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jueves, 13 de noviembre de 2025

Sarah Bernstein / Una historia sobre la obediencia y la bondad insana

 






Reconozco que últimamente suelo elegir –o puede que sea yo la elegida– novelas que tienen la capacidad de desorientar, de abrir sendas inesperadas, de provocar que nos perdamos en ellas. Y también que me gusta sentir esa sensación de avanzar por las páginas un poco a ciegas, porque supone un desafío, porque induce a un estado de concentración particular, a una búsqueda de respuestas y de explicaciones, a una exploración que conlleva adentrarse en territorios mentales o emocionales ante los que, en muchos casos, no nos habíamos detenido. 

Conflictos, temáticas, horizontes, que están ahí, cerca, pero que no han estimulado nuestros pensamientos, suelen hacerse presentes cuando leemos determinados libros, cuando percibimos identificaciones, complicidades, que nos sorprenden o perturban. Suelen ser obras que incomodan, que inquietan, que, de alguna manera, nos sacuden, invitándonos a mirar a esas esquinas oscuras que solemos evitar, a esas aristas, complejidades, contradicciones, emociones subterráneas, que nos constituyen como seres humanos. 

Creo que hablar de lo subterráneo, lo que transcurre por debajo de lo aparente, de lo visible, de lo que pisamos o contamos, es un buen punto de partida para acercarnos a Manual para la obediencia, novela que me ha descubierto a la autora canadiense Sarah Bernstein, una voz poco convencional, atrevida, dotada para adentrarse, para ir más allá, para articular un lenguaje que parece brotar de fuentes misteriosas, de esas de las que emerge la mejor poesía. Compleja y bella su obra exige que nos adaptemos a unos códigos extraños que están alejados de la linealidad, donde el silencio, lo no dicho, lo insinuado, resultan esenciales.

Me pongo a escribir este artículo tiempo después de haber cerrado las páginas de la novela y antes de repasar mis apuntes visualizo a la enigmática protagonistapaseando por el bosque como si fuese una aparición. Bernstein, (Montreal, 1987), quien reside desde hace algún tiempo en Escocia, inunda de naturaleza esta historia con la que fue finalista del Booker Internacional en 2023 y ganadora el mismo año del Premio Giller. Una entrega que nos conduce a una situación de aislamiento, de soledad, en la que el personaje central, una mujer que viaja a una región lejana, desconocida para ella, para acompañar y ocuparse de uno de sus hermanos, se autoanaliza e intenta comprender su singular manera de ser, sus motivaciones, su incapacidad para asumir los roles sociales, para conectar y adaptarse al resto de la gente. 

Y le suceden cosas extrañas, incontrolables. La oscuridad, la amenaza, la rodea. Desde un primer momento se nos indica que han de acontecer sucesos extraordinarios. Así arranca la novela, el capítulo titulado Comenzando de nuevo comenzando: “Fue el año en que la cerda mató a sus lechones. Fue una época veloz y amenazante. Una de las perras del lugar tuvo un embarazo psicológico. Las cosas desaparecían en un lugar y aparecían en otro. Era primavera cuando llegué al campo, soplaba un viento del este, un viento que resultó ser extraño. Empezaron a ocurrir cosas…”


La educación recibida, el daño causado por la sumisión que le ha sido impuesta por su familia, una familia dañada por sus orígenes –judíos– desde muy atrás, marcan el destino de quien no acaba de encontrar su lugar en una sociedad que rechaza a los diferentes, a los que no siguen al rebaño. Sarah Bernstein construye una trama llena de incógnitas, de secretos, de insinuaciones, con un poder especial para mantener nuestros sentidos despiertos, agitados, intranquilos. Pisamos terrenos resbaladizos, ocultos, mientras avanzamos en la lectura. Y las ganas de saber más, de descubrir lo que sucede, lo que ha de suceder, es como un potente motor que nos impulsa a seguir andando a ciegas.

A través de las experiencias, sentimientos y emociones, de su narradora en primera persona, quien cuenta su historia dejando claro que solo puede arrojar luz sobre sus actos y que “incluso así es una luz débil e intermitente” –una declaración clave que nos lleva a pensar que tal vez todo lo relatado sea su interpretación de los hechos, con un importante componente de fabulación–, Bernstein nos habla de la manera en que las mujeres han sido instruidas en la obediencia y el sometimiento. Hacer lo que les es encomendado, callar la boca, no brillar, cuidar con abnegación de los demás si se les pide…

«MANUAL PARA LA OBEDIENCIA» NOS CONDUCE A UNA SITUACIÓN DE AISLAMIENTO, DE SOLEDAD, LA DE UNA MUJER QUE VIAJA A UNA REGIÓN LEJANA, DESCONOCIDA, E INTENTA COMPRENDER SU SINGULAR MANERA DE SER, SU INCAPACIDAD PARA CONECTAR Y ADAPTARSE AL RESTO DE LA GENTE. 

