
El escritor cubano Leonardo Padura. Foto: Iván Giménez
Leonardo Padura publica nueva novela: "El milagro cubano es que muchos cubanos viven de milagro"
En 'Morir en la arena', el escritor recorre los últimos cincuenta años de la historia de su país llegando a un presente poco halagüeño.
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Angel Mora
1 de septiembre de 2025
"Nadie se va del sitio en que es feliz". A Leonardo Padura (La Habana, 1955), reconocido escritor cubano, ganador de premios como el Café Gijón o el Princesa de Asturias, le han preguntado una y otra vez durante su dilatada carrera por qué no se marcha de Cuba. Crítico como pocos, no tiene reparos en mostrar las vergüenzas del régimen, que le castiga con una velada indiferencia hacia su trabajo. Él, dice, suele responder a quien le pregunta con esa cita prestada de Milan Kundera, que el habanero rescató para su novela Como polvo en el viento (Tusquets, 2020).
"Me iré cuando me boten", sentencia. Ni antes ni después. Y es que la frase, tal y como aparece en el mencionado libro de Padura, tiene una apostilla lapidaria que describe muy bien la situación vital de muchos emigrados: " ... a menos que se vea obligado a hacerlo".
Sigue viviendo en la casa donde nació, sin que sus vecinos, cuenta, sepan muy bien lo que hace ni el alcance que tienen sus obras. Y eso que son muchas, y muy vendidas. Hasta 16 novelas ha publicado por el momento, lo que le ha valido el reconocimiento fuera de su país como la voz de referencia dentro de las letras cubanas. Ahora publica Morir en la arena (Tusquets), una radiografía social de la Cuba castrista a lo largo de los últimos 50 años. En ella, un hombre recién jubilado con una pensión de miseria se ve obligado a acoger en su hogar a su hermano, que acaba de salir de prisión tras cumplir condena por haber asesinado a su padre de ocho martillazos en el cráneo.
Pregunta. Vuelve de visita, una vez más, a España, ¿qué vínculo mantiene con nuestro país?
Respuesta. Llegué por primera vez a España en 1988, fui uno de los fundadores de la Semana Negra de Gijón. Fue un viaje muy importante porque ahí conocí a muchos escritores y me llevé muchos libros que me servirían de referencia para lo que yo quería hacer. A partir de eso, vine con mucha frecuencia. En 1996 recibí el premio Café Gijón, cuando yo ya me estaba ganando la vida como escritor independiente, un oficio que no existía en Cuba hasta que lo ejercí yo. El Café Gijón hizo que me llamara Beatriz de Moura, directora de Tusquets, lo cual inauguró una larga relación con la editorial que llega hasta hoy.
"Yo solamente tengo una nacionalidad: soy cubano y no puedo ser otra cosa"
»En 2015 me concedieron el Premio Princesa de Asturias de las Letras, uno de los mayores reconocimientos que se puede recibir en la lengua española. Pero antes, en 2011, ya había pasado algo importante: me dieron la ciudadanía española. Ojo, la ciudadanía, pero no la nacionalidad. Yo solamente tengo una nacionalidad: soy cubano y no puedo ser otra cosa.
P. Usted es un escritor muy reconocido en este lado del charco, podría vivir de forma muy holgada aquí, y, sin embargo, decide seguir viviendo en la misma casa donde nació en un país con el que es muy crítico, ¿por qué?
Portada de 'Morir en la arena', de Leonardo Padura (Tusquets, 2025).
R. Estoy demasiado ligado cultural y espiritualmente con Cuba como para marcharme. Este es mi sitio, es mi territorio, es mi cultura, es mi lengua y son las personas sobre las cuales quiero escribir. El que lea Morir en la arena se dará cuenta de que es imposible hablar de la realidad cubana con tal profundidad sin vivirla de primera mano. Lo que me permite escribir una novela como esta es un sentimiento de pertenencia muy fuerte.
»Puedo ir y hablar cuando quiera con mi madre, que tiene 98 años. Es un sitio en el que siento que soy más que en ningún otro lugar la persona que realmente quiero ser. En el barrio en el que vivo hay muchas personas que no tienen mucha idea de qué hago, de qué escribo, pero sí que saben que soy hijo de mi madre. Es una relación demasiado visceral como para dejarla atrás.
