rozado sin cesar por el lino, la lana y el algodón que uno usa... ".
Pag 36.
"Comencé a hallar ciertos puntos de analogía entre mi persona y los pupilos del establecimiento. Por lo demás, no podía dejar de comprender que un buen día me convertiría en lo que eran ellos ahora, que las fuerzas que los habían reducido a su estado actual me aprisionarían también. Observé a los enfermos en su interminable tortura, arrastrándose como cangrejos de río destrozados."
Pag 53.
"No puedo hacerte el amor ahora. ¿Por qué insistes?
Quiero hacerte el amor cuando estás con la menstruación. Es como si una parte de mi ser quedara atrapada en ti y como si tu sangre fuera mía, brotando de una vena que nos perteneciera a ambos. ¿Que sientes, entonces?
Siento que la sangre mancha nuestros cuerpos como si tu dureza me hiciese sangrar, como si me hubieses flagelado la piel y devorado y como si me hubieran drenado."
Pag 55.
"También tú me ofreces solamente el lado de ti misma que crees más aceptable para mí. Hasta ahora, ninguno de nosotros ha revelado algo que contradiga lo que siempre tuvimos por entendido ambos. Cuando estás con una prostituta, todo lo que ella hace o dice es simulación: quiere tu dinero, no a ti.
El dinero aumente mi potencia; sin él, yo no podría ser lo que soy. No podría encontrarme contigo donde me encuentro y en la forma como lo hago. No viviría como vivo ni podría permitirme las experiencias que necesito.
Pero todo lo que hace una prostituta contigo lo hace también con los demás... ¿no es así? ¿No te inspira ello celos?
Eso no me preocupa; el saber que otros hombres la poseen no me perturba en su caso. La poseen tantos que no resultan rivales. En cierto modo, uno hasta siente solidaridad con ellos, porque la elección de una prostituta que hace uno es confirmada por los que la han poseído antes. Como ningún hombre es excluido del hecho de poseerla, la prostituta, más que una mjer, parece un deseo que todos los hombres comparten en común.
Pero cuando la dejas, ella ni siquiera se entera de que existes.
Cuando la dejo, el saber lo sucedido se va conmigo; ese conocimiento es mío, no de ella."
Pag 62-63.
Me pareció atrayente y encantador. Hablaba con un acento curioso; creo que es extranjero.
Lo es. Llegó a este país hace varios años. Pero ahora está permanentemente aquí.
¿Lo conoces bien?
Sí.
¿A que se dedica?
Es arquitecto. Diseña edificios altamente funcionales, donde el estilo apenas es secundario: hospitales, escuelas, cárceles, funerarias, clínicas para animales.
¿Funerarias?
Ciertamente. Hay que construirlas, también como las maternidades... ¿sabes?
Pero son algo tan poco usual...
En realidad, no. Una vez, él me dijo que, a fines de la década 1930-40, cuando acababa de salir de la Universidad, trabajó para una firma de arquitectos. Su primera misión fue diseñar planos para un campo de concentración.
Se negó.
No, no se negó. AUnque aquello era dificil, porque había muy pocos precedentes, hacía más excitante aún el pedido. Me dijo que, en esa época, muchos arquitectos competían para realizar proyectos patrocinados por el gobierno. Desde luego, cuando diseñaban una escuela o un hospital y aun una cárcel, él y sus colegas podían imaginarse fácilmente a sí mismos en ese recinto, pero un campo de concentración era algo totalmente distinto: exigía una visión excepcional. Con todo, tenía algo de escuela, de hospital, de sala de espera de edificio público y tambiém de funeraria; sólo que el sector para eliminar los cadáveres era más eficiente. Sobre todo, tenía que ser funcional: tal era la filosofía subyacente en él. Aquel hombre había tomado en cuenta cuidadosamente el terreno: un estilo de campamento para una franja desgarrada de ondulantes laderas y otro para un territorio sin árboles semejante a una estepa. Como abundaban el dinero y la tierra, los diseños de mi amigo pronto fueron aceptados. Sin embargo, aquello sólo era un proyecto. Uno podía mirarlo desde muchos puntos de vista: en una maternidad, por ejemplo, se va más gente que la que llega; en un campo de concentración, sucede todo lo contrario. Su finalidad principal es la higiene.
¿La higiene? ¿Que quieres decir?
¿Has visto alguna vez cómo exterminan a las ratas?
