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jueves, 5 de diciembre de 2024

Consejos para escribir

 

Ilustración de Triunfo Arciniegas

Consejos para jóvenes puestos a escribir

Evite los gerundios o las frases como ‘para nadie es un secreto’, e intente superar el miedo a que el texto final quede mal


JUAN CARLOS ECHEVERRY
30 NOV 2024 - 23:30 COT

Veinte años atrás, cuando era director de Planeación Nacional, escribí un corto manual de consejos para escribir y hacer presentaciones en Power Point, destinado a colegas jóvenes, en su mayoría economistas, ingenieros y abogados. Luego lo retomé para los empleados de Ecopetrol. Mencioné esos consejos en el Podcast ATEMPORAL, de Andrés Acevedo, y algunas personas pidieron que los compartiera.


1. La disposición a editar. “Escribir es humano, editar es divino” (Stephen King). “Leí 25 veces cada página que escribí” (García Márquez). “La literatura empieza con una frase verdadera” (E. Hemingway). Estas frases apelan a una artesanía. Escribir es una artesanía, similar a cortar, pulir, lijar y taponar una madera, o podar un jardín, o elaborar un plato para obtener un sabor exquisito. La clave está, como señalan King y García Márquez, en releer muchas veces lo que se escribe, editar, editar y editar.

2. Estrategias de escritura. Se puede plantear dos grandes estrategias: la que usa un plan previo, un índice o esquema inicial; y la que consiste en halar el hilo de un ovillo, con base en una intuición o un bombillazo, y seguirlo mentalmente hasta que dé lo que puede dar. Ambas estrategias son buenas. Funcionan para distintas personas, textos y ocasiones.

3. Superar el miedo. Muchas personas sienten el miedo de que el texto al final quede mal. Por eso ni siquiera empiezan. Es un pesar, pues tienen cosas interesantes que decir, y las dejan para los amigos que las pueden oír. Pero no la traspasan a ese milagro que es la palabra escrita. Para esto sirve el consejo de Kathryn Johnson, profesora del Writer’s Center de Washington: “Produzca palabras”. Luego, en otro momento, inclusive en otro día, las lija, tapona, pule y da acabados. Lo importante, en un principio, es llegar a un texto. En ese momento se puede decidir si desecharlo y botarlo a la caneca, o si tiene algún mérito y empezar a editarlo.

4. El orden de las ideas. Se escribe sobre ideas. Las ideas vienen a la mente de forma a veces repentina, como intuiciones, como piedras preciosas en bruto, cuyo valor es incierto. No se las debe dejar escapar. Será en la escritura, en el arte de pulirlas, donde revelen si son buenas o malas. Como dice el dicho: “Hay ideas buenas que no son originales. Hay ideas originales que no son buenas.” Es difícil tener ideas buenas y originales. La prueba ácida de la bondad y originalidad de una idea es escribirla. Someterla al cedazo retórico de: Planteamiento, Desarrollo y Conclusión. Una mala idea perece de asfixia o inanición en el proceso. En el ejercicio de escribirla se aprende cosas valiosas de lógica, retórica, crítica, dialéctica, ética y epistemología. En el ejercicio artesanal esas palabras filosóficas, que suenan complicadas, aparecen como meras herramientas para mejorar la calidad y exponer mejor la idea. Es el orden de las ideas, estúpido, para usar una frase famosa de James Carville (It’s the economy, stupid). La artesanía de escribir empieza por poner las ideas en el papel o la pantalla y someterlas al ejercicio de buscar su mejor orden. El lector se dejará llevar por el orden de los párrafos y pronto sentirá si es tortuoso o placentero, ordenado o deshilvanado, riguroso o relajado; si la conclusión se deriva o no de las premisas. El lector lo sentirá y continuará o abandonará la lectura.


5. El lector se quiere ir. Aconsejo a los jóvenes escribir con la idea de que el lector tiene sed y la tentación de dejar al lado el texto, ir a la nevera y servirse un vaso de agua fría. Si, a pesar de eso, sigue con los ojos puestos en el papel o la pantalla es porque se logró la magia de capturarlo. Porque ese placer es mayor que un sorbo de agua fría.

6. Presente los temas como un disc-jockey. Si en una fiesta, un disc-jockey pone seguidos treinta grandes éxitos, puede haber varios infartos. Los buenos disc-jockeys intercalan una o dos canciones malas cada cuatro o cinco buenas, pues la gente necesita sentarse, descansar e hidratarse. Así podrán bailar por horas. Algo similar sucede con los textos, o para el caso, con las presentaciones y las clases. El lector más interesado y el público más ávido necesitan un descanso al absorber ideas exigentes. Poner un toque de humor, algo que rompa el ritmo, da una pausa de liviandad en medio de la pesadez. El lector lo agradecerá y sentirá que se pensó en él y no solo en exponer unas ideas. La revista británica The Economist es el Gold Standard de ese esporádico toque humorístico o sarcástico que le permite al lector tomar un segundo aire y seguir leyendo. Los anglosajones usan el wit, el humor pasajero, mientras que los hispanos o alemanes parecemos absorbidos por el espíritu de la pesadez. Un texto debe entretener, además de informar y hacer pensar. Eso establece un vínculo entre el lector y el escritor; en esa pausa, ambos piensan en el otro y el guiño de complicidad ratifica su vínculo.

