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domingo, 29 de septiembre de 2024

Maggie Smith muere a los 89 años

 

Maggie Smith para LoeweJuergen Teller/Cortesía de Loewe.

Maggie Smith muere a los 89 años, adiós a la profesora McGonagall de Harry Potter y a un ícono de estilo

La legendaria actriz Maggie Smith, cuyo talento y elegancia iluminaron el cine y teatro por décadas, nos deja un legado inolvidable. Su arte vivirá por siempre.


Dame Maggie Smith, la actriz conocida por sus increíbles florituras verbales, su oportuna habilidad para arquear una ceja y su agrio y mordaz ingenio, ha fallecido hoy 27 de septiembre, según han informado su publicista y su familia. La actriz tenía 89 años.

Smith, ganadora de dos premios de la Academia, cinco premios BAFTA y cuatro premios Emmy, entre otros muchos otros galardones, saltó a la fama al interpretar a la romántica y arrogante maestra Jean Brodie, que lleva por mal camino a una clase de niños de 12 años con sus inclinaciones fascistas, en la cinta The Prime of Miss Jean Brodie (1969). También es ampliamente recordada por la adaptación de 1985 de A Room With a View, de James Ivory e Ismail Merchant; aunque las últimas décadas se fundió en el personaje de la profesora Minerva McGonagall, de la saga Harry Potter; así como en el de la mordaz condesa de Grantham, en la serie Downton Abbey, cuyos incisivos chistes provocaron carcajadas a ambos lados del Atlántico.


Maggie Smith con su primer Premio Oscar

Con Lauren Bacall en los Oscar de 1970.

 
Getty Images.

A pesar de su éxito, Smith insistía en que nunca había trazado un plan de carrera y que prefería trabajar instintivamente: “Es lo que aparece en el camino, sinceramente”, dijo alguna una vez.

“Ella puede captar en un solo momento más de lo que muchos actores pueden transmitir en toda una película”, afirmó Nicholas Hytner, quien dirigió a Smith en The Lady in the Van, de Alan Bennett. “Puede ser vulnerable, feroz, sombría e hilarante a la vez, y cada día lleva al set la misma energía y curiosidad de una joven actriz que acaba de empezar”.

Al escribir la biografía de Maggie Smith en 1992, el periodista Michael Coveney subrayó que comprender la infancia de Smith había sido fundamental para entender su obra. La actriz era famosa por, como él escribió, el “el aspecto sofocado, las indirectas amortiguadas, el chasquido ligeramente malicioso de su boca”.

Nacida en Ilford, Inglaterra, Maggie Smith creció en Oxford, donde estuvo reñida con sus acérrimos padres presbiterianos y sus hermanos gemelos mayores. Su madre no creía que tuviera muchas posibilidades como actriz con “una cara así”, y opinaba que su hija debía estudiar secretariado, hasta que ganó un Oscar por The Prime of Miss Jean Brodie. Su padre, Nat, técnico de laboratorio, era más comprensivo y archivaba asiduamente los recortes de prensa que salían sobre su hija. Pero él estaba atormentado por un sentimiento de teatralidad reprimido. Tras jubilarse, ofreció su investigación médica a la biblioteca Bodleian. Cuando fue rechazada, hizo una hoguera y la quemó en el jardín.

De niña, Maggie Smith se sintió fascinada por una serie de libros titulada El vaivén de las cortinas. Desde muy joven, el encanto de la actuación radicaba en que era un método para entrar en otro mundo: “Un mundo mucho mejor”, le dijo una vez a la crítica de cine Nancy Banks-Smith. “Nunca soy tímida sobre el escenario. Siempre tímida fuera de él... es el mundo real, la verdadera ilusión”.

Después de su paso por el Oxford High School for Girls, una experiencia que no le gustó en absoluto, Smith fue a la Oxford Playhouse School of Theatre, donde se destacó. A los 17 años, interpretó el personaje de Viola en Noche de Reyes. El dramaturgo Beverley Cross, con quien se casaría 23 años más tarde, se fijó en ella: “Era totalmente única, ya que no hablaba con ese tipo de voz teatral de Oxford en la época en que todo el mundo imitaba a Olivier. Pensé: Ahí está, es alguien muy especial; es alguien a quien merece la pena observar. Era muy llamativa con ese pelo rojo, muy delgada, muy alta. También era muy vulnerable, y muy, muy divertida”.