O mejor dicho... ¿Te gustan los animales?
Naturalmente.
Bueno. Pues las ratas también son animales.
No, en realidad. Quiero decir que no son animales domésticos. Son peligrosas y por eso hay que exterminarlas.
Precisamente; hay que extermiarlas; es un problema de higiene. Hay que eliminar a las ratas. Las exterminamos, pero eso nada tiene que ver con nuestras actitudes con los gatos, los perros o cualquier otro animal. A las ratas no se las mata... nos desembarazaos de ellas; o , para usar una palabra mejor, las eliminamos; ese acto de eliminación carece de todo sentido. No contiene un ritual ni un simbolismo; el derecho del verdugo no se discute jamás. Por eso, en los campos de concentración diseñados por mi amigo, las victimas nunca siguieron siendo individuos; se convirtieron en seres tan idénticos como las ratas. Sólo existian para que las mataran."
Pag 63-65.
"Mientras la observaba, me sentía hinchado y lento".
Pag 74.
"-Usted ha vivido en la aldea durante más de treinta años, padre, inclusive los cinco en que decenas de hombres de la aldea han estado haciendo cosas en el establo donde se hallaba la mujer. A pesar de todas sus negativas, la policía ha probado que esos hombres la violaron muchas veces. ¿quién podría creer en todas sus mentiras, que iban al establo a buscar herramientas, a almacenar semillas, a reparar implementos, etcétera? Y el granjero dueño del establo...¿hizo su dinero vendiendo coles? Hasta algunas de las mujeres de la parroquia sabían que ese desdichado ser había estado grávido dos veces y que la curandera le había provocado el aborto. Esas cosas no se conservan en secreto durante mucho tiempo, padre.
-¿Por qué me dice usted eso? Lo he leído en el periodico.
-Sólo estoy pensando en voz alta, hablando de mis propios sentimientos al respecto. Eso trastorna mi paz. ¿No trastorna también la suya, padre?
-Mi paz espiritual es un asunto que sólo le concierne a mi conciencia.
-Si, en todos esos años, ni uno solo de los fieles que asistieron a las numerosas reuniones del establo le ha dicho algo sobre eso a usted en el secreto de la confesión ... ¿qué valor tiene su guía espiritual para esta aldea, padre? ¿Qué valor tiene la religión que usted le recomienda tanto a la gente de aquí?
-¡Usted no tiene derecho, ningún derecho, a hablar de esas cosas! -exclamó el sacerdote y su voz cobró un todo oratorio, pero pronto volvió a su nivel anterior y repitió-: Usted no tiene derecho a hablarme de eso.
-Sí que lo tengo: fui yo quién abrió la jaula; yo liberé a esa mujer. ¿Cómo sabe usted, padre, que no fue Dios mismo el que me llevó al establo esa mañana de domingo? ¿Hasta qué punto conocemos a Dios? Tengo el derecho de preguntárselo, padre, porque no puedo creer que usted supiera de esa mujer enjaulada y sus torturadores. Durante treinta años, usted ha sido el sacerdote amado por esa gente; hablaban de su guía espiritual con admiración y respeto: ¡de las confesiones, la comunión, las absoluciones y procesiones, la liturgia y todos esos aniversarios de los santos y los días de guardar tan queridos por todos ellos!.
Durante el juicio vi sus fisonomía, padre, y estaban convencidos de que la mujer de la jaula estaba maldita a causa de su origen bastardo, maldita, loca y enferma. Argüían que estaba fuera del alcance de la Iglesia: ¡después de todo, nunca la habían bautizado! Padre, creo que usted conocía la existencia de la jaula antes de que yo entrara en el establo. ¿Por qué no la abrió y dejó en libertad a esa mujer? Eso no habría significado revelar secretos confesionales; usted no hubiera tenido que llamar a las autoridades. ¿Por qué no fue alguna noche al establo, cuando sus fieles pecadores dormían y sacó de allí a esa mujer? ¿O temía las dificultades que le causaría en libertad?
El sacerdote se inclinó hacia mí con aire amenazador. Parecía que las venas de su gargante iban a estallar, que el cuello de su sotana, veteado de sudor reventaría.
