Wislawa Szymborska (1923-2012)
La observadora y el traductor
Por: Nelson Fredy Padilla
El Tiempo, 2 Feb 2012 - 10:41 pm
Acercamiento a la obra de la fallecida Nobel a través de uno de sus traductores al español, Bogdan Piotrowski, radicado en Colombia.
Wislawa Szymborska, Nobel de Literatura 1996, y Bogdan Piotrowski, traductor
polaco radicado en Colombia. /AFP - Revista Cromos
La respuesta favorita de la polaca era “no sé”. El
punto de partida de su exploración en busca de “los detalles poéticos de la
condición humana”. Quien la conoció dice que la foto que ilustra este artículo
la deja en evidencia: una dulce observadora, aunque escrutadora e irónica;
reflejaba el título de uno de sus poemas: La alegría de escribir.
La Nobel de Literatura de 1996, Wislawa Szymborska,
murió el miércoles de cáncer de pulmón. Entre quienes mejor la conocían están
sus traductores. En Colombia vive uno de ellos, su compatriota Bogdan
Piotrowski, traductor al español de otro gran Nobel, Czeslaw Milosz
—lituano-polaco—, y de la obra del papa Juan Pablo II.
Piotrowski, filólogo de la Universidad de Cracovia,
doctor en Ciencias Humanas de la Universidad de Varsovia, miembro de la Academia
Colombiana de la Lengua, recibió esta semana dos noticias, una buena y una mala.
La buena: la Universidad de la Sabana creó la Facultad de Filosofía y Ciencias
Humanas y lo nombró a él como decano. La mala: la muerte en Cracovia, a los 88
años, de su poetisa de cabecera.
¿Por qué ella? “Porque sus versos enseñan, conmueven
y divierten”. Hace la mejor poesía con un lenguaje casi cotidiano que llega a
cualquier lector, huyendo de las grandilocuencias. “Cuando escribo, siempre
tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas. Por eso
huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabras”, dijo, en una de sus últimas
entrevistas, al diario español El País. Según Piotrowski, logra un diálogo único
sobre temas actuales, basada en su visión ética y estética del mundo, en su
capacidad de ironizar, en su buen humor. “Se vale de la moral sin caer en
predicaciones”.
La Nobel se acercó al español, con diccionario en
mano, para leer a Cervantes. Ahora Piotrowski quiere acercarla más a
Latinoamérica, porque la mayoría de traducciones circulan en España. Él aprendió
español, el idioma al que Szymborska definió como “un latín bellamente
estropeado”, hace 30 años. Se especializó en literatura hispanoamericana en el
Caro y Cuervo, gracias a una beca de intercambio. Luego se doctoró con el libro
La realidad colombiana en su narrativa contemporánea.
No volvió a Polonia, para seguir aprendiendo
literatura junto a poetas de la generación de Szymborska, como Anna Kamienska,
Karol Wojtyla, Miron Bialoszewski, Tadeusz Rózewicz y Zbigniew Herbert —los dos
últimos varias veces candidatos al Nobel—. Piotrowski se enamoró de una
colombiana, se quedó y desde entonces ha sido investigador del Caro y Cuervo,
profesor y director del Departamento de Lengua y Literatura del Instituto de
Humanidades de la Universidad de la Sabana.
Szymborska dijo que lo más difícil de abordar en la
poesía no es el amor sino el erotismo. “Nunca he leído un poema que sea capaz de
trasladar lo que sucede a ese nivel entre dos personas”. De esa inquietud
surgieron versos como “No importa el sexo ni la edad de las parejas./ Les
brillan los ojos, arden las mejillas”. Piotrowski descubrió en esta lejanía que
la mejor conexión con los poetas que admira es traducirlos al español y escribir
sobre ellos. Desde los ochenta publicó en Colombia traducciones de las poesías
del entonces Papa. Luego escribió la antología Infierno poético de Polonia.
Otro día feliz fue cuando anunciaron en Estocolmo
que su escritora preferida había ganado el Nobel. Entonces le dedicó el libro La
gran dama de la lírica: Wislawa Szymborska, en el que tradujo 24 de sus poemas.
Lo impresionó descubrir la voz de una sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial
cuyo primer poema publicado, Busco la palabra, apareció el 14 de marzo de 1945
en el Diario de Cracovia, cuando iba a cumplir 22 años, dos meses después de la
liberación de la ciudad. Es inquisitivo, premonitorio del fuerte carácter su
obra. Un fragmento: “Busco la palabra. Quiero definirlos en un sola palabra:
¿Cómo son? Tomo las palabras corrientes, robo de los diccionarios, mido, peso e
investigo Ninguna responde La más valiente — cobarde, La más desdeñosa — aún
santa, La más cruel — demasiado misericordiosa, La más odiosa — poco porfiada.
Esta palabra debe ser como un volcán, que pegue, arrastre y derribe, como la
temerosa ira de Dios, como el hervor del odio. Quiero que esta una sola palabra
esté impregnada de sangre, que como los muros del calabozo encierre en sí cada
tumba colectiva. Que describa precisa y claramente quienes eran — todo lo que
pasó”.
El horror de la guerra la marcó, pero la crueldad,
con la compasión incluida, se convirtió en fuente de inspiración. Otros genios
poéticos de la época no se salvaron. Tadeusz Gajcy y Krzysztof Kamil Baczynski
murieron adolescentes durante la insurrección de Varsovia contra los alemanes,
en 1944. Piotrowski cuenta que ella repudiaba la primera parte de su obra,
concebida bajo “la estética del realismo socialista”.
Su vida poética se parte en dos en 1957, cuando se
aleja de la mirada política rumbo a lo social y las particularidades del ser
humano. Es entonces cuando, según el traductor, convierte la ironía en su
principal herramienta estética. Soñaba con el día en que no fueran necesarias
las feministas: “Esposa es una mujer y una escoba; amante, una mujer y una
flauta”.
La publicación de Sol (1962) la convierte en la
poetisa más reconocida de su país. “Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin
pausa / y para siempre. / Día tras día, / año tras año / pueden transcurrir sin
ella. / A veces sólo en el arrobo / y los miedos de la infancia / anida por más
tiempo. / A veces nada más en el asombro / de haber envejecido”. Hay una tercera
etapa que fija desde 1967 hasta su muerte, más cercana a la filosofía, a la
metafísica, a la contraposición de hombre y naturaleza. “La vida del hombre
parece ser una interrupción de la eternidad./ Nada es regalado. Nada es
regalado, todo prestado”, escribió en el poemario Comienzo y fin (1993).
Tal vez el epitafio que imaginó para su lápida
termine de definir a Wislawa Szymborska. Fue escrito en el mismo apartamento
elemental en el que vivió desde los 8 años de edad, tal vez con un cigarrillo y
un coñac a la mano, frente a las fotos de sus seres queridos: “Aquí yace,
anticuada como una coma, la autora de unos poemas. El eterno descanso se dignó
darle la tierra, aunque su cadáver no perteneció a ningún grupo literario”.
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