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lunes, 1 de diciembre de 2025

Un actor / Danny DeVito

 


DANNY DeVITO

Danny DeVito nunca tuvo la altura que Hollywood exigía. Pero sí tenía algo más raro: una presencia que llenaba la habitación antes que cualquier gigante.

Los Ángeles, 1975. En una sala de casting abarrotada de actores altos, impecables y seguros de sí mismos, DeVito empujó la puerta, los miró uno por uno y soltó:

—Bueno… ¿quién de ustedes va a interpretar al tipo alto?

Risas. Miradas por encima del hombro.

Pero cuando terminó la jornada, el único que salió con el papel de Alguien voló sobre el nido del cuco fue él.

No fue por el físico. Fue por la chispa. Milos Forman lo vio en segundos: ese extraño humor, esa rapidez mental, esa capacidad de darle vida a Martini sin siquiera abrir el guion. DeVito improvisó, se coló en la escena de Nicholson, y Nicholson —el hombre más imperturbable del set— rompió a reír. Forman mantuvo la toma. Sabía que había encontrado oro.

El siguiente salto llegó con Taxi. Los ejecutivos dudaban. “¿Protagonista? ¿Con esa estatura?”. Pero cuando DeVito cerró el libreto con un golpe seco y gruñó:

—¿Quién escribió esto? Me encanta.

Ganó el papel. Ganó un Globo de Oro. Ganó al público por puro carisma.

Años después, en 1989, Warner Bros. quería a un villano elegante para Batman Returns. Tim Burton quería a DeVito.

El actor miró el boceto del Pingüino, recorrió la nariz afilada con el dedo y murmuró:

—Está enfadado porque el mundo nunca le dio la oportunidad de ser normal.

Burton respondió:

—Entonces eres él.

Tres horas diarias de maquillaje. Escenas en alcantarillas que él insistía en hacer sin dobles. Cero concesiones. Batman Returns se convirtió en un éxito monumental… y el Pingüino entró en el imaginario colectivo con su rostro.

Danny DeVito lo logró porque entendió algo esencial:

La fuerza de un personaje no está en su tamaño, sino en su alma.

La industria no la cambian los que encajan, sino los que se atreven a no hacerlo.

Y a veces, romper las reglas es la única forma de escribir una historia propia.

“Si cierran una puerta”, dijo una vez, “me escapo por la ventana”.

Y vaya si lo hizo.

Un hombre pequeño que se negó a vivir pequeño.

Un actor que no encajaba en el molde… así que cambió el molde.

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