-¡No quiero escucharle!-gritó-. Usted no comprende nada... ¡nada! Usted no ha vivido en esta aldea durante treita años. ¿Qué sabe sobre los campesinos? Yo conozco a esa gente, a todos ellos. Los conozco bien... Son buenos padres, buenos ganapanes. Sí, oigo sus confesiones, me traen sus pecados como ofrendas; pero también los oigo sollozar cuando se confiesan. No me piden perdón, me suplican, como rezaían para que Dios les diese una buena cosecha. ¡Son mi grey y usted viene a atacarme y a insultarme con hipótesis tan absurdas!
Pag 90-92.
"Pero después del juicio, comprendí que en la sala del jurado se cavilaba muy poco sobre la víctima del asesinato. Muchos de nosotros podíamos imaginarnos fácilmente en el acto de matar, pero pocos nos concebíamos en el momento en que nos mataban, en cualquier forma que fuese. Hacíamos todo lo posible por comprender el crimen: el asesino formaba parte de nuestras vidas; no así la víctima."
Pag 93.
"[...] estallando en repentinas puñaladas de verdor."
[...] como si el aire se hubiese vuelto rígido a su alrededor".
Pag 100-101.
"Como un pólipo, se extendería y se desarrollaría en direcciones imprevisibles".
Pag 127.
"Encuéntrate conmigo dentro de tu propio yo".
"[...] Pero tú me quieres tal como soy, aparte de ti... ¿no es eso?
No te conozco aparte de mi. Cuando estoy solo, cuando tu no estás aquí, ya no eres algo real: después me limito a volver a imaginar.
Pag 128.
Les envidiaba a los que vivían allí y parecían tan libres, no teniendo nada que lamentear ni esperar. En el mundo de las partidas de nacimiento, los exámenes médicos, las tarjetas perforadas y las computadoras, en el mundo de las guías telefónicas, los pasaportes, las cuentas bancarias, los planes de seguros, los testamentos, las cartas de crédito, las pensiones, las hipotecas y los préstamos, ellos vivían desligados, cada cual consciente solamente de sí mismo.
Si yo pudiera, por arte mágica, hablar su idioma y cambiar el color de mi piel, la forma de mi cráneo, la textura de mi cabello, me transformaría en uno de ellos. Así, expulsaría de mí la imagen de lo que había sido antaño y de lo que podía llegar a ser; ahuyentaría el temor a la ley que había aprendido, la idea de lo que significaba el fracaso, la vara que medía el éxito; desterraría el sueño de la posesión y los símbolos de la propiedad, las credenciales, los diplomas, los contratos. Este cambio no me dejaría otra alternativa que seguir vivo.
Así, el mundo empezaría y moriría conmigo. La ciudad me parecía una mutante entre las maravillas del mundo: sus chimeneas contaminarían el aire, sus raíces envenenarían la tierra, sus tentáculos opondrían un hombre a otro y estrangularían a ambos en su pugna sin esperanzas. Trazaría el mapa de los caminos y túneles y puentes de la ciudad, sus subterráneos y canales, sus barrios adornados por hermosos hogares llenos de objetos inestimables, bibliotecas raras y hermosas habitaciones, sus inteligentes redes de cañerías y cables y alambres bajo las calles, sus departamentos de policía y estaciones de comunicaciones, sus hospitales, iglesias y templos, sus edificios administrativos atestados de computadoras sobrecargadas, sus teléfonos y empleados serviles. Luego, libraría la guerra contra esa ciudad como si se tratara de un cuerpo viviente.
Le daría la bienvenida a la noche, hermana de mi piel, prima de mi sombra y haría que me protegiera y me ayudara en la batalla. Levantaría las tapas de acero de las alcantarillas y dejaría caer explosivos en los negros fosos. Y entonces, echaría a correr y me ocultaría esperando el trueno que atraparía en los mudos cables telefónicos millones de palabras no oídas, que ensombrecería habitaciones llenas de luz blanca y gente temerosa.
(la gente teme antes de que se corte la luz por el atentado: deconstruido).
Pag 130-131
El comandante de nuestro grupo les ordenó que se volvieran de cara a la pared. Tuve la convicción de que se disponian a fusilarlos. No queriendo participar en la ejecición, le hice un gesto al hombre que estaba a mi lado, ofreciéndole canjear mi fusil por su largo cuchillo. Consintió. Me disponía a ocultarme det´ras de uno de los camiones cuando me empujaron brutalmente hacia adelante hombres también provistos de cuchillos. A cada uno de nosotros, le ordenaron que se parara det´ras de uno de los prisioneros.
