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domingo, 1 de diciembre de 2024

Las memorias de Angela Merkel: las tripas del poder alemán en primera persona

 

Portada de 'Libertad', de Angela Merkel

Libertad

Ángela Merkel, Beate Bauman
Traducción de Rebeca Bouvier Ballester yChristian MartÍ-Menzel
RBA, 2024
816 páginas. 28 euros


Las memorias de Angela Merkel: las tripas del poder alemán en primera persona

La todopoderosa canciller publica sus recuerdos sobre las primeras décadas de su vida en la Alemania oriental y reconstruye con minuciosidad la historia reciente de Europa



Ana Carbajosa
ANA CARBAJOSA
Londres - 25 NOV 2024 - 23:30 

En el segundo párrafo de la primera página de su libro, Angela Merkel entra de lleno donde más le duele. Confiesa que nunca se hubiera imaginado escribir un libro de memorias hasta que pasó lo que pasó la noche del 4 de septiembre de 2015. Aquella noche, miles de refugiados marchaban con lo puesto hacia Alemania desde Hungría. Merkel se enfrentaba a un dilema mayúsculo: impedirles el paso por la fuerza o dejarles entrar en Alemania. Optó por lo segundo alegando motivos legales y humanitarios. Aquella decisión cambió su país y Europa para siempre. La UE se fisuró y su partido, el centro derecha alemán, se tambaleó. La llegada de refugiados dio además alas a una extrema derecha, que no dejó de crecer hasta entrar por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial en el Parlamento alemán. Merkel no se arrepiente.

Este es uno de los episodios clave para entender la historia reciente de Europa que Merkel disecciona en sus memorias tituladas Libertad. Memorias 1954-2021(RBA), que escribe a cuatro manos con su estrecha colaboradora Beate Baumann. La autobiografía es Merkel en estado puro: literal, minuciosa y sin miedo a aburrir. Son casi 800 páginas de datos, nombres y cifras que le sirven para apuntalar su versión de una realidad que modeló durante los 16 años que estuvo al frente de Alemania. Tres lustros en los que nada se movía en su Ejecutivo ni en Bruselas sin el visto bueno de la canciller. Por eso, sus memorias constituyen un documento histórico de primer orden, por el que desfilan entre muchísimos otros Vladímir Putin —“infantil”—, Barack Obama —“excepcional”—, y Trump —“emocional”—.


La libertad, “pero no individual, sino válida para todos y en el marco de una democracia que hay que defender”, es el hilo conductor del libro y de su vida. Es una de las obsesiones de la política que durante 35 años de su vida creció y vivió en la República Democrática Alemana (RDA), el régimen comunista que dejaba un raquítico margen de libertad a sus ciudadanos.


Ángela Merkel cuando ocupaba la cartera de ministra de Medio Ambiente en una reunión del gabinete de Gobierno en abril de 1994.

Ángela Merkel cuando ocupaba la cartera de ministra de Medio Ambiente en una reunión del gabinete de Gobierno en abril de 1994.UNKEL / ULLSTEIN BILD / GETTY IM

“La vida de la RDA era una vida de equilibrios constantes”, recuerda. Supo navegar entre ellos y aprendió a moverse dentro de los límites de lo posible. Se amoldó sin combatir el sistema y supo sobrevivir de la mejor manera posible. El repaso a sus primeras décadas de existencia en Templin, en el corazón del Este alemán, es probablemente la parte más atractiva del libro. Su “infancia feliz” en la casa del cura, su padre, instalada junto a un centro para personas con discapacidad intelectual, con las que compartió su infancia. Su juventud universitaria en Leipzig, donde estudió física en la Universidad Karl Marx. De aquella época recuerda detalles tan fascinantes como absurdos de la discoteca, donde podían escuchar música occidental, pero solo en una proporción de 40%-60% a favor de la socialista. Y luego su primer trabajo ya en Berlín, en la Academia de Ciencias de la RDA, donde escribió su tesis en física cuántica.

En julio de 2023, la ex canciller alemana Ángela Merkel en Lisboa en la entrega de premio Gulbenkian.
En julio de 2023, la ex canciller alemana Ángela Merkel en Lisboa en la entrega de premio Gulbenkian. PATRICIA DE MELO MOREIRA (AFP / 

Su relato constituye una ventana valiosísima a ese mundo, que olía a “cera para el suelo y aguarrás” y en el que la joven Merkel echaba de menos los colores vivos. Confiesa que, tal vez por eso, lleva ahora sus famosas americanas coloridas. Otro detalle curioso es que al señor Merkel apenas le menciona de pasada. Aquel fue un matrimonio ultraefímero del que la política alemana conserva solo el nombre. El marido al que se refiere todo el tiempo es el segundo, Joachim Sauer, científico como ella y con el que ha compartido su vida.