Entre otras muchas cosas, esta es una historia sobre el papel asignado a las mujeres a lo largo del tiempo, a través de la experiencia extrema de una de ellas. He aquí uno de los pilares que sustentan la novela, que también nos habla del miedo a los extraños, del rechazo a los diferentes, llevándonos a reconocer tantas escenas de odio, de crueldad, de racismo, que llenan el devenir histórico y siguen muy presentes en la época que vivimos, acentuadas en este trecho del siglo XXItan agresivo.

Los prejuicios que mueven a los grupos sociales, la desconfianza hacia los que llegan de lejos, es otro de los resortes de Manual para la obediencia, que en este aspecto me ha recordado a otra novela, Un amor, de la autora española Sara Mesa, en la que la protagonista es también una mujer que decide trasladarse a vivir a un pueblo y comprueba cómo los vecinos la ven como una intrusa, escudriñan cada uno de sus actos y la culpan de algo en lo que su responsabilidad no está clara, de una actuación que tal vez haya sido fruto del azar.

El tema de la integración, de la no aceptación de mujeres que no siguen los estereotipos, está presente en ambas obras, siendo muy diferentes entre sí. Mesa también explora la sumisión y nos conduce a un entorno lleno de acechanzas, “agobiante, controlador, como ella misma dice en un diálogo que ocupa otra de las páginas de Lecturas Sumergidas. Desde aquí os propongo leer ambas novelas, encontrar sus puntos de afinidad. Tal vez sería una interesante propuesta para un club de lectura. Ahí lo dejo y vuelvo a Manual para la obediencia.

SARAH BERNSTEIN CUENTA UNA HISTORIA SOBRE EL PAPEL ASIGNADO A LAS MUJERES A LO LARGO DEL TIEMPO, A TRAVÉS DE LA EXPERIENCIA EXTREMA DE UNA DE ELLAS. ES UNO DE LOS PILARES QUE SUSTENTAN UNA OBRA QUE TAMBIÉN HABLA DEL RECHAZO A LOS EXTRAÑOS, A LOS DIFERENTES.

La protagonista de Bernstein lleva desde su infancia buscando ser buena y confiesa que en ese proceso se ha sentido “reducida”, “disminuida”, “transparentada”, sacando a relucir el “autoolvido” de sí misma para atender a los demás, tal como se le ha exigido. La bondad forzada, impuesta, como mecanismo de adaptación, de búsqueda de reconocimiento por parte de las personas que nos rodean, del entorno familiar, en el que buscamos ser queridos, deja de ser positiva y puede llegar a convertirse en algo enfermizo, insano, una presión constante, una fuente de sufrimiento, de distorsión de la realidad. 

La indagación en las experiencias de sumisión, de abnegación, recorre la novela y nos atañe profundamente. Pensamos en nuestras abuelas, en nuestras madres, en el ayer y también en el ahora, pues reconocemos ecos de todo esto en nuestra educación, en lo que nos ha sido transmitido, en el esfuerzo por superar todos esos marcos, en situaciones que a día de hoy siguen repitiéndose, en las palabras y actitudes misóginas a las que las mujeres hemos de seguir enfrentándonos con demasiada frecuencia.

En esta historia, atravesada de situaciones escurridizas, ambiguas, las geografías exteriores, los paisajes, son importantes, emiten señales, se van adaptando a los estados interiores de la mujer que cuenta, que se cuenta. “Deshielo primaveral, un aire de peligro siempre durando más de lo predicho, una promesa desvelándose y cubriéndose una vez más, con escarcha, como una súbita nevada. Una siempre debía andarse con cuidado en el cambio de estación, mantenerse alerta. ¿Quién sabe lo que podía ocurrir, lo que una era capaz de hacer?”, leemos en un momento dado.