Miré a mi alrededor: los hombres armados, en tensión y prontos, estaban de pie a mis costados y detrás de mi. Sólo entonces comprendí que iban a decapitar a los prisioneros. Mi negariva a obedecer las órdenes significaría que me ejecutarían con los que estaban delante de mí. Yo no podía ver ya sus rostros, pero sus camisas estaban a pocas pulgadas del filo de mi cuchillo.
Era inconcebible, pensé, que yo tuviera que cortarle el cuello a otro hombre simplemente porque los acontecimientos me habían colocado a su espalda. Lo que me disponía a hacer era inevitable, pero tan irreal que perdía todo sentido: debía creer que yo ya no era el mismo y que todo lo que sucedía era imaginario. Me pareció que yo era otro hombre que no sentía nada, que estaba tranquilo y sosegado, lo bastante resuelto para endurecer sus brazos, para asir y alzar el arma, para cortar el obstáculo que se le cruzaba en el camino. Sabía que era lo bastante fuerte para hacerlo. Podía recordar la precisión con que había abatido árboles jóvenes: me parecía oír sus gemidos y crujidos y verlos temblar y sabía que podría apartarme de un salto cuando crujieran y cayesen, rozándmoe los pies con sus hojas.
Pag 140-141.
Evidentemente, el pulpo se suicidaba poco a poco. Un empleado del zoológico explicó que , en la región donde lo habían capturado, se le creía un dios de la guerra, que profetizaba la derrota cuando miraba hacia tierra y la victoria cuando miraba hacia el mar; ese ejemplar, afirmaban los nativos, sólo había mirado hacia la tierra cuando lo capturaron. Un hombre observó festivamente que, al comerse a sí mismo, el pulp reconocía presuntamente su derrota.
Cada vez que se mordía, algunos espectadores se estremecían, como si les devoraran sus propias carnes. Otros permanecían impasibles."
Pag 27.
"Recuerdo una oportunidad en que los soldados descubrieron que el rey Arturo se había conchabado con uno de los hombres, atándole la cuerda alrededor de la pierna. Naturalmente ese soldado podía soportar más el dolor que los demás y así el rey Arturo y él lograron embolsarse grandes sumas de dinero. Los caballeros engañados eligieron en secreto el castigo que consideraron adecuado. Los culpables fueron atados de manos, les vendaron los ojos y los llevaron al bosque. Allí, los desnudaron y amarraron a sendos árboles. Los caballeros, uno tras otro, aplastaron lentamente los genitales de las víctimas entre dos piedras hasta que sus carnes se convirtieron en una pulpa irreconocible."
Pag 30.
"¿Es realmente necesaria la circuncisión? ¿Como hacerse extirpar el apéndice, por ejemplo?
No, no lo es.
Hoy, parece algo tan cruel y surperfluo; ¡se le saca al niño una parte de su cuerpo sin su consentimiento! ¿No es posible que, a consecuencia de haber sido mutilado, el hombre se vuelva menos sensible y reaccione menos? Después de todo, un órgano delicado que la naturaleza se ha propuesto esté cubierto y se conserve delicado queda al descubierto y, casi como las rodillas y los codos, es rozado sin cesar por el lino, la lana y el algodón que uno usa... ".
Pag 36.
"Comencé a hallar ciertos puntos de analogía entre mi persona y los pupilos del establecimiento. Por lo demás, no podía dejar de comprender que un buen día me convertiría en lo que eran ellos ahora, que las fuerzas que los habían reducido a su estado actual me aprisionarían también. Observé a los enfermos en su interminable tortura, arrastrándose como cangrejos de río destrozados."
Pag 53.
"No puedo hacerte el amor ahora. ¿Por qué insistes?
Quiero hacerte el amor cuando estás con la menstruación. Es como si una parte de mi ser quedara atrapada en ti y como si tu sangre fuera mía, brotando de una vena que nos perteneciera a ambos. ¿Que sientes, entonces?
Siento que la sangre mancha nuestros cuerpos como si tu dureza me hiciese sangrar, como si me hubieses flagelado la piel y devorado y como si me hubieran drenado."
Pag 55.
"También tú me ofreces solamente el lado de ti misma que crees más aceptable para mí. Hasta ahora, ninguno de nosotros ha revelado algo que contradiga lo que siempre tuvimos por entendido ambos. Cuando estás con una prostituta, todo lo que ella hace o dice es simulación: quiere tu dinero, no a ti.