7. Las palabras en la frase. Casi todas las frases nacen contrahechas. De otra manera un artesano de la exquisitez de García Márquez no tendría por qué haber leído 25 veces cada frase que escribió. Todas las frases tienen un “orden divino”, para usar la expresión de S. King. Lo malo es que no lo revelan sino cambiando varias veces el orden de las palabras y la puntuación.


8. La coma, el punto y coma, y el punto. La coma es un arte. La coma maneja el ritmo mental del lector. Es la forma de alinear sus ondas mentales con las del autor. Alguien dice que sabe cuándo una novela está lista porque empieza a cambiar las comas de un lado para otro, y al siguiente día las devuelve al puesto original. Las comas y el orden de las palabras en la frase son la labor permanente del escritor. Se debe ensayar la posición de las comas, leer mentalmente y verificar el ritmo que tendrá en la cabeza del lector.

9. Tiempo, modo y lugar. Repito una y otra vez algo que me enseñaron en el colegio: tiempo, modo y lugar. Así escribimos los mortales. Los genios se podrán dar muchas licencias; uno no. A las cuatro de la tarde, con el cuchillo, en el patio trasero de su casa, mató al zorro que se comía a las gallinas. Lo interesante es que la primera imagen que viene a la cabeza es la muerte del zorro, luego el cuchillo y luego el patio. Por eso la primera versión tal vez tendrá ese orden, con muchas palabras que actúan como cables, tornillos y tuercas para mantener la frase amarrada. Cuando se reordena la frase, se pueden quitar varias de esas tuercas, tornillos y cables. El lector lo agradecerá. Todo el mundo agradece una frase bien escrita. Por esa razón, hay que ensayar y ensayar formas de reordenar las palabras en la frase, quitar vínculos y simplificar.

10. El mensaje debe estar en el verbo. Es mejor mejorar que mejoramiento. Es mejor exponer que exposición. Cuando la oí por primera vez, me encantó la idea de que el mensaje de una frase queda mejor si lo transmite el verbo. Me ha servido como un regulador de las frases. Fue un consejo del curso de Técnicas de escritura para economistas, en Kiel, Alemania. En Colombia nunca se nos ocurrió que ese curso fuera importante; como tampoco: Consejos para tomar notas en clase, otra técnica clave de escritura. Por favor no sustantivar los verbos. El crecimiento del PIB fue cuatro por ciento, es una frase inferior a: El PIB creció cuatro por ciento. En la segunda frase el mensaje está en el verbo, mientras en la primera está en una sustantivación del verbo.


11. Las preposiciones importan. Los tornillos y cables que establecen las relaciones de tiempo, modo, lugar y causa en las frases son las preposiciones. Por ejemplo: Técnicas de escritura mata a Técnicas para escribir. Es sutil, no es de vida o muerte, pero me parece mejor. A, ante, con, contra, de, desde, … para, por, según, sin, sobre, tras, parecen muchas veces intercambiables, y no se les pone la atención que merecen.

12. Los adverbios y gerundios pueden ser enemigos. Realmente, sinceramente, actualmente y otras palabras terminadas en mente, quitan más de lo que ponen. De vez en cuando será importante usarlas, pero es una que dieta que favorece al texto. Igual sucede con los gerundios. Si se puede, reemplácelos.

13. Capturar al lector. “Empezó otro campeonato de fútbol profesional. Advierto, hay seres humanos por ahí, entre nosotros —gente respetable, con familia, trabajo y mascotas— que creen que Santa Fe puede jugar la final. Eso equivale a que tu amigo más inteligente diga que existen los hombres-lobo, o a que tus hijos digan que el mundo es justo.” (traducido de Jason Gay, columnista de deportes del Wall Street Journal, 6 sep. de 2024, en el contexto de la National Football League). Leo todo lo que escribe Jason Gay porque siempre hace el esfuerzo de entretener, divertir, informar y buscar el fondo del tema. Es decir, piensa en el lector y no solo en contar la historia. Es la diferencia entre el profesor que enseña lo que sabe, y el que enseña lo que el estudiante NO sabe. Prefiero al segundo. De entrada, el estudiante NO sabe que la materia es fascinante. La primera labor del profesor es seducir al estudiante sobre tema. “Hacer que allí se le pierda algo.” Si lo logra y el estudiante quedará enganchado, y ese efecto durará para siempre y no solo mientras dure el curso y haya exámenes. Igual pasa con un texto. Lo primero es capturar al lector y que sienta que ahí se le perdió algo.


14. Evite las siguientes frases. Es un secreto a voces…; Es importante tener en cuenta las siguientes consideraciones…; Se debe considerar la posibilidad de poner en práctica…; Para nadie es un secreto… Eso aconsejó Winston Churchill en un memorando de una página, escrito el 9 de agosto de 1940. “Cortar esas expresiones ahorra tiempo e impone la disciplina de poner los puntos clave de manera concisa. Eso es valioso para un pensamiento claro”.


EL PAÍS 



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