Dos traducciones
Por Triunfo Arciniegas
Por Triunfo Arciniegas
“El coloso” es un tanteo o un acercamiento al gran poema de Sylvia Plath, “Daddy”, exploración de la figura del padre.
La muerte de Otto Plath, después de una larga enfermedad, el dos de noviembre de 1940, acabó el encanto de la niñez de Sylvia, entonces de apenas ocho años. El padre es una obsesión en la obra de la poeta norteamericana. Aunque no era judía, en su imaginación veía a su padre como un hombre de negro, ario y antisemita, primero como un coloso y luego como un vampiro. El zapato negro de “Daddy” no solo significa muerte y oscuridad sino ante todo humillación. Poema duro y violento como pocos:
Every woman adores a Fascist,
The boot in the face, the brute
Brute heart of a brute like you.
En Devon, al final de su vida, Sylvia se dedica a la apicultura, antigua pasión de su padre, y en “La llegada de la caja de abejas” escribe: “Encargué esto, esta caja limpia de madera, cuadrada como una silla y casi demasiado pesada. Diría que era el ataúd de un enano o de un niño cuadrado de nos ser por el ruido que no hay en su interior…” La vital laboriosidad de las abejas contaminada por la presencia de la muerte.
Es tan inmensa figura del padre en “El coloso”, y tan aplastante, que la poeta apenas alcanza el tamaño de su oreja. Pero es una figura resquebrajada, fragmentada, despedazada, en ruinas, de huesos estriados, de rebuznos de mula y gruñidos de cerdo. Nunca estará concluida, es decir, nunca completa, nunca las partes volverán a su sitio. Ni treinta años son suficientes para limpiar y pegar. Tanta ruina requiere más que un rayo. En realidad, todo sigue tal cual. El padre, hondo, oscuro y denso, “como foro romano”, seguirá en el corral, ruina entre las ruinas.
Tan importante es el poema que dio su título al primer libro de Sylvia Plath. En realidad, The Colossus (1960), dedicado a Ted Hughes, fue el único libro de poemas publicado por Sylvia Plath en vida. Los demás fueron preparados y publicados por su esposo Ted Hughes y su hermana Olivia Hughes, editora de Rainbow Press. La mayoría de sus poemas de este primer libro fueron terminados en el otoño de 1959, en Yaddo, después del viaje de la pareja. La publicación póstuma de Ariel (1965), el segundo libro de poemas, despertó la atención del público de The Colossus, que fue reeditado en 1967. Sigue, con este método de cuentagotas y el sentido comercial de Hughes, Winter Trees (1971).
Sylvia Plath no sobrevivió al invierno de 1963 en Londres. La mañana del once de febrero dejó pan con mantequilla y leche en el cuarto de los niños y se encerró en la cocina. Selló las rendijas con toallas, abrió el horno y metió su cabeza. Cansada, exprimida, sola con sus dos hijos a la altura de sus treinta años, pues Ted Hughes ya vivía con otra mujer, encontró el alivio.
Su trágico final, sus deslumbrantes libros de poemas y su novela La campana de cristal hicieron de ella una figura de culto. Dice Jesús Pardo que en otros tiempos los suicidas eran enterrados en el camino real, con una estaca clavada en su corazón, como un vampiro. Y la verdad es que resulta difícil imaginar a Sylvia Plath sin esa estaca en el corazón.
A continuación, María Julia de Ruschi Crespo y Jesús Pardo presentan dos versiones de “The Colossus”, discutibles como toda traducción. El lector decidirá la suya o tejerá una tercera, tal vez más acertada, más personal. Si lo desea, puede acudir al poema original, en Kiss.
Triunfo Arciniegas
Pamplona, 23 de junio de 2011
Traducción María Julia de Ruschi Crespo
Nunca podré reunirte íntegramente,
Juntar, pegar, articular como corresponde.
Rebuznos de mula, gruñidos de cerdo, obscenos graznidos
Provienen de tus grandes labios.
Peor que en un corral.
Quizá te consideres un oráculo,
Portavoz de los muertos o de algún dios.
Yo llevo treinta años esforzándome
Por limpiar de fango tu garganta
Y no he aprendido nada.
Trepando escaleritas con frascos de engrudo y baldes de lisol
Me arrastro como una hormiga enlutada
Por los campos cubiertos de maleza de tus cejas
Para reparar tu inmenso cráneo y desbrozar
Los descarnados, blancos túmulos de tus ojos.
Un firmamento azul de otra Orestíada
Se cierne sobre nosotros. Oh padre, tú solo
Eres una referencia histórica tan importante como el Foro Romano.
Aquí merendando, en una colina de seres siniestros.
Las columnas de tus huesos y el acanto de tus cabellos vuelven
A su antigua anarquía esparciéndose hasta el horizonte.
Se necesita más que un rayo
Para crear tanta ruina.
Algunas noches me acurruco en la cornucopia
De tu oreja, a salvo del viento,
Y cuento estrellas rojas y estrellas color ciruela.
Sale el sol bajo el pilar de tu lengua.
Mis horas se desposan con la sombra.
Ya no escucho más el roce de la quilla
Contra las sordas piedras del desembarcadero.
Se necesita más que un rayo
Para crear tanta ruina.
Algunas noches me acurruco en la cornucopia
De tu oreja, a salvo del viento,
Y cuento estrellas rojas y estrellas color ciruela.
Sale el sol bajo el pilar de tu lengua.
Mis horas se desposan con la sombra.
Ya no escucho más el roce de la quilla
Contra las sordas piedras del desembarcadero.
Tulipanes y otros poemas
Buenos Aires, CEAL, 1988
Sylvia Plath
EL COLOSO
Traducción de Jesús Pardo
Nunca conseguiré recomponerte,
repegarte, reunirte, rejuntarte.
Mular rebuzno, cacareo obsceno,
gruñidos salen de tus vastos labios.
Peor que en un corral.
Quizás es que concebiste profeta,
portavoz de los muertos o los dioses.
Treinta años llevo trabajando
Por limpiar tu garganta de cieno.
Más todo sigue igual.
Escala arriba, con lisol, con goma
de pegar, como hormiga matutina
por los campos herbosos de tu frente
tu inmenso cráneo componiendo, el túmulo
calvo y blanco de tu ojo despejado.
Un cielo azul, como de la Orestíada
nacido, cómbase sobre nosotros.
Oh padre, solo, eres hondo y denso
como foro romano. Entre cipreses
me siento y el acanto de tu pelo
y tus huesos estriados se penetran
de su antigua anarquía hasta el borde
del horizonte. Crear tanta ruina
requiere más que un rayo. Por la noche
me agazapo en tu oreja, contra el viento,
contando estrellas rojas y ciruela.
El sol sale del fondo de tu lengua
y mis horas copulan con tu tumba.
Ya no busco el raer de quillas sobre
las piedras negras de la playa.
Sylvia Plath, Antología, Colección Visor de Poesía
Madrid, Visor Libros, s.f.
Por lo visto un mismo poema es traducido como le hubiese gustado al traductor escribirlo como propio.
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