El dinero aumente mi potencia; sin él, yo no podría ser lo que soy. No podría encontrarme contigo donde me encuentro y en la forma como lo hago. No viviría como vivo ni podría permitirme las experiencias que necesito.
Pero todo lo que hace una prostituta contigo lo hace también con los demás... ¿no es así? ¿No te inspira ello celos?
Eso no me preocupa; el saber que otros hombres la poseen no me perturba en su caso. La poseen tantos que no resultan rivales. En cierto modo, uno hasta siente solidaridad con ellos, porque la elección de una prostituta que hace uno es confirmada por los que la han poseído antes. Como ningún hombre es excluido del hecho de poseerla, la prostituta, más que una mjer, parece un deseo que todos los hombres comparten en común.
Pero cuando la dejas, ella ni siquiera se entera de que existes.
Cuando la dejo, el saber lo sucedido se va conmigo; ese conocimiento es mío, no de ella."
Pag 62-63.
Me pareció atrayente y encantador. Hablaba con un acento curioso; creo que es extranjero.
Lo es. Llegó a este país hace varios años. Pero ahora está permanentemente aquí.
¿Lo conoces bien?
Sí.
¿A que se dedica?
Es arquitecto. Diseña edificios altamente funcionales, donde el estilo apenas es secundario: hospitales, escuelas, cárceles, funerarias, clínicas para animales.
¿Funerarias?
Ciertamente. Hay que construirlas, también como las maternidades... ¿sabes?
Pero son algo tan poco usual...
En realidad, no. Una vez, él me dijo que, a fines de la década 1930-40, cuando acababa de salir de la Universidad, trabajó para una firma de arquitectos. Su primera misión fue diseñar planos para un campo de concentración.
Se negó.
No, no se negó. AUnque aquello era dificil, porque había muy pocos precedentes, hacía más excitante aún el pedido. Me dijo que, en esa época, muchos arquitectos competían para realizar proyectos patrocinados por el gobierno. Desde luego, cuando diseñaban una escuela o un hospital y aun una cárcel, él y sus colegas podían imaginarse fácilmente a sí mismos en ese recinto, pero un campo de concentración era algo totalmente distinto: exigía una visión excepcional. Con todo, tenía algo de escuela, de hospital, de sala de espera de edificio público y tambiém de funeraria; sólo que el sector para eliminar los cadáveres era más eficiente. Sobre todo, tenía que ser funcional: tal era la filosofía subyacente en él. Aquel hombre había tomado en cuenta cuidadosamente el terreno: un estilo de campamento para una franja desgarrada de ondulantes laderas y otro para un territorio sin árboles semejante a una estepa. Como abundaban el dinero y la tierra, los diseños de mi amigo pronto fueron aceptados. Sin embargo, aquello sólo era un proyecto. Uno podía mirarlo desde muchos puntos de vista: en una maternidad, por ejemplo, se va más gente que la que llega; en un campo de concentración, sucede todo lo contrario. Su finalidad principal es la higiene.
¿La higiene? ¿Que quieres decir?
¿Has visto alguna vez cómo exterminan a las ratas?
O mejor dicho... ¿Te gustan los animales?
Naturalmente.
Bueno. Pues las ratas también son animales.
No, en realidad. Quiero decir que no son animales domésticos. Son peligrosas y por eso hay que exterminarlas.
Precisamente; hay que extermiarlas; es un problema de higiene. Hay que eliminar a las ratas. Las exterminamos, pero eso nada tiene que ver con nuestras actitudes con los gatos, los perros o cualquier otro animal. A las ratas no se las mata... nos desembarazaos de ellas; o , para usar una palabra mejor, las eliminamos; ese acto de eliminación carece de todo sentido. No contiene un ritual ni un simbolismo; el derecho del verdugo no se discute jamás. Por eso, en los campos de concentración diseñados por mi amigo, las victimas nunca siguieron siendo individuos; se convirtieron en seres tan idénticos como las ratas. Sólo existian para que las mataran."
Pag 63-65.
"Mientras la observaba, me sentía hinchado y lento".
Pag 74.