El libro transmite un sentido de la responsabilidad política admirable, más allá de los errores que, sobre todo ahora, a toro pasado, se le atribuyen. Merkel concede unos cuantos, pero de alguna manera los considera menores. No explica por qué no consensuó con la UE su decisión de abrir las puertas a los refugiados, ni asume su responsabilidad por las políticas de austeridad de sus Gobiernos, que estuvieron a punto de hacer saltar por los aires la moneda única, además de laminar su país y media Europa. En este capítulo, reconoce que durante la crisis del euro “en Alemania, la voluntad de ayudar a Grecia era mínima”. Tampoco entona Merkel un verdadero mea culpa por haber sometido a Alemania a una dependencia energética de Rusia insostenible en el plano geopolítico. De hecho, frente a quienes la acusan de haber tratado a Putin con guante de seda y haber abonado el terreno para la invasión de Ucrania, Merkel deja entrever que ejerció de dique frente a Putin y que acabó por desbordarse en cuanto ella dejó de ser canciller.

No hay en el libro grandes errores, pero tampoco una excesiva exhibición de méritos. El libro es como es ella, comedido. Merkel no hace especiales esfuerzos por agradar ni trata de impresionar al lector. Embellece, pero lo justo, constatando así su proverbial falta de ego, que sigue siendo una rareza en tiempos de políticos mercuriales y testosterónicos.

Las memorias de Merkel son, en definitiva, las tripas del poder alemán, pausadas y cargadas de una racionalidad en la que muy de vez en cuando asoman ciertos destellos de humanidad. Y son también un retrato de un mundo multilateral, que avanzaba a golpe de consensos fundamentados en hechos y argumentos razonados. Ese mundo merkeliano parece ahora una reliquia. En el universo de los “hechos alternativos” y las redes sociales como gran herramienta disruptora, el llamado método Merkel, el de los pasos pequeños y meditados resulta tremendamente exótico. Ante el avance de la extrema derecha oportunista, la antigua canciller ofrece una receta interesante para los partidos tradicionales: “Si discuten todo el tiempo sus temas y creen que pueden imponerse sin ofrecer soluciones reales a los problemas, se equivocan”.

Resulta especialmente interesante también el capítulo dedicado al feminismo, en el que el lector puede sentir las contorsiones de la política entre lo aprendido y lo vivido. La primera mujer elegida para gobernar Alemania ahora dice que sí, que se considera feminista. Cuenta cómo pensó que la libertad en el oeste implicaba la igualdad y que se resistió a defender las cuotas. Ahora reconoce que la realidad le demostró que se equivocaba, que la igualdad no llegará sin medidas concretas tanto en el ámbito privado como en el público. No se explaya en el machismo que ha sufrido durante toda si carrera, pero el libro está plagado de referencias más o menos directas a los clubs de hombres que le explicaban las cosas y hasta cómo tiene que vestirse.

El libro está plagado de detalles y anécdotas interesantes, pero quien busque grandes revelaciones no las va a encontrar. Un episodio en el que, sin embargo, se explaya de forma inusual es en el que habla de los temblores que comenzó a sufrir durante un acto público y que le obligaron a comparecer desde entonces sentada. En aquella ocasión, el mundo tembló con ella. Era lo más humano que se había visto de ella nunca. El episodio dio pie a todo tipo de especulaciones y ahora cuenta que fue como si su cuerpo se hubiera emancipado de ella, que las revisiones neurológicas decían que todo estaba en orden y que fue un osteópata el que le explicó que, en realidad, estaba liberando tensiones acumuladas.

El gran lamento de Merkel es no haber hecho más por la emergencia climática. Leyéndola, parece a menudo más una política del partido de Los Verdes que del conservador. En política climática y en casi todo lo demás. De hecho, una constante en el libro es comprobar cómo su mayor enemigo ha sido su propio partido y cómo peleó por vencer la incomprensión, cuando no el rechazo, de los suyos. De Merkel se dice que socialdemocratizó la CDU y las memorias dan fe de las tensiones que provocó ese proceso en el partido conservador alemán. Acaparar la centralidad fue, sin embargo, lo que le permitió permanecer cuatro mandatos consecutivos al frente de Alemania.

Merkel se apeó del poder en 2021 por su propio pie. Sin perder unas elecciones, ni víctima de ningún escándalo político y con las encuestas a favor. Otra rareza propia de una política muy singular, que ha dejado un vacío en la política europea que, de momento, ningún líder ha sido capaz de ocupar. Sus memorias son el relato de cómo se gestó y cómo ejerció ese poder casi omnímodo. Siendo mujer.




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