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martes, 22 de junio de 2010

Silvia Tomasa Rivera / Los ahogados



Silvia Tomasa Rivera
LOS AHOGADOS

De niña
a la orilla del río de mi pueblo, temía a los ahogados.
Su grito era un castigo que nublaba las calles e impedía el paso franco a la ribera.
Con el tiempo me fui acostumbrando a perderles el miedo; y aprendí que los ahogados están en todas partes
Desde el fondo del río o del estero salen sus voces; desde adentro del mar o de cualquier boca de agua que se abra en la tierra.
Es mentira que los ahogados nos jalen los pies.
Es uno mismo quien ve la superficie como una herida abierta.
Es uno quien los llama y no los deja seguir con su destino de corsarios eternos.
Viento del Sur
Mío es un viento del norte el que intimida,
es la surada que desprende las hojas. Golpea los postigos y hace gemir un aire lastimero que cimbra los cristales.
Adentro, en una casa antigua,
los habitantes vigilan
lo que un día pudo ser su protección:
las tejas adheridas en altura
sostenidas apenas
por tiras de madera carcomida.
Un golpe más de aire,
fuerte como sombra de cuervos en el cable
y todo habrá terminado.
El desplome del techo,
la sórdida amenaza.
un cubo de tormenta innecesario.
La voz de la esperanza
hace conciencia desde un cuarto cerrado.
"No hay de qué preocuparse, el viento no es del norte, viene del sur
y ha dejado su fuerza en las montañas"
Con todo lo que temen no habitan un bohío. En una casa antigua en la costera, con canales de pólvora en el techo.
La bestia de agua
irrumpe insosegable
en la madrugada del hombre.
Se revuelve en marejadas de peces hinchados y provoca la náusea del que mira desde los agujeros del bohío.
En ausencia, del sol
viene otro día de ayuno involuntario.
Ajenos al desastre
los niños juegan descalzos
entre los esqueletos de las corvinas;
mientras los viejos guardan
en un baúl de mimbre
la atarraya del miedo.

Este poema de Silvia Tomasa Rivera pertenece a la serie La sal del mar.
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