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lunes, 21 de julio de 2025

Thomas Bernhard / En la buhardilla de los Höller

 


Thomas Bernhard
EN LA BUHARDILLA
DE LOS HÖLLER

[…] En la buhardilla de los Höller, en la que yo me había instalado ahora con los escritos de Roithamer, que en su mayor parte se ocupaban de la construcción del Cono, y tenía que considerar ese ocuparme de Roithamer y de su legado como la ocupación terapéutica francamente ideal después de mi larga enfermedad y sentirlo precisamente como ideal , Roithamer tuvo la idea de construir el Cono, y los planos más importantes para la construcción del Cono fueron trazados por él en esta buhardilla y, apenas entré en la habitación de los Höller, descubrí que ahora, meses después de la muerte de Roithamer y medio año después de la muerte de su hermana, para la que había construido el Cono, entretanto abandonado a su ruina, que ahora, en la buhardilla de los Höller, seguían estando todos los planos, en su mayor parte no utilizados pero siempre relativos sólo a la construcción del Cono, así como todos los libros y escritos relativos a ella que Roithamer había utilizado en su totalidad, en los últimos años, para la construcción del Cono, libros y escritos en todos los idiomas imaginables, incluso en los que él no hablaba, pero que se había hecho traducir por su hermano Johann, que hablaba muchos idiomas y, en general, estaba dotado para los idiomas como ninguna otra persona que yo conociera, también esas traducciones estaban en la buhardilla de los Höller y, ya a la primera ojeada, vi que debía de tratarse de centenares de esas traducciones, montones enteros de traducciones del portugués y del español había descubierto enseguida al entrar en la buhardilla de los Höller, esos centenares y millares de procesos mentales de penoso desciframiento pero, probablemente, importantes para su proyecto de construir y terminar el Cono, de hombres de ciencia desconocidos para mí pero probablemente muy familiares para él, que se ocupaban del arte de la construcción, él odiaba las palabras arquitecto o arquitectura , jamás decía arquitecto ni arquitectura y, si yo lo decía u otro decía arquitecto o arquitectura, replicaba enseguida que no podía escuchar las palabras arquitecto o arquitectura, esas dos palabras no eran más que deformidades, abortos verbales que un pensador no podía permitirse, y yo tampoco utilizaba jamás en su presencia, y luego tampoco ya en otras ocasiones las palabras arquitecto o arquitectura, también Höller se había acostumbrado a no utilizar las palabras arquitecto ni arquitectura, decíamos siempre, como el propio Roithamer, sólo constructor o construcción o arte de la construcción, el que la palabra construir era una de las más hermosas lo sabíamos desde que Roithamer nos habló al respecto, precisamente en la buhardilla en que me alojaba ahora, una tarde oscura y lluviosa en que, realmente, habíamos temido una inundación como las que con tanta frecuencia se producen en la garganta del Aurach y tienen efectos posiblemente devastadores en toda la garganta del Aurach, pero que de repente, sin embargo, había retrocedido, las inundaciones causaban siempre los mayores daños imaginables en la garganta del Aurach, pero respetaban la casa de los Höller, provocaban en todas partes, Aurach abajo y Aurach arriba, los mayores daños imaginables, pero respetaban la casa de los Höller, situada precisamente en la garganta del Aurach, porque había sido construida por la clara inteligencia de Höller, y todos los que veían que, a lo largo del curso entero del Aurach, todo quedaba asolado y devastado y destruido, se asombraban siempre de esa circunstancia increíble, y esa tarde oscura y lluviosa en que habíamos temido otra vez una de esas inundaciones que todo lo asolaban y devastaban, pero que luego, sin embargo, no se había producido, Roithamer nos explicó la belleza de la palabra construcción y la belleza de la palabra construir y la belleza de las palabras obra de arte de la construcción.


Thomas Bernhard
“Corrección”
Alianza Tres, Barcelona, 1983, pp. 15-17
Traducción de Miguel Sáenz


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