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martes, 6 de octubre de 2009

Emily Dickinson / Escribir como una forma de vivir


Emily Dickinson


Emily Dickinson
ESCRIBIR COMO UNA FORMA DE VIVIR

Por Daniel Dominguez
15 de octubre de 2009


En las biografías sintéticas de los Textos cautivos de Borges (Alianza de bolsillo) que el autor publicó originalmente en la revista femenina El Hogar -colaboró entre 1936 y 1939-, no encuentro la de Emily Dickinson, y no hay, creo, una biografía más sintética que la suya, ni más arrebatada, ni más apasionada, quizá tampoco más recluida, pero quizá no tan solitaria como pudiera parecer. Y resulta aún más extraño que no le haya dedicado una biografía sintética cuando le profesó, desde edad muy temprana, una fervorosa admiración.

La casa de Emily Dickinson en Amherst

La vida de Emily Dickinson (1830-1886) consistió en escribir. Y escribir fue su forma de vivir. Vivir y escribir representaban la misma tarea, la misma exploración, la misma revelación. Un erotismo de la existencia. Un goce, a la vez sensual e intelectual, de las cosas y los seres de un universo doméstico. A Emily Dickinson le bastaron la casa y el jardín. Y la biblioteca de su padre. Nació, vivió y murió en el hogar familiar de Amherst, en Nueva Inglaterra. Amaba las flores y desde los quince años, cuando confeccionó un herbario en el que clasificó unas quinientas flores -entre silvestres y cultivadas-, acompañaba las cartas con flores secas. Escribió más de mil, las cartas eran su vínculo con el mundo. Unas cartas que se parecen mucho a sus poemas, poemas que a menudo incluía en las cartas. Cartas breves como esta de la primavera de 1876:

La Naturaleza es una Casa Embrujada -pero el Arte- una Casa que trata de embrujarse.

O ésta de una fecha imprecisa del mismo año:

Nos despedimos del Río en la Crecida por una tímida costumbre, aunque con las mismas Aguas hayamos jugado a menudo. 


El cuarto de Emily Dickinson

Desde que cumplió treinta años se recluyó vestida de blanco, entregada a la lectura, a la meditación, a la escritura de sus poemas -sólo publicó cinco en vida- y a su correspondencia. La dama de Amherst encontró en casa su "mágica cárcel" desde la que adentrarse en los misterios con una pasión pródiga y desnuda calidez. Cuando recibía visitas, les hablaba a través de una puerta entornada. Pero los niños de la aldea siempre podían contar con que Emily les bajara pasteles y golosinas por la ventana en un cesto amarrado a una cuerda.

Hay una corriente invisible que une a Teresa de Ávila, Juan de Yepes, Juana Inés de la Cruz, Sepehri... y Emily Dickinson: las cosas nombran las palabras, son portadoras de epifanías, componen un camino de cristales que destilan visiones; una mirada en carne viva, la cifra de una experiencia, una palabra decantada en el aquel de vivir, la huella de un silencio, el rastro de un éxtasis.


Por eso, desde que descubrí sus poemas hace veinticinco años, nunca encontré las palabras precisas que nos transmigren el sentido que germina incesante en los versos de Emily Dickinson. Son poemas que llevan toda la vida leerlos, porque nos remiten y nos transportan a la última vez (en el mundo, en la vida), porque representan el rescate urgente de lo que está a punto de desaparecer, porque nacen del anhelo de aprehender con visos de inmortalidad aquello que vive preñado de fugacidad. Por eso, no sé cuántas traducciones he leído de algunos de esos poemas que, en palabras de Emily Dickinson, cuanto más intagibles, más se adhieren a uno, y cambian de color como las estaciones, como la piel, como la luz. Quizá el universo inagotable de la dama de Amherst permite infinitas traducciones, como un cuento de nunca acabar: una cosmovisión que cabe en un costurero, en una habitación interior sin confines, en un guión -entre dos palabras o al final de un verso (como un suspiro o un abismo)-, en una mayúscula o en los más minúsculos detalles, ya sea una mosca o un cielo. Bastan dos poemas y no bastan tres traducciones (ni trescientas).

If you were coming in the Fall,
I'd brush the Summer by
With half a smile, and half a spurn,
As Housewives do, a Fly.

If I could see you in a year,
I'd wind the months in balls --
And pur them each in separate Drawers,
For fear the numbers fuse --

If only Centuries, delayed,
I'd count them on my Hand,
Subtracting, till my fingers dropped
Into Van Dieman's Land.

If certain, when this life was out --
That yours and mine, should be
I'd toss it yonder, like a Rind,
And take Eternity --

But, now, uncertain of the length
Of this, that is between,
It goads me, like the Goblin Bee --
That will not state -- its sting.

(Poema 511 de Emily Dickinson, fechado alrededor de 1862.)


