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lunes, 14 de febrero de 2011

Raymond Carver / Seis poemas



Raymond Carver
MI CUERVO Y OTROS POEMAS
Traducción de Juan Carlos Calvillo
MI CUERVO

Un cuervo voló hasta el árbol fuera de mi ventana.
No era el cuervo de Ted Hughes, ni el cuervo de Galway.
Ni el de Frost, ni el de Pasternak, ni el cuervo de Lorca.
Ni uno de los cuervos de Homero, lleno de sangre
después de la batalla. Éste era sólo un cuervo.
Que nunca encajó en ningún lado de su vida,
ni hizo nada que valga la pena mencionar.
Se sentó allí en la rama unos cuantos minutos.
Luego se reanimó y voló hermosamente
fuera de mi vida.


INICIOS

Una vez
había una plomada
hundida en el suelo
de un valle de abetos falsos
cerca de Snohomish
en las Cascadas
que pasaban bajo
monte Rainier, monte Hood,
y el río Columbia
y salía
en algún lugar
de la selva tropical de Oregon
vestida
de hojas de helechos.


SIMPLE

Una abertura entre las nubes. El contorno
azul de las montañas.
El amarillo oscuro de los campos.
El río negro. ¿Qué hago aquí,
solo y lleno de remordimientos?

Con toda tranquilidad sigo comiendo del tazón
de frambuesas. Si estuviera muerto,
me recordé a mí mismo, no las
estaría comiendo. No es tan simple.
Es así de simple.


POEMA PARA HEMINGWAY
& W. C. WILLIAMS


3 truchas gordas están suspendidas
    en el lago
bajo el nuevo
    puente de acero.
dos amigos
    caminan lentamente
sendero arriba.
    uno de ellos,
ex peso completo,
    lleva una vieja
gorra de caza.
    quiere matar,
es decir, pescar y comer
    los pescados.
el otro,
    hombre de medicina,
sabe las posibilidades
    de eso.
cree que está bien
    que sólo estén
suspendidos ahí
    siempre
en el agua clara.
    los dos siguen
pero lo
    discuten mientras
desaparecen
    en los árboles que se disipan
& los campos & la luz,
    río arriba.


ADULTERIO

Una matinée esa tarde
    de sábado La novicia rebelde
Tu abrigo en el asiento vacío
            junto a mí
        tu mano en mi regazo
se nos transporta
a Austria
Allí
en algún lugar del Rin
En alguno de estos viejos
y hermosos pueblos
podríamos vivir tranquilos
un ciento de años
Luego
te pones un delantal
me sirves una taza de té con una rodaja de limón
en Radio Monitor
Herb Alpert
y el Tijuana Brass
tocan Zorba el griego
También oímos por casualidad
parte de una conversación
con Dizzy Dean
En el suelo
junto a la cama el Esquire
Frank Sinatra
rodeado de encendedores llameantes
Tácito
Máximo Gorky
bajo el cenicero
Tu cabeza en mi brazo
fumamos cigarros
y hablamos del lago Louise
el Banff National Park
la Península
Olímpica
lugares
que ninguno de nosotros ha visto
Afuera
el calor se hace rayos
las primeras gotas pesadas de la lluvia
atizan el patio
Escucha
Qué espléndidos estos regalos


ESTA MAÑANA

Esta mañana fue algo especial. Un poco de nieve
yacía sobre el suelo. El sol flotaba en un claro
cielo azul. El mar era azul y verdeazul,
tan lejos como alcanzaba la vista.
Difícilmente una ola. Calma. Me vestí y salí
a dar un paseo, decidido a no regresar
hasta tomar lo que la Naturaleza tenía que ofrecer.
Pasé cerca de unos viejos árboles retorcidos.
Crucé un campo esparcido de piedras
donde la nieve se había amontonado. Seguí
hasta alcanzar el acantilado.
Ahí miré largamente el mar y el cielo y
las gaviotas revoloteando sobre la playa blanca
abajo a lo lejos. Todo precioso. Todo bañado de una luz
pura y fría. Pero, como siempre, mis pensamientos
empezaron a dar vueltas. Tuve que poner de mi parte
para ver lo que estaba viendo
y nada más. Tuve que decirme a mí mismo que esto era
lo que importaba, no lo demás. (¡Y sí logré verlo
durante un minuto o dos!) Durante un minuto o dos
logré desplazar las reflexiones habituales sobre
lo que estaba bien y lo que estaba mal—obligaciones,
recuerdos tiernos, pensamientos de muerte, cómo debía
llevarme
con mi ex esposa. Todas las cosas
que esperaba se fueran esta mañana.
Las cosas con las que vivo cada día. Lo que
he pisoteado para poder seguir vivo.
Pero durante un minuto o dos pude olvidarme
de mí mismo y de todo lo demás. Sé que lo hice.
Pues cuando regresé no sabía
dónde estaba. Hasta que algunas aves salieron
de los árboles retorcidos. Y volaron
en la dirección que yo necesitaba tomar.



 LAS NIÑAS

Olvida todas las experiencias que implican dolor.
Y todo lo que tiene que ver con música de cámara.
Los museos en las tardes lluviosas de sábado, etcétera.
Los viejos maestros. Todo eso.
Olvida a las niñas. Trata de olvidarlas.
Las niñas. Y todo eso.



Juan Carlos Calvillo nació en la ciudad de México en 1983. Es autor de los libros de poemas Dilo otra vez y de memoria, Libro del desconsuelo y La esfinge en Memphis. Sus versiones de los poemas hacen parte de la traducción de la obra de Carver presentada como tesis para obtener el grado de licenciado en Letras Modernas por la UNAM.




4 comentarios:

  1. El mejor comentario es dar las gracias por enseñarnos a uno de los grandes.

    Me encanta Carver.

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  2. Es una buena traducción y los poemas excelentes

    muchas gracuas

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  3. Es una buena traducción y los poemas excelentes

    muchas gracuas

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