La aptitud de Maggie Smith para la comedia, su talento alquímico para aderezar las frases con un humor mordaz (quizá una forma burlona de rebelarse contra su educación puritana), empezaron a llamar la atención. Leonard Sillman, productor de Broadway, pronto la envió a Nueva York, donde apareció en la revista New Faces de 1956. Dos apariciones posteriores en Broadway, en Vidas privadas (1975), de Noel Coward; y Noche y día (1979), de Tom Stoppard, le valieron sendas nominaciones al Tony como Mejor Actriz.

En los años 60, se trasladó al West End de Londres y, a pesar de no llevarse bien con Laurence Olivier, empezó a trabajar en el Old Vic bajo su dirección artística: “Mirando hacia atrás (que es lo único que hago ahora), era una experiencia sencillamente emocionante”, comentó en una entrevista. “Hacías Otelo una noche y Hay Fever la siguiente, era como salir de vacaciones”.

Mientras alternaba entre Chejov, Strindberg y Shakespeare (este último “no era lo mío”, confesó en una oportunidad), su apetito por la variedad iba acompañado de un carácter tenso: “Maggie no es nada relajada”, dijo el dramaturgo Peter Shaffer, que conoció a Smith en 1962. “Está de pie todo el tiempo y camina de un lado a otro, y sigue así desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde. Los demás están comiendo sandwiches tranquilos y siempre hay una figura solitaria al fondo del escenario, paseándose como una criatura enjaulada. No existe la ‘pausa para el café’ con la Srta. Smith”.

En 1967, Smith se casó con el carismático actor Robert Stephens. La pareja tuvo dos hijos, ambos actores. Fue un matrimonio turbulento, sacudido por el abuso de sustancias y la promiscuidad de Stephens, y poco después de que la pareja se divorciara, Smith se casó con el ya mencionado Cross, que se lo había propuesto dos décadas antes.

Maggie Smith, famosa por su carácter reservado, rara vez concedía entrevistas, pero, en una conversación con The Telegraph en 2014, describió el atormentador dolor que sintió en los años posteriores a la muerte de Cross en 1998: “Dicen que desaparece, pero no es así, simplemente se vuelve diferente. Es horrible, pero ¿qué haces? Después del ajetreo estás más sola, más que nunca. Un día absolutamente atestada te aleja de la razón por la que estás sola, pero cuando se acaba se produce ese silencio ensordecedor”.

A pesar del énfasis de Smith en la intimidad (cuando Coveney se acercó a ella para hablarle de su biografía, le dijo: “Que sería absolutamente espantoso. Absolutamente horrible. No se me ocurre nada peor”), pero poco tiempo después de la publicación fue considerada como un tesoro nacional en el Reino Unido y nombrada Dama del Imperio Británico. Sin embargo, no tardó en tachar la etiqueta de arbitraria: “Todo es un ícono a estas alturas”, dijo tras ganar el premio Evening Standard a los íconos teatrales, “si has existido el tiempo suficiente, ya eres un ícono. Un ícono bastante polvoriento... o un tesoro nacional”.

Maggie Smith tuvo otros momentos de éxito internacional al final de su carrera, gracias a Harry Potter y Downton Abbey. La actriz no encontró tan agradable ese precipitado nivel de fama, y describió cómo la “acosaron” en un viaje a París: “No voy a ningún sitio y, si voy, casi siempre tengo que ir acompañada”, declaró a The Telegraph en una oportunidad. “Es difícil cuando estás sola porque no tienes escapatoria... ¿Qué hacen estas grandes estrellas de cine? ¿Qué demonios hacen? Quizás nunca salen”. Sin embargo, su desconfianza hacia su propia fama no impidió a Smith complacer de vez en cuando a sus legiones de fans, como con una campaña de moda 2023 para Loewe que se hizo viral al instante.

Smith no dedicaba demasiado tiempo a pensar en su legado: “Eso no dura”, dijo en la misma entrevista al Telegraph, pensando en sus amigos Lauren Bacall y Robin Williams. “El mundo se repone todo el tiempo. A pesar de haber trabajado con algunos de los nombres más emblemáticos del siglo XX, nunca llevó cuadernos ni diarios en los que hablara de su vida. Parecía no tener remordimientos por envejecer y se mostraba optimista por estar trabajando en su novena década.

En 1991, cuando Smith rodaba Hook, Steven Spielberg preguntó a una de sus compañeras del departamento de vestuario cuántos años tenía: Ella dijo sin dudarlo: ‘¡92!’ Me temo que ya no necesitan maquillarme. He hecho las pases conmigo misma”.

Artículo originalmente publicado en Vogue US, vogue.com.


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