"-Usted ha vivido en la aldea durante más de treinta años, padre, inclusive los cinco en que decenas de hombres de la aldea han estado haciendo cosas en el establo donde se hallaba la mujer. A pesar de todas sus negativas, la policía ha probado que esos hombres la violaron muchas veces. ¿quién podría creer en todas sus mentiras, que iban al establo a buscar herramientas, a almacenar semillas, a reparar implementos, etcétera? Y el granjero dueño del establo...¿hizo su dinero vendiendo coles? Hasta algunas de las mujeres de la parroquia sabían que ese desdichado ser había estado grávido dos veces y que la curandera le había provocado el aborto. Esas cosas no se conservan en secreto durante mucho tiempo, padre.
-¿Por qué me dice usted eso? Lo he leído en el periodico.
-Sólo estoy pensando en voz alta, hablando de mis propios sentimientos al respecto. Eso trastorna mi paz. ¿No trastorna también la suya, padre?
-Mi paz espiritual es un asunto que sólo le concierne a mi conciencia.
-Si, en todos esos años, ni uno solo de los fieles que asistieron a las numerosas reuniones del establo le ha dicho algo sobre eso a usted en el secreto de la confesión ... ¿qué valor tiene su guía espiritual para esta aldea, padre? ¿Qué valor tiene la religión que usted le recomienda tanto a la gente de aquí?
-¡Usted no tiene derecho, ningún derecho, a hablar de esas cosas! -exclamó el sacerdote y su voz cobró un todo oratorio, pero pronto volvió a su nivel anterior y repitió-: Usted no tiene derecho a hablarme de eso.
-Sí que lo tengo: fui yo quién abrió la jaula; yo liberé a esa mujer. ¿Cómo sabe usted, padre, que no fue Dios mismo el que me llevó al establo esa mañana de domingo? ¿Hasta qué punto conocemos a Dios? Tengo el derecho de preguntárselo, padre, porque no puedo creer que usted supiera de esa mujer enjaulada y sus torturadores. Durante treinta años, usted ha sido el sacerdote amado por esa gente; hablaban de su guía espiritual con admiración y respeto: ¡de las confesiones, la comunión, las absoluciones y procesiones, la liturgia y todos esos aniversarios de los santos y los días de guardar tan queridos por todos ellos!.
Durante el juicio vi sus fisonomía, padre, y estaban convencidos de que la mujer de la jaula estaba maldita a causa de su origen bastardo, maldita, loca y enferma. Argüían que estaba fuera del alcance de la Iglesia: ¡después de todo, nunca la habían bautizado! Padre, creo que usted conocía la existencia de la jaula antes de que yo entrara en el establo. ¿Por qué no la abrió y dejó en libertad a esa mujer? Eso no habría significado revelar secretos confesionales; usted no hubiera tenido que llamar a las autoridades. ¿Por qué no fue alguna noche al establo, cuando sus fieles pecadores dormían y sacó de allí a esa mujer? ¿O temía las dificultades que le causaría en libertad?
El sacerdote se inclinó hacia mí con aire amenazador. Parecía que las venas de su gargante iban a estallar, que el cuello de su sotana, veteado de sudor reventaría.
-¡No quiero escucharle!-gritó-. Usted no comprende nada... ¡nada! Usted no ha vivido en esta aldea durante treita años. ¿Qué sabe sobre los campesinos? Yo conozco a esa gente, a todos ellos. Los conozco bien... Son buenos padres, buenos ganapanes. Sí, oigo sus confesiones, me traen sus pecados como ofrendas; pero también los oigo sollozar cuando se confiesan. No me piden perdón, me suplican, como rezaían para que Dios les diese una buena cosecha. ¡Son mi grey y usted viene a atacarme y a insultarme con hipótesis tan absurdas!
Pag 90-92.
"Pero después del juicio, comprendí que en la sala del jurado se cavilaba muy poco sobre la víctima del asesinato. Muchos de nosotros podíamos imaginarnos fácilmente en el acto de matar, pero pocos nos concebíamos en el momento en que nos mataban, en cualquier forma que fuese. Hacíamos todo lo posible por comprender el crimen: el asesino formaba parte de nuestras vidas; no así la víctima."
Pag 93.
"[...] estallando en repentinas puñaladas de verdor."
[...] como si el aire se hubiese vuelto rígido a su alrededor".
Pag 100-101.
"Como un pólipo, se extendería y se desarrollaría en direcciones imprevisibles".
Pag 127.
"Encuéntrate conmigo dentro de tu propio yo".
"[...] Pero tú me quieres tal como soy, aparte de ti... ¿no es eso?
No te conozco aparte de mi. Cuando estoy solo, cuando tu no estás aquí, ya no eres algo real: después me limito a volver a imaginar.