Los mecanismos de poder en las sociedades, los parentescos y los privilegios de los hombres en las familias, salen a relucir. La particular relación de la protagonista con su hermano mayor, en la que se insinúa, con pequeñas pero muy efectivas pinceladas, una situación de abuso en el pasado, participa de esos mecanismos. Desde siempre él ha ejercido una gran autoridad sobre ella. “Me tomó bajo su protección. Me convertí en su alumna  y en su sirvienta y él me hizo entender la necesidad de la moderación y el silencio”, nos hace saber la narradoraY más adelante, añade: “Todas las mañanas yo me arreglaba (…) y descendía las escaleras en la piel de una hermana. Asumí el papel con seriedad, conscientemente, y con el tiempo y tras algo de práctica se convirtió en mí…”

Sarah Bernstein por Alice Meikles.

El hermano, que ha logrado triunfar, que ha aprendido bien a manejar los juegos del dominio, los resortes del dinero, a ponerse del lado de los poderosos, de los ganadores, es la figura desde la que la protagonista retrata al conjunto de los hombres, culpables de tantos trayectos femeninos truncados. “En verdad me maravillaban los hombres y la destrucción que causaban…” / “Un hombre podía estar triste y a la vez ser un cabrón”…, accedemos a algunos de sus pensamientos. 

La relación de mando del hombre hacia su hermana, cuya compañía ha solicitado tras el fracaso de su matrimonio, mucho tiempo después de que sus vidas se separaran, se transforma por completo cuando la enfermedad aparece y lo hace dependiente de ella. Es muy interesante, inquietante, la manera en que todo se desarrolla a partir de aquí.

Hay una cita muy significativa de la pintora portuguesa Paula Rego que abre la novela y que resulta muy sugerente: “Puedo cambiar el juego y hacer lo que me plazca. Puedo hacer que las mujeres sean más fuertes. Las puedo hacer obedientes y homicidas al mismo tiempo”. Estas palabras me llevan a observar, a través de la pantalla de mi ordenador, algunos de  los cuadros de la artista y compruebo lo perturbadores que pueden llegar a ser sus figuras femeninas, distorsionadas, nada complacientes, desafiantes, incluso aterradoras.

En Manual de la obediencia no sabemos dónde estamos, cuál es el escenario en el que se desarrolla la historia, aunque en un momento dado se alude a un paraje del norte, a “un pueblo nórdico de provincias”. Pocos más detalles se ofrecen de los lugares concretos a los que se refiere la protagonista, una narradora sin nombre que todo el tiempo está dando vueltas a sus circunstancias, explorándose, hablando y pensando sobre sí misma en un imparable flujo de conciencia. Solo contamos con su punto de vista, con sus emociones, observaciones e impresiones. Su experiencia de las afueras tiene que ver con su mundo interior. Sabemos que proviene de un entorno judío, lo que le otorga unas raíces marcadas por el sufrimiento, la culpa, la compasión, el daño, la victimización, la vergüenza… 

La influencia del pasado, su pesada sombra, es uno de los grandes temas sobre los que la escritora construye su obra. La herencia, la supervivencia, los rituales y pensamientos que dan forma a un pueblo, a una comunidad, son asuntos que adquieren indudable fuerza en la narración. Es imposible separarse de la historia, sus nutrientes pueden permanecer ocultos y reaparecer de forma inesperada. Los actos menos honorables de los antepasados marcan los destinos de los descendientes (hay páginas muy reveladoras al respecto).

LA INFLUENCIA DEL PASADO, SU PESADA SOMBRA, ES UNO DE LOS GRANDES TEMAS SOBRE LOS QUE LA ESCRITORA CONSTRUYE SU OBRA. LA HERENCIA, LA SUPERVIVENCIA, LOS RITUALES Y PENSAMIENTOS QUE DAN FORMA A UN PUEBLO, A UNA COMUNIDAD, SON ASUNTOS QUE ADQUIEREN FUERZA.

El rechazo por los orígenes es algo que recorre todas las épocas, que afecta sobremanera las circunstancias de vida de las personas a través de las generaciones. El transcurrir circular de la historia se vuelve patente. La adaptación, la subordinación, es una pieza central en el devenir colectivo e individual. “Qué pocas opciones pone el mundo a nuestra disposición, cuánto daño vuelve a producirse, comenzando una y otra vez”, piensa la protagonista. Sarah Bernstein consigue que todo esto salga a relucir, pero de forma sinuosa, a la manera de brotes que van surgiendo, manifestándose desde la oscuridad, haciéndose visibles a través de las experiencias de quien se presenta como una mujer despreciada, maltratada, humillada.