Si vinieras este otoño,
espantaría el verano como una mosca
barrida por el ama de casa,
con una sonrisa desdeñosa.

Si pudiera verte dentro de un año,
devanaría los meses en ovillos --
con un cajón para cada uno,
y no se confundan los números --

si no fuera un problema de siglos,
yo los sustraería de mis dedos,
hasta verlos caer
en la tierra de Van Dieman.

Si yo supiera que después --
existiríamos, todavía tú y yo,
lo arrojaría como una corteza,
y elegiría la eternidad --

pero ahora ignorando
el tiempo que durará este inervalo,
me aguijonea, como la espectral abeja --
que no anuncia -- su aguijón.

(Traducción de Silvina Ocampo.)


Si tú vinieras en Otoño,
Yo barrería el Verano
Con sonrisa y desdén,
Como hacen las Esposas, con las Moscas.

Si te viera en un año,
Devanaría los meses en ovillos --
Y a cada uno lo pondría en Cajón separado,
Por temor a confundir los números --

Si sólo Siglos faltasen,
Los contaría con mi Mano,
Restando, hasta que mis dedos cayesen
En la Tierra de Van Dieman.

Si estuviera segura de que cuando esta vida se acabara --
Persistieran la tuya y la mía,
Lejos la arrojaría, como Cáscara,
Y con la Eternidad me quedaría --

Pero ahora, incierta de la duración
De ésta, que está entre medias,
Me aguijonea, cual Abeja Fantasma --
Que no declarará -- su picadura.

(Traducción de Margarita Ardanaz.)


Si supiera que vienes en otoño
daría un manotazo a este verano.
desdeñosa y sonriente,
como hacen las mujeres con las moscas.

Si te pudiera ver dentro de un año
haría doce ovillos con los meses,
guardándolos cada uno en un cajón
para no equivocarme.

Si el plazo fueran siglos
os iría contando con la mano,
restándo hasta caérseme los dedos
en la isla de Tasmania.

Si estuviera segura de vivir
los dos tras el final de esta existencia,
tiraría el vivir como una cáscara
para quedarme con la Eternidad.

Pero como no sé la duración
de esta vida intermedia,
siento el pinchazo de la Abeja Duende,
que hace daño aunque no se ve jamás.

(Traducción de Carlos Pujol.)


My life closed twice before its close --
It yet remains to see
If Inmortality unveil
A third event to me

So huge, so hopeless to conceive
As these that twice befell.
Parting is all we know of haven,
And all we need of hell.

(Poema 1732 de Emily Dickinson.)


Mi vida murió dos veces antes de morir --
y aún queda por ver
si la inmortalidad revela
un tercer evento para mí

tan inmenso, tan desesperanzado de concebir
como éstos que dos veces acontecieron.
Partir es todo lo que sabemos del cielo,
y todo lo que necesitamos del infierno.

(Traducción de Silvina Ocampo.)


Mi vida se cerro dos veces antes de su cierre --
Aunque queda por ver
Si la Inmortalidad desvela
Un tercer acontecimiento para mí

Tan enorme, tan imposible de concebir
Como los que dos veces sucedieron.
La Despedida es lo único que sabemos del cielo
Y todo lo que necesitamos del infierno.

(Traducción de Margarita Ardanaz.)


Dos veces terminó
aun antes de su término mi vida.
Falta por ver si la inmortalidad
va a mostrarme un tercer suceso así,

tan inmenso, tan inimaginable
como los dos primeros.
Cuanto yo sé del Cielo es el adiós,
lo que debe saberse del infierno.

(Traducción de Carlos Pujol.)

Los dos últimos versos se contaban entre los favoritos de Borges y los tradujo así: "La despedida es todo lo que sabemos del cielo / y todo lo que necesitamos del infierno". Y los comentaba, oralmente, en una entrevista en 1981: "Lo que sucede por última vez, conscientemente por última vez, sucede de un modo muy, muy intenso. La presencia, la cercanía, la pasión, todo eso se da con más fuerza precisamente porque se sabe que es efímero, ¿no? La idea vendría a ser esa; pero, claro, está admirablemente dicho, sobre todo el verbo need. O todo lo que necesitamos... Ya con eso nos basta, ya con eso tenemos cielo e infierno suficientes. Una de las cosas más lindas de Emily Dickinson. Y de publicación póstuma naturalmente". El propio Borges en un prólogo a Pedro Páramo,comparaba a Juan Rulfo con Emily Dickinson en el aquel de negar que el destino (esencial) de un escritor fuese publicar. Tras la muerte de la dama de Amherst se encontraron en sus cajones más de mil setecientos poemas manuscritos, breves los más y de una aún más rara intensidad: la poesía completa se publicó por primera vez en 1955. Emily Dickinson -una vez más Borges- profesó la escritura fugaz de cosas inmortales. Y la incandescencia.







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