Pag 128.
Les envidiaba a los que vivían allí y parecían tan libres, no teniendo nada que lamentear ni esperar. En el mundo de las partidas de nacimiento, los exámenes médicos, las tarjetas perforadas y las computadoras, en el mundo de las guías telefónicas, los pasaportes, las cuentas bancarias, los planes de seguros, los testamentos, las cartas de crédito, las pensiones, las hipotecas y los préstamos, ellos vivían desligados, cada cual consciente solamente de sí mismo.
Si yo pudiera, por arte mágica, hablar su idioma y cambiar el color de mi piel, la forma de mi cráneo, la textura de mi cabello, me transformaría en uno de ellos. Así, expulsaría de mí la imagen de lo que había sido antaño y de lo que podía llegar a ser; ahuyentaría el temor a la ley que había aprendido, la idea de lo que significaba el fracaso, la vara que medía el éxito; desterraría el sueño de la posesión y los símbolos de la propiedad, las credenciales, los diplomas, los contratos. Este cambio no me dejaría otra alternativa que seguir vivo.
Así, el mundo empezaría y moriría conmigo. La ciudad me parecía una mutante entre las maravillas del mundo: sus chimeneas contaminarían el aire, sus raíces envenenarían la tierra, sus tentáculos opondrían un hombre a otro y estrangularían a ambos en su pugna sin esperanzas. Trazaría el mapa de los caminos y túneles y puentes de la ciudad, sus subterráneos y canales, sus barrios adornados por hermosos hogares llenos de objetos inestimables, bibliotecas raras y hermosas habitaciones, sus inteligentes redes de cañerías y cables y alambres bajo las calles, sus departamentos de policía y estaciones de comunicaciones, sus hospitales, iglesias y templos, sus edificios administrativos atestados de computadoras sobrecargadas, sus teléfonos y empleados serviles. Luego, libraría la guerra contra esa ciudad como si se tratara de un cuerpo viviente.
Le daría la bienvenida a la noche, hermana de mi piel, prima de mi sombra y haría que me protegiera y me ayudara en la batalla. Levantaría las tapas de acero de las alcantarillas y dejaría caer explosivos en los negros fosos. Y entonces, echaría a correr y me ocultaría esperando el trueno que atraparía en los mudos cables telefónicos millones de palabras no oídas, que ensombrecería habitaciones llenas de luz blanca y gente temerosa.
(la gente teme antes de que se corte la luz por el atentado: deconstruido).
Pag 130-131
El comandante de nuestro grupo les ordenó que se volvieran de cara a la pared. Tuve la convicción de que se disponian a fusilarlos. No queriendo participar en la ejecición, le hice un gesto al hombre que estaba a mi lado, ofreciéndole canjear mi fusil por su largo cuchillo. Consintió. Me disponía a ocultarme det´ras de uno de los camiones cuando me empujaron brutalmente hacia adelante hombres también provistos de cuchillos. A cada uno de nosotros, le ordenaron que se parara det´ras de uno de los prisioneros.
Miré a mi alrededor: los hombres armados, en tensión y prontos, estaban de pie a mis costados y detrás de mi. Sólo entonces comprendí que iban a decapitar a los prisioneros. Mi negariva a obedecer las órdenes significaría que me ejecutarían con los que estaban delante de mí. Yo no podía ver ya sus rostros, pero sus camisas estaban a pocas pulgadas del filo de mi cuchillo.
Era inconcebible, pensé, que yo tuviera que cortarle el cuello a otro hombre simplemente porque los acontecimientos me habían colocado a su espalda. Lo que me disponía a hacer era inevitable, pero tan irreal que perdía todo sentido: debía creer que yo ya no era el mismo y que todo lo que sucedía era imaginario. Me pareció que yo era otro hombre que no sentía nada, que estaba tranquilo y sosegado, lo bastante resuelto para endurecer sus brazos, para asir y alzar el arma, para cortar el obstáculo que se le cruzaba en el camino. Sabía que era lo bastante fuerte para hacerlo. Podía recordar la precisión con que había abatido árboles jóvenes: me parecía oír sus gemidos y crujidos y verlos temblar y sabía que podría apartarme de un salto cuando crujieran y cayesen, rozándmoe los pies con sus hojas.
Pag 140-141.
Jerzy Kosinski
Pasos
Buenos Aires, Losada, 1969
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