Desubicada, incapaz de adaptarse a la vida social, con una especial capacidad para escuchar los secretos de los demás, lo cual termina despertando la aversión de quienes al confesarse son conscientes de haber depositado en la oyente lo más vergonzoso de sí mismos, la mujer de la novela intenta echar raíces en el pueblo al que llega, probar por una vez a formar parte de un lugar, pero los prejuicios actúan en su contra. Su llegada coincide con extraños y desafortunados fenómenos entre los animales; sus intenciones de agradar, de ofrecer talismanes de hierba, realizados por ella misma, como regalos a los demás, son malinterpretadas. Pese a la buena posición que ocupa el hermano en el lugar, no es bien recibida. Y siente la exclusión, la hostilidad, el aislamiento al que se la somete. Ella es la que viene de fuera, la maldita, la que provoca la desgracia, un mal que es combatido con ceremonias, con rituales de purificación comunitarios.

Las supersticiones, la presencia de un odio ancestral, cargan la atmósfera de la novela, que todo el rato parece estar sugiriendo malos presagios, amenazas por llegar. “No me veían más que como a la extraña de una época antigua que había salido de la nada para anunciar, y tal vez incluso provocar, la llegada de tiempos en verdad funestos”, nos transmite la narradora. 

LA PROTAGONISTA DE BERNSTEIN INTENTA ECHAR RAÍCES EN EL PUEBLO AL QUE LLEGA, PROBAR POR UNA VEZ A FORMAR PARTE DE UN LUGAR, PERO LOS PREJUICIOS ACTÚAN EN SU CONTRA. ELLA ES LA QUE VIENE DE FUERA, LA MALDITA, LA QUE PROVOCA LA DESGRACIA.

La atemporalidad, o la ambigua fijación de los tiempos, es otra de las características de una obra que por momentos, en su ambientación, en determinadas creencias, parece situarse en el pasado, tan presente, por otro lado, en su devenir, pero que nos traslada al ahora a través de rasgos tan evidentes como la presencia de las redes sociales. Las distintas épocas parecen unirse, enlazarse de algún modo, a través de repeticiones, de ciclos. Para nada es ajena la alusión al actual modo de vida capitalista. Hay un momento en el que la protagonista se refiere a la influencia en el lugar al que ha ido a parar de la “cultura estadounidense de carretera de mediados de siglo, el imperialismo colonial, el imperialismo militar…” 

La escritora canadiense Sarah Bernstein nos cuenta en "Manual para la obediencia" la historia de una mujer singular, educada para la sumisión. Su novela aborda temas como el rechazo a los extraños y el peso que ejerce el pasado sobre los destinos de las comunidades y los individuos.
Sarah Bernstein por Alice Meikles.

Hay otro fragmento que no me resisto a transcribir, donde la mujer que se explica, que se busca, nos dice: “Leí una vez que el nuestro es un siglo de medias tintas, y ya entonces pensé que nada podía estar más lejos de la verdad. Todos y cada uno de nosotros en esta tierra en ruinas exhibía una perfecta obediencia a las fuerzas locales de la gravedad, eligiendo diariamente el camino de menor resistencia, que, aunque entera y comprensiblemente humano, era al mismo tiempo el curso de acción más bárbaro y abominable. Así, que escuchen. No estoy libre de culpa. Representé mi papel”.

Es perturbadora, con un punto siniestro, esta novela, que, al igual que Audición, de Katie Kitamura, también presente en este número de Lecturas Sumergidas, y tantas otras obras que me cautivan, da lugar a lecturas diversas, dependiendo de las miradas sobre ella, de la atención a unos u otros de sus aspectos. Curiosamente los papeles que interpretamos en la vida, básicos en la obra de Kitamura, entran en esta otra entrega con la que Sarah Bernstein rompe los esquemas convencionales, experimenta con la estructura, con el lenguaje, tan cercano a la poesía; transita por cauces subterráneos, soterrados, secretos, lejos de mapas reconocibles, de puntos de orientación claros. 

Por momentos, consciente de estar perdida en sus senderos, me dejé llevar por el ritmo, por la especial voz que narra, por la elevación de la prosa en las descripciones, en determinados trechos del camino, por las atmósferas, por los silencios. Las meditaciones sobre el silencio entran en el trayecto. Nos quedamos en sus paisajes, en los efectos que nos provoca. Una vez cerradas las páginas del libro, tuve la impresión de haber estado dentro de una especie de laberinto, de un espacio cerrado, asfixiante, del que por momentos necesitaba huir, para volver de nuevo otro día, con los sentidos despiertos, buscando su particular y extraña belleza. 

Manual para la obediencia ha sido publicado por Random House, con traducción de Julio Trujillo.


LECTURAS SUMERGIDAS


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