P. En la novela nos encontramos con un personaje escritor, alter ego suyo, que sufre continuas zancadillas por parte del régimen, ¿cómo es su relación con Cuba como autor?
R. Tengo una relación muy complicada con mi país en ese sentido, sobre todo en lo que se refiere a la promoción y la difusión de mis obras. Mis últimas novelas no se han publicado allí. Siempre dicen lo mismo, que es por falta de papel. Pero creo que también faltan iniciativa y ganas. Tengo muchos lectores en Cuba, pero desde hace años no aparezco tampoco, ni en los periódicos, ni en la televisión ni en la radio.
P. Se menciona también en el arranque de la novela a la nieta del protagonista, que reside en Barcelona con su madre y, se dice, pertenece a un sector nacionalista de derechas que ve con malos ojos a los inmigrantes que "no se quieren adaptar". ¿Qué opinión le merece el inmigrante que, como también hemos visto en Estados Unidos, rechaza la llegada de nuevos inmigrantes?
R. Me cuesta mucho trabajo entender que haya personas que han sido migrantes, que llevan tiempo viviendo fuera de su territorio y que, sin embargo, cuando son aceptados, tienen una actitud hostil contra otros inmigrantes. Creo que tiene mucho que ver con cuestiones de la condición humana. Hay personas que tienen esa necesidad de reafirmación que tiene como resultado algo muy feo y contradictorio. La migración es un proceso traumático y solo lo hace quien no tiene más remedio. No me explico cómo alguien que ha pasado por eso es capaz de no comprender a alguien en esa misma situación.
"El ambiente se ha empobrecido y la miseria crea miserables. La mugre se ha ido apoderando de la ciudad a una velocidad galopante"
P. La suciedad impregna la novela desde la primera página, con Rodolfo, el protagonista, pisando un excremento de gato. ¿Desde cuando está Cuba inmersa en esa decadencia que transmite su novela?
R. En Cuba se tiene la sensación de que en los 80 hubo una cierta bonanza por las subvenciones soviéticas. Pero en los 90, con la caída de la URSS, eso se acabó y comenzó una decadencia progresiva que llega hasta nuestros días. Con Trump todo se recrudeció, y Biden más tarde no corrigió nada de lo que hizo su antecesor. Todo ello ha desembocado en el agotamiento de un sistema económico que evidentemente no funciona. La inflación está haciendo estragos. Uno, con un salario normal, no puede vivir sin las donaciones de los que se han marchado.
»El ambiente se ha empobrecido y la miseria crea miserables. La mugre se ha ido apoderando de la ciudad a una velocidad galopante. La gente hurga en la basura, pero es puro desperdicio, no hay nada, en Cuba no se puede desperdiciar nada.
P. Advierte al comienzo de la novela de que la historia está basada en hechos reales, ¿en qué medida?
R. Ese parricidio del que hablo y que me sirve como motor dramático en la novela sucedió en una familia muy cercana a la mía. A partir de ahí los personajes son diferentes, la historia es diferente, pero el trauma de lo que significó ese evento tan violento y devastador sí que ocurrió. La realidad entra en todas partes en esta novela.
P. Su novela queda dominada por una atmósfera de pesimismo, ¿qué futuro le augura a Cuba?
R. Uno de los personajes de la novela califica esta época como una distopía. Esta historia revela la tristeza de una mirada sobre los tiempos que estamos viviendo. Cuando me preguntan cómo es que la gente de Cuba vive en tal situación de vulnerabilidad yo respondo que el milagro cubano es que muchos cubanos viven de milagro.
»Yo creo que en algún momento tiene que haber cambios mucho más profundos en la sociedad cubana para que se pueda salir de esta situación. No sé cuándo ocurrirán estos cambios o si serán políticas de choque que provoquen incluso más penurias en un momento dado para intentar salir de esta situación. No soy experto, no puedo saberlo. Lo único que espero es que algún día, y deseo que no sea muy lejano, la gente pueda vivir dignamente